A la pintura, a la vida, en la memoria:

Rafael Alberti

por Samuel Begué Bayona

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Quizás el libro A la pintura sea el proyecto poético más ambicioso de Rafael Alberti, no sólo por el tema, sino también, por la frecuencia con la que lo aborda. La pintura es la afición inicial, juvenil de Alberti, una inclinación nunca abandonada. Llegó incluso a exponer en diferentes ocasiones, hasta que en 1922 realizó una muestra en el Ateneo y como nos confiesa en la Arboleda Perdida: “Vueltos los cuadros a mi casa, sentí un inmenso alivio. Me parecía haber hecho una confesión pública de todos mis pecados, purificando mi conciencia, disponiéndola, ya sin remordimientos, en estado de gracia, a lo más recio de la lucha por alcanzar lo que desde hace tiempo condensaba el único desvelo de mis noches”. Se refería a la poesía, vocación que se le presenta en el mes de marzo de 1920 tras la muerte de su padre[1]. No obstante, nunca olvidó por completo su primera inclinación y son muestra de ello las ilustraciones que realizó durante toda su vida. La pintura no es sólo un tema recurrente sino que es uno de los pilares básicos que individualiza y engrandece su voz poética.

Mil novecientos diecisiete.

Mi adolescencia: la locura

por una caja de pintura,

un lienzo en blanco, un caballete

 

Felicidad de mi equipaje

en la mañana impresionista.

Divino gozo, la imprevista

lección abierta del paisaje[2].

Los ensayos juveniles de Rafael no pasaron desapercibidos para su tía abuela Lola, que le regaló su paleta y sus colores, y le enseñó a distinguirlos y a nombrarlos. Comienza a copiar de la revista La Esfera las grandes obras del Prado[3]. Los elogios recibidos debieron asentar su decisión de ser pintor.

La ausencia de una edición crítica de A la pintura dificulta el acercamiento a esta marzo 2000 composición. Diferentes editores han modificado el corpus de poemas que la componen y algunos de los poemas que conforman el libro los vemos recogidos en antologías y poemarios diferentes. La gestación del libro en su primera edición abarca siete años, de 1945 a 1952, pero con posterioridad aún se añadieron algunas modificaciones[4], y poemas.

El joven Alberti es trasladado a Madrid en el año 1917. Al inicio del libro, con nostalgia, se evoca el recuerdo del encuentro con el Prado.

¡El museo del Prado! ¡Dios mío! Yo tenía

pinares en los ojos y alta mar todavía

con un dolor de playas de amor en un costado

cuando entré al cielo abierto del Museo del Prado.

 

¡Oh asombro!¡ Quién pensara que los viejos pintores

pintaron la Pintura con tan claros colores,

que de la vida hicieron una ventana abierta,

no una petrificada naturaleza muerta,

y que Venus fue nácar y jazmín transparente,

no umbría, como yo creyera ingenuamente!

La contemplación de los originales de Tiziano, Velázquez, Rubens, Zurbarán y Goya le revelan toda la fuerza de los rojos, rosas, blancos y azules, falsamente reproducidos en La Esfera. La impresión la plasma con asombrosa sencillez y precisión en los poemas dedicados a los colores:

Rojo en el labio y menos

en las pequeñas cumbres

donde gustosamente

Venus, ganando, pierde las batallas

 

                  ***

 

Dijo el blanco:- Yo puedo,

feliz, estar en todo, porque soy

la imprescindible sangre para el justo

clarear de la luz en los colores.

El Museo del Prado y sus escapadas al Casón donde copiaba del natural, son las únicas satisfacciones de Madrid, “ciudad gris, fría y oscura” que no lograba apaciguar la nostalgia del mar y del pinar. El tema del destierro, su desentierro del mar, configura una de las notas poéticas características de su poesía, ya sea la nostalgia de su Cádiz natal, o la nostalgia de su patria. Alejado del Prado, por el exilio, compone A la pintura en torno a una doble nostalgia: la de la juventud perdida y la de la abandonada pintura.

Por qué me trajiste, padre,

a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste

del mar?

En sueños la marejada

me tira del corazón;

se lo quisiera llevar.

Padre, ¿Por qué me trajiste

acá?

 

                    ***

 

la sorprendente, agónica, desvelada alegría

de buscar la Pintura y hallar la Poesía,

con la pena enterrada de enterrar el dolor

de nacer un poeta por morirse un pintor,

hoy distantes me llevan, y en verso remordido,

a decirte, ¡Oh Pintura!, mi amor interrumpido.

Abordar el arte de la pintura desde la palabra, lleva a la poesía a sus límites de expresión. Si el lenguaje ya parece insuficiente para la expresión poética, trasladarlo a la expresión pictórica es ahondar en esa insuficiencia. El libro nace indudablemente de la profunda admiración de Alberti por todos los grandes pintores, analizados mediante la palabra, y reinterpretados mediante la poesía. Utilizar una expresión artística para explicar otra encamina a la poesía por el sendero del conocimiento, del descubrimiento. Y este proceso lo aborda el poeta, probablemente, más popular del grupo del 27.

Blanco como la nieve, blanco como

el papel, blanco blanco

como la cal al sol

de los tranquilos muros andaluces.

Yo vi —Rafael Alberti-

la luz entre los blancos populares

Con anterioridad intentó algo similar con el cine; compuso unos poemas que pensaba recoger en un libro titulado “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos” (1929)[5]. Pero nunca se llegaron a publicar formando un libro, sino que se difundieron en revistas como poemas sueltos y algunos fueron recitados en actos públicos. Sin embargo, constituyen una anticipación, por interacción entre expresiones artísticas diferentes, de lo que luego sería A la pintura. El torrente creativo de Alberti, abrumador, nace unas veces en el cine, otras en la pintura y se convierte en un dinámico río con la palabra.

Cita triste de Charlot

 

Mi corbata, mis guantes,

mis guantes, mi corbata.

 

La mariposa ignora la muerte de los sastres,.[6]

La derrota del mar por los escaparates.

Mi edad, señores, 900.000 años[7].

A la pintura es un libro en cuyo índice se configura una estructura marcada. Los distintos aspectos relacionados con la pintura: a la retina, a la paleta, a la mano, al color, los colores, diferentes pintores... nos dan una idea de la intención del poeta. Alberti se acerca al tema con un patrón decidido: repasar exhaustivamente los diferentes elementos y ejemplificar cada uno de ellos con un pintor sobresaliente. El mismo índice establece un corsé rígido que nos muestra la ambición del proyecto. No obstante, el poeta se aparta del patrón y la estructura estricta, férrea, se funde para dar paso a la palabra poética que se libera de la forma prefijada.

La métrica tradicional se combina con una estructuración rítmica del pensamiento, pasando por diferentes tipos de verso libre, en un intento de plasmar las distintas estructuras, modelos o escuelas pictóricas. Alberti supedita su propia poética a la “poética” del pintor a quien canta. Muchas veces nos da la impresión de que la voz de Alberti, como si de un médium se tratara, da paso a la voz del Bosco, del Greco, de Miguel Angel, de Goya o de Velázquez.

El Bosco

 

El diablo hocicudo,

ojipelambrudo,

cornicapricudo,

perniculimbrudo

y rabudo,

zorrea,

pajarea,

mosquiconejea,

humea,

ventea,

peditrompetea por un embudo.

..........................

La imaginería del Bosco, su mundo onírico, antecedente de los surrealistas por propia aclamación, son reproducidos con perfección exquisita. Al servicio de dicha expresión la enumeración caótica, el asíndeton, la creación léxica, la composición, la sufijación, la connotación negativa del sufijo -udo y -ajo, y un dinamismo expresivo positivo configuran un crescendo abigarrado, pleno. Todo ello, conjugado con una estructura rítmica perfecta, nos evoca plenamente la estética pictórica del Bosco.

¿Qué es lo que da unidad a esta diversidad de voces, de esquemas? En primer lugar el tema, pero también el fondo poético. Todo el libro es una metáfora emocional. Alberti pretende hacernos sentir, a través de la palabra, la emoción por la contemplación del cuadro. Ésta es su arriesgada apuesta. Y pocos poetas son capaces de triunfar en lidia tan afilada.

Un dato más de su biografía nos ayudará a comprender la inclinación poética de Alberti; una enfermedad pulmonar grave lo obligó al reposo durante largos meses en los que sus cuadros y dibujos se le muestran insuficientes para expresar emociones y sentimientos. La palabra lo sorprende entonces como cauce adecuado. Desde los inicios, en su poética personal se aúnan tradición, ritmo popular y vanguardia, en la cumbre de la poesía española.

Alberti retomó el tema treinta años después, en el año 75, en el que publicó "Maravillas con variaciones acrósticas en el jardín de Miró”. En realidad constituye una vuelta al tema, un intento más desde una nueva perspectiva poética de domar el mezquino idioma:

Miró

Músicamar

Montroig

Mallorca

M

Inicial

Infinito

Ignoto

Imagen I

Rasgo

Relámpago

Re

Revolución R

Oj¡pájaro

Omega

Oculto

Órbita Ó

Y no es esta la última vez que dedicó sus poemas a pintores. Que sepamos aún escribió nueve poemas sueltos en los que volvió a acercarse al viejo asunto.[8]. Algunas composiciones más dedicadas a Picasso y recogidas en antologías y revistas completan la obra pictoliteraria de Alberti.

Pablo Picasso nació en Málaga

y halló un palito en el Perchel

que se le convirtió en pincel.

Al pincel le salió una hoja,

a la hoja una flor,

a la flor le salió un pintor,

al pintor le salió un toro

Una imagen vale más que mil palabras, aquí más de mil imágenes han conformado una voz poética, diversa en estructura, en tono, en métrica, en lenguaje. La palabra se conforma en pincel par dar forma a una contemplación. Además A la pintura es también un paseo crítico por la historia del arte, es una antología de cuadros y pintores recopilada por un poeta, por un pintor, en definitiva, por un artista sobresaliente de nuestro siglo.

En Aljamía sólo pretendemos leer algunos cuadros con la ayuda de Alberti o quizás sea al revés que algunos cuadros nos ayuden a mirar los poemas de Alberti.

Notas

[1] Después del velatorio de su padre, Alberti se retira con su madre, y recoge en sus memorias que él, entonces, no lloraba, y menos, en público. Sin embargo quería dar muestra de su dolor y compone un poema del que sólo recuerda estos cinco versos:

tu cuerpo

largo y abultado

como las estatuas del Renacimiento

y unas flores mustias

de blancor enfermo

[2] Los textos reproducidos están basados en la edición A la pintura (Poema del color y la línea) (1945- 1976) Alianza Editorial, Madrid 1989. Recoge además del corpus inicial el poema 49 Antoni Tapies (verano de 1976), el 50 David Alfaro Siqueiros en Florencia (otoño de 1976) y 51 Renato Guttuso (febrero de 1975).

[3] Del semanario La Esfera llegó a copiar el retrato del príncipe Baltasar Carlos, de Velázquez, ante la admiración familiar que lo vaticinaba un nuevo Murillo.

[4] La última edición que he podido encontrar (Madrid 1998) señala las fechas de composición 1945- 1967. No obstante, se ajusta a la edición de Alianza Editorial, Madrid 1989, con la excepción de los poemas de la nota anterior.

[5] C. Brian Morris ha elaborado una edición crítica que publica en 1989 en Ediciones Cátedra.

[6] Charles Chaplin interpretaba el papel de sastre en The Count (1916).

[7] La cifra exagerada resalta la universalidad e inmortalidad de Chaplin.

[8] Estos nueve poemas están dedicados respectivamente a Portinari, Lino Spilimbergo, Raúl Soldi, Toño Salazar, Renato Guttuso, Manolo Ángeles Ortíz, Ginés Parra, Luis Seoane y Castagnino. Algunos editores añaden estos poemas al corpus del libro. La antología de Jerónimo Pablo González Martín, Ed. Júcar 1978, incluye dos de estos poemas dentro de A la pintura.

 

El caballero de la mano al pecho. EL GRECO. 86 x 81 cm.

 

El Greco

 

Aquí el barro ascendiendo a vértice de llama,

la luz hecha salmuera,

la lava del espíritu candente.

Aquí,

la tiza delirante de los cielos

polvoreados de cortadas nubes,

sobre las que se vuelcan

en remolinos o de las que penden,

agarrados de un pie, del pico de un cabello,

o del cañón de una ala,

ángeles de narices alcuzas y ojos bizcos,

trastornados de azufre,

prendidos por un fósforo traído en un zigzag del aire.

Una gloria con trenos de ictericia,

un biliar canto derramado.

¿De dónde este volcán que arroja pliegues,

que arruga y desarruga

el fuego, que es capaz de hacer líquido el rayo

y de escorzar la voz de las tinieblas?

¿De dónde, aquí, hacia dónde

el lagrimal torcido

de coagulada lágrima casi en gota de lacre,

el devorado manto,

el tiritante traje tenebroso,

tinto de un vino tinto de la tierra,

abrasando los cuerpos

en invasión contra los deslumbrados

rostros o desceñidas manos frías en puntas

aspirantes a alas?

¿Qué es este evaporado, ciego aliento,

este vaho desprendido que achicharra,

esta lumbre incesante que hiela?

Lívida turbación, anhelo consternado,

ansia verde, amarillo

frenesí,

larga, desalentada, pálida lengua sola.

Tocad y sentiréis

que los brazos os cantan, os elevan,

diluyéndoos el peso, arrebatándoos

de gloria enlodazada o infierno transparente.

¡Oh purgatorio de rotor, castigo,

desbocado castigo de la línea,

descoyuntado laberinto etérea

cueva de misteriosos bellos feos

de horribles hermosísimos, penando

sobre una eternidad siempre asombrada!

Bodegón. FRANCISCO DE ZURBARÁN. 46 X 84 cm.

 

Zurbarán

 

Ni el huno, ni el vapor, ni la neblina.

Lejos de aquí ese aliento que destruye.

Una luz en los huesos determina

y con la sombra cómplice construye.

Pensativa sustancia la pintura,

paraliza de luz la arquitectura.

 

Meditación del sueño, memorable

visión real que en éxtasis domeña;

severo cielo, tierra razonable

de pan cortado, vino y estameña.

El pincel, la paleta, todo es frente,

medula todo, pensativamente.

 

Piensa el tabique, piensa el pergamino

del volumen que alumbra la madera;

el pan se abstrae y se ensimisma el vino

sobre el mantel que enclaustra la arpillera

Y es el membrillo un pensamiento puro

que concentra el frutero en claroscuro.

 

Ora el plato, y la jarra, de sencilla,

humildemente persevera muda,

y el orden que descansa en la vajilla

se reposa en la luz que la desnuda

Todo el callado refectorio reza

una oración que exalta la certeza.

 

La nube es un soporte, es una baja

plataforma celeste suspendida,

donde un arcángel albañil trabaja,

roto el muro, en mostrar que hay otra vida.

Mas lo que muestra es siempre un andamiaje

para enganchar en pliegues el ropaje.

 

Rudo amante del lienzo, recia llama

que blanquecinamente tabletea,

telar del hilo de la flor en rama,

pincel que teje, aguja que tornea.

Nunca la línea revistió más peso

ni el alma paño vivo en carne y hueso.

 

Fe que da el barro, mística terrena

que el color de la arcilla sube al cielo,

mano real que al ser humano ordena

mirarse ante el divino, paralelo.

La gloria abierta, el monje se extasía

al ver volar la misma alfarería.

 

Pintor de Extremadura, en ti se extrema,

dura y fatal, la lidia por la forma.

El pan que cuece tu obrador se quema

en el frío troquel que lo conforma.

Gire en tu eternidad la disciplina

de una circunferencia cristalina.

 

XXX a la luz

(Impresionismo)

 

A ti, temblor y halo del paisaje,

recortadora del perfil y ciega

para el pincel abierto que disgrega

la mancha del mar y del celaje.

 

A ti, lavado, líquido lenguaje;

dura al color que su color restriega

contra el árbol preciso que doblega

a imprecisión la copa del ramaje.

 

A ti, mano de sol, como perfecto,

denunciadora, igualadora, efecto

desvanecente de la línea pura.

 

El ala de la sombra en ti se afila.

Te quema el ser que tu cristal destila.

A ti, espejo y fanal de la Pintura.

Fábula de Aragne o Las hilanderas. DIEGO VELÁZQUEZ. 220 x 289 cm.

 

Velázquez

 

Se apareció la vida una mañana

y le suplicó:

- Píntame, retrátame

como soy realmente o como tú

quisieras realmente que yo fuese.

Mírame, aquí modelo sometido,

sobre un punto, esperando que me fijes.

 

Mediodía sereno,

descansado

de la Pintura. Pleno

presente Mediodía, sin pasado

 

Te veo en mis mañanas madrileñas,

cuando decía: Voy al Pardo, voy

a la Casa de Campo, al Manzanares...

Y entraba en el Museo.

 

... Y entraba por la puerta de tus cuadros

al encinar, al monte, al cielo, al río,

con ecos de ladridos, de disparos

y fugitivas ciervas diluidas

en el pintado azul de Guadarrama.

 

Conocía los troncos y las hojas,

la herradura en la tierra,

la huella del lebrel

y hasta esas briznas

que en las sombras no son más que el alivio

del pincel que al pasar las acaricia.

 

La majestad del cielo

sobre la melancólica

majestad de la encina que guarece

la tristeza cansada de un retrato.

Interior holandés. JOAN MIRÓ. 92 x73 cm.

 

Miró

 

Oh la O

de MirÓ

Todo en el mundo es O

 

La línea se dispara

           recta

                curva

                           zig-zag

La mano queda

aunque se va

          Punto

Todo en el cielo es punto

            Oh noche puntuada

                                Música celestial

Signos

                     Persiste el OJO

                                         Mujer

Te enamoro y escribo

con pájaros y estrellas

priapillos alados

                    patas de araña

          duentes

          rasgos de peces y centellas

         

     AEIOU

           YO

     AEIOU

 

Claro de luna

           blanco

                   azul

                          verde

                                  amarillo

                                           malva

                                                    negro

morado

El rocío matinal no está mojado

                                          Flor

Un fantasma cornudo

                      una sirena

Canta un color que escala otro color

El hilo-de-la-virgen se entrelaza

con la baba-del-diablo

Nada está fijo

 

            Vuela

El sueño se ha escapado del sueño

            Niño

            Pinta los muros al volver de la escuela

            Sin edad el diseño

 

Ladra un perro a la luna

Sale un sol asombrado

Mira un nuevo planeta escrito

                              desvelado

Algo va a suceder

Oh la O

de MirÓ

Todo en la noche es O

 

                                              Montroig

                                              Ver

Un cometa de un ojo acaba de aparecer

Guernica. PABLO RUIZ PICASSO. 349 X 777 cm.

 

Picasso

 

..............

Monstruos.

¡Oh monstruos, razón de la pintura,

sueño de la poesía!

Precipicios extraños,

secretas expediciones

hasta los fosos de la luz oscura.

                         Arabescos. Revelaciones.

Canta el color con otra ortografía

y la mano dispara una nueva escritura.

 

                   La guerra: la española.

               ¿Cuál será la arrancada

               del toro que le parten en la cruz una pica?

                    Banderillas de fuego.

Una ola, otra ola desollada.

                              Guernica.

                              Dolor al rojo vivo.

... Y aquí el juego del arte comienza a ser un juego explosivo

por Samuel Begué Bayona

 

Publicado, originalmente, en: ALJAMIA N° 12 marzo 2000

ALJAMIA es una revista editada por la Secretaría General Técnica. Centro de Publicaciones. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

Propuesto por: Embajada de España. Consejería de Educación en Marruecos
Link del texto: https://sede.educacion.gob.es/publiventa/aljamia-n-12/ensenanza-lengua-espanola/13433

 

Ver, además:

 

Rafael Alberti en Letras Uruguay

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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