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Santiago Montobbio, El anarquista de las bengalas, Biblioteca Íntima, March Editor, Barcelona, 2005, por J. A. Aguado |
Cuando escribir es un destino Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) es uno de esos poetas malditos que se juegan la vida en las palabras, de esos que en el póker de la vida apuestan por el autoconocimiento. La vida consiste en ir soltado cosas para poder vivir el presente. Sus libros son ese lastre personal de lecturas y vivencias con un trasfondo moral. Ser poeta para Santiago Montobbio es una fatalidad; escribir es un destino, no es una profesión o un trabajo. Y luego está su trabajo de docente en la UNED, primero, como profesor de Historia del Derecho y, más tarde, de Teoría de la Literatura. Santiago Montobbio es de los que creen que es mejor leer a Fray Luis de León o San Juan de la Cruz que al que te ha tocado de compañero de barrio o de generación. Como escritor coloca a su lector en un estado de completa empatía con el sujeto poético y con situaciones totalmente inscritas en lo cotidiano de una realidad que no es negra ni rosa, sino de un color cambiante, a medio camino entre la depresión y la euforia, entre la compasión y un estado de shock lingüístico. Es indudable que El anarquista de las bengalas es un logro impresionante y original que debería confirmar la reputación de un poeta con sello propio en el panorama de la lírica del siglo XXI. La muerte, el suicidio, el abandono, la soledad y el oficio de poeta son el eje temático de sus libros: “Amor y miedo extendidos como paisaje al fondo/ de una soledad sin término”. Hospital de Inocentes (1989) fue la tarjeta de presentación de un poeta que va del malditismo a la poesía narrativa anglosajona. Ética confirmada (1990), Tierras (1996), Los versos del fantasma (2003) y, ahora, El anarquista de las bengalas (2005). El fracaso. El fracaso es el tema universal de muchos poetas desde Cansinos-Assens hasta Cioran pasando por Samuel Beckett. Los versos de El anarquista de las bengalas nos deslumbran por sus logros poéticos, sus intenciones inquietantes, su perfección, su rara capacidad de seducción: independientemente de las tesis en torno al orden del universo que con los versos pretende avalar en su obra literaria, el sujeto escribe solo en la gran ciudad con todos sus “nadies” a su alrededor: “Que un abandonado disparo entre la tarde/ es la única descendencia de los huérfanos”. |
Estos versos de un poeta que oficia en la misa del fracaso nos revelan el mundo miserable y patético del poeta maldito, tantas veces rodeado, a posteriori, de la aureola de la gloria literaria. En ellos, hallamos además no pocas e interesantísimas reflexiones concretas y polémicas acerca de sus procedimientos y del genio literario: “Eso eras y eres ya el poeta a quien desheredó la vida”. En la tercera parte del libro titulada “Limbo” los versos se convierten en prosa poética. Un creador tan completo, complejo y plural como Santiago Montobbio pone orden a este gran lote de poemas. Al hablar de El anarquista de las bengalas pudiera el lector pensar que queremos sugerir que el poeta fuese un creador casual, ventolera, azaroso y desigual. No. Su poesía le lleva siempre al orden formal. Los otros límites quedan al arbitrio de la psicología interior del sujeto poético. Mejora significativamente la actitud del sujeto poético cuando adopta el que será el planteamiento esencial de su poesía: un tono íntimo y meditativo de valoración de la experiencia desde la proximidad de la anécdota: “Yo asentía. Mas no te recordaba, no sabía/ si compartimos sábanas, adioses, anillos/ y si quizá desayunamos algún día juntos las mentiras”. |
J. A. Aguado
Diari de Terrassa, Terrassa, jueves 9 de febrero de 2006
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