El fin del mundo con ella
Joaquín Doldán

El Cerro es un barrio alejado y ajeno a todo.

Quizás por eso no me extrañó la noticia que las viejas me estaban gritando en la puerta de casa.

Hacía una semana que estaba encerrado estudiando para el examen de Odontopediatría, leyendo y leyendo.

Luego del timbre, no había terminado de abrir cuando me gritaron:

-¿Leíste las escrituras sagradas?

-¡Ha llegado el fin del mundo!

Mientras las viejas berreaban no sé qué  de terremotos y contaminación, mi imaginación me veía como un vejiga encerrado , que había salido de su casa y se daba cuenta que su planeta ya no estaba , o era un gran basural o un desierto, o una batalla campal, o la sucursal de algún imperio.

Me tomó tan de sorpresa que simplemente les creí.

Cerré la puerta , miré mis libros y me dije:

-¡¿Qué hago acá?!!si se termina el mundo quiero estar con ella.

Corrí por la calle vacía , sin razonar que quizás fuera domingo o hubiera huelga general.

A una cuadra de la parada vi pasar el único autobús que me dejaba prácticamente en la puerta de su edificio.

Tanto tiempo estudiando me había mareado lo suficiente como para tomar todo como parte de las señales apocalípticas de las que hablaban las viejas.

En la esquina donde paraba el autobús hacía cruces para que me diera el tiempo para llegar a su lado. En ese momento recordé las noches de frío invierno que esperé ese dichoso vehículo azul; por suerte era de mañana y pleno verano , aunque no había terminado de pensar eso cuando un montón de nubes renegridas cubrieron el cielo y se dedicaron a mojarme.

Mientras llovía pasaban las horas y todos los medios de transporte , menos el azul ,uno a la Aduana, otro a Carrasco, otro a Saturno, cuando por fin Dios cerró los grifos, se asomó el dichoso aparato.

Al abrirse las puertas una ampolla de personas se extendió hacia el exterior , de todas  formas me abrí paso , debía llegar a la otra punta de Montevideo para ver (desde su terraza ),cómo nos quedábamos sin planeta , así como otros atardeceres habíamos visto como nos quedábamos sin sol.

Me di cuenta que no tenía plata para el boleto, lo cual me obligó a viajar medio agachado para que el guarda no me viera. Pensé que era una suerte que el ómnibus fuera tan lleno , ya que no podía subir ningún inspector  ; no había terminado de pensarlo cuando sentí el clásico:

-¡Boletos, por favor!.

Por supuesto , fue imposible que el hombre llegara hasta mi madriguera, pero el momento de stress junto con mi mojadura me hicieron sentir tan mal que se me escapó , en voz alta , un sublime pensamiento profético   .

-Creo que voy a vomitar.

Instantáneamente todo codo, rodilla o espalda que me comprimían desapareció , quedé solo en la plataforma con el sol dándome en el rostro.

Me dispuse a tener un cómodo viaje , ignorando las ahora lejanas caras que me miraban como el futuro culpable de un desastre.

No había comenzado a sonreír cuando el ronquido del motor fue sustituido por un chillido agudo y luego por silencio. Las puertas se abrieron , la gente bajaba a través del humo negro que salía desde abajo del vehículo que me iba a llevar a su lado.

No podía esperar, con los ojos irritados comencé a correr, casi no veía. Me detuve a pensar donde estaba y me di cuenta que no lo sabía.

-Voy a preguntar en esa casa.

Fui a tientas hasta la puerta y tropecé con un enanito de jardín .

-¡Perdón niño!-dije levantándome.

Entré a un templo donde gritaban :

-¡Griten hermanos el Apocalipsis ha llegado!.

“¡No, todavía no!”,pensé desesperado. No me sorprendió que la familia de esa casa estuviera tan asustada.

Seguía sin ver nada , y avancé diciendo:

-¡Permisoooo!...

-¡Pasa, hermano ¡-gritó el Pastor.

Yo pensé :”que gente amigable”.

Ya estaba recuperando la vista cuando todos gritaban algo sobre un milagro y un cieguito. De repente el tipo me abrazó y dijo:

-Y..¿Ves mejor?.

-Si ,gracias-contesté.

Fue el delirio las personas se me colgaban gritando Aleluyas; me escabullí entre la gente todavía sin entender.

Salí tan apurado mirando para atrás que no reconocí contra que me había golpeado. Mientras me levantaba creí que mi fin se había adelantado cuando vi a cinco enormes polacos rodeándome.

-¡Perdón señor no lo vi!- dije, con valentía- Soy un boludo.

-Boludo...¿you Boludo?-dijo uno probando comunicarse en un inglés peor que el mío .

-Yes me-le contesté un poco nervioso( aunque vi que la cosa era amistosa y no violadora no quería contradecirlo).

-Okey Boludo-dijo sonriendo . Y pensando que nos íbamos a comunicar fluidamente comenzaron los cinco a hablar una mezcla de polaco-inglés-castellano-coreano.

Cuando se dieron cuenta que yo estaba a punto de llorar , uno me dijo :

-¿Adónde fulky fulky?- moviendo las caderas para adelante y para atrás.

Eso lo entendí de primera, querían ir a un puticlub.

Al rato dos taxis iban rumbo a la Ciudad Vieja . Yo en uno de ellos, con tres polacos , estaba un poco más calmado porque por lo menos iba a estar más cerca de la casa de ella. El taxista me miraba sin comprender mi sonrisa.

Cuando llegamos les dije.

-Bueno muchachos ,acá está. Y les señalé un letrero que decía: “30 chicas bonitas 30”.-

-Gudbay- Y empezaba a retirarme cuando el polaco más grande me agarró del brazo , diciéndome:”¡no, no, Boludo good friend, entra fulky fulky!”.

Todos riendo me empujaron para adentro sin escuchar primero mis súplicas y luego mis insultos. No sabía como zafar.

Apenas había comenzado un “estrip- tis” cuando el aullido de mis amigos extranjeros fue interrumpido por un alboroto  producido por la policía.

-¡Vamos, Boludo, corre!- me dijo uno tirándome del brazo logrando solamente arrancarme una manga de la camisa.

Al rato, los polacos, unos borrachos , varias prostitutas y yo , viajábamos en una camioneta azul rumbo a la comisaría

Yo me iba agarrando la cabeza, no podía creer que el juicio final me pillara preso.

Noté que hacía rato o avanzábamos . Las puertas se abrieron .

-Bueno gente-dijo un policía-fin del viaje. Tuvieron suerte, hay una manifestación, no podemos pasar, así que pueden irse.

Cuando descendí , todavía desconcertado , vi un montón de maricones ocupando toda la Avenida con carteles que decían “Orgullo Gay”. Me abrí paso entre la multitud y llegué adonde había gente observando. Vi dos que se clavaron en los míos , era la madre de ella que me miraba inexpresiva.

-Hola –me dijo; no sabiendo di debía reír, llorar ,preguntar o salir corriendo .

-Este...hola –intenté poner cara de feliz.

Cuando iba a empezar mi explicación escuché unos gritos a mis espaldas :

-¡Hey Boludo, acá!.

-Creo que te llaman .- dijo con carita preocupada.

Me puse colorado como un tomate sin atreverme a nada. Los polacos insistían , yo les hice un gesto de adiós mientras le daba un beso a la desconcertada señora y comenzaba a correr rumbo a su casa.

No podía creer que estaba allí , el cielo comenzó  a tornarse naranja, casi no me acordaba el motivo que me había llevado a su lado.

Tampoco recordé, mientras subía por el ascensor, que ella siempre me pedía que no me moviera mucho en él , porque andaba mal y se rompía de nada. En el poco espacio yo caminaba nerviosamente mientras ascendía al séptimo piso.

Entre el quinto y el sexto el aparato se detuvo. Me iba a comenzar a lamentar cuando me apoyé en una de las rojas paredes sin ver el cartel que decía “pintura fresca”. Cuando me vi todo manchado le pegué un puñetazo al tablero y el ascensor reanudó su marcha.

Al abrirme , su sonrisa desapareció de inmediato al ver mi triste aspecto .

-Quiero pasar el fin del mundo contigo.

-¡¿Qué te pasó?!.¡¿Fin del mundo?!.

Me hizo entrar tomándome de la mano , me llevó hasta la ventana y me mostró la ciudad , entera, como siempre.

Cuando me di cuenta que había sido un poco impulsivo, la miré avergonzado.

Ella sonrió y nos besamos , sin ver la enorme nube negra en forma de hongo que estallaba en el horizonte.     

Joaquín Doldán

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