Bajo el camión
Joaquín Doldán

Mohamed llegó a la estación y las miradas enfocaron a su mochila. En un gesto suave, cargado de comprensión, la apoyo en uno de los bancos de metal rojo, la abrió y extrajo con dulzura uno de los tantos libros que tenía en su interior.

Comenzó a leerlo ajeno al alivio superficial escondido tras siglos de desconfianza.

El zumbido del tren lo arrancaba de las palabras. Lo hacía saltar en el tiempo hasta el día que cruzó a Ceuta bajo un camión.

En un descuido del transportista, hizo lo que tantos intentan y tan pocos logran. Llegar al otro lado. 

Se había arriesgado después de meses de intentar subirse de polizón a un barco de turistas, nadaba casi desnudo con una larga escalera y un palo buscando la cubierta, pero era imposible. Un día, ya harto de mirar al mar, de zambullirse inútilmente, de ser empujado, se coló en un camión de transporte de mariscos congelados, buscó la caja, se agarró a un hierro que cruzaba de lado a lado y se concentró a fondo. Con los brazos y las piernas enlazados. Cerró los ojos hasta que sintió la ruta correr a poca distancia de su espalda. El asfalto volaba como una fuerza negra y mortal. El rugido apenas lo dejaba respirar. El eje del vehículo giraba a pocos centímetros de su cabeza, dispuesto a triturarlo. Recuerda que cantó, que rezó, que comenzó a sentir calambres, las piernas dormidas, luego los brazos. El camión seguía impasible, incansable, dispuesto a llegar a su destino antes de la hora.

Mohamed nunca sería capaz de asegurarlo, su propia fe en los milagros, su propio carácter de comprensión ante el mundo y la naturaleza, le obligaba a una discreción que Europa no le pudo cambiar. En momentos así, en soledad, mirando pasar un tren, se atrevería, si tuviera amigos, a contar que ese día se soltó, que no podía más y sus brazos primero y sus piernas luego, se aflojaron y finalmente, se abrieron; que estaba dispuesto a dejar ir al camión y caer sobre la ruta, sabiendo que no podría sobrevivir. Así lo hizo pero no cayó. Alguien o algo, lo sostuvo bajo el camión, y así cruzo al otro lado. Flotando entre el suelo y el vehículo que lo escondía. Casi sin ruidos, solo un zumbido que pasaba, como un tren.

Joaquín Doldán

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