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Miranda y Bolívar


poema de Don Ramón de Santiago

 

 

Bajo su cielo ecuatorial ardiente,

En sus hermosas y floridas vegas,

Entro sus bosques de gigantes cedros

Y  de rojos granados;

En las salvajes cimas de sus cerros,

 

Al tronar de sus mares,

Lucha la heroica Venezuela, y lucha

Sin ventaja ni tregua,

Como si el mártir del romano circo

Con las garras del tigre combatiera.

 

Un día ese pueblo cuya sangre arde

Como los fuegos que en la noche brillan,

Sobro las crestas del altivo Duida,

Mirando a sus señores frente a frente,

¡Quiero ser libre! dijo.... Al no humillante

Que hirió su corazón en lo más sacro,

Rompe sus fierros, como rompe el potro

El fuerte lazo quo al corral lo ata,

Monta de un brinco su corcel de guerra,

Enristra denodado

De libertad la poderosa lanza,

Y el Omnímodo Rey de medio globo

El duelo acepta, y a la arena baja.

 

Al fragor de la guerra

So  estrellan iracundas en sus peñas

Del mar de las Antillas y el Atlántico

Las encrespadas olas;

Hincha su seno el Maracaibo airado,

Y en su furente curso el Orinoco,

Parece inmensa boa quo tragara

Los bosques do su orilla temblorosos.

¡Infeliz Venezuela! En vano, en vano

La mejor sangre de tus hijos corre;

Tus ligeros jinetes, tus peones,

Tus amados caudillos

Van cayendo en la lid, y sobre ellos

Seguras marchan, victoriosas siempre,

Del Monarca insultado las banderas,

Buscando aún los restos do tus héroes

En la insegura sombra do tus sierras.

 

En vano el gran Miranda,

Tu ardiente apóstol, tu primer caudillo,

El austero repúblico sublime,

El orador vehemente, el espartano,

Por la virtud, la abnegación y audacia;

Aquel que recibiera su bautismo

De sangre y fuego y libertad y gloria

Combatiendo abnegado

En las legiones del divino "Washington;

Aquel que de París el pueblo hirviente

Tuvo por pedestal en días eternos,

Y  cuyo nombro agradecida grava

En el arco triunfal de sus victorias

La veneranda Francia;

En vano, digo, en el soldado infunde

El desprecio a la muerte, el amor santo

Á la anhelada independencia, el odio

Al opresor altivo, la esperanza

Dulce y consoladora

Del triunfo final para la patria.

 

¡Ay! para dar la libertad á un pueblo,

Arrancándola audaz de entre los brazos Airados y potentes .

Do la augusta Señora de dos mundos,

No basta abnegación, valor, talento;

No bastan héroes, so precisa un genio.

El genio! el genio! sólo con tal nombre

El corazón del orbe se estremece!

En prolongado y repetido trueno

Retumba de Caracas el asiento;

Con ondulante convulsión se agita

Cual la espalda de un monstruo agigantado,

En cuya entraña ardiera

El ciclópeo calor del Chimborazo;

Como débiles mimbres so doblegan

Las altas torres del sagrado templo,

Estrellándose en polvo y en escombros

Como lanzadas por el brazo inmenso

Del dios de las tormentas;

Rásganse las murallas, caen los fuertes,

Mil moles de granito brota el suelo,

Ó se abre en surcos de azulado fuego;

Y  desde el seno que revienta en ira

De las espesas nubes

Flagela el rayo la ciudad caída.

 

De en medio a esa catástrofe espantosa

El fantasma se irguió del fanatismo

Y al aterrado pueblo amenazaba:

—De rodillas, mortales; vuestros rostros

Cubrid de polvo, y suplicad al cielo

Perdón a vuestro crimen ¡parricidas!

A vuestro Rey rebeldes insultasteis,

Y el Dios del Sinaí os aniquila!

Y aquel pueblo temblando y consternado,

Agrupándose en masas convulsivas,

Vacilantes, llorosas y humilladas,

Su grande causa, su misión hermosa

Implorando clemencia abandonaba,

Y la nube del miedo ante sus ojos

El luminoso porvenir apaga.

Mas ¡nó! quo de repente, cual si fuera

Del terremoto el genio,

Una visión surgió sobro aquel cuadro

De terrores y penas.

 

De pié sobre las moles

De la arruinada catedral, y altivo,

Y ardiente y majestuoso

Como el sublimo Spartaco

En las quemadas rocas del Vesubio,

Un joven se levanta.

Enreda el huracán su cabellera

Con el silbido de feroz serpiente;

Bajo sus plantas crujen

Las hacinadas ruinas;

Fulgura ante sus ojos la centolla,

Y  desgarra su alma

Un terrible clamor, un ¡ay! terrible,

Ultimo adiós do la ciudad amada.

 

¡Arriba caraqueños! grita ardiendo

En esa misteriosa, interna llama

Que en Mirabeau

produce la elocuencia,

Furores en Danton y en Marat saña:

Dejad para los niños el espanto;

Solo ante Dios se quiebra vuestra espada;

Sólo ante él se dobla vuestra frente;

Si  á nuestra causa la natura ciega Sus horrendos fenómenos opone,

Con ella lucharemos;

Es de los libres la final victoria!

¡Arriba caraqueños!

¡Oh sublimo Bolívar! sí, tú fuiste

Quien tronando severo en eso día

De amarguras y duelo,

De pasiones voraces y de engaño,

De sus abismos levantaste un pueblo

Con el genial arranque do tu alma,

Debelando a sus ojos conturbados

Del opresor la trama.

 

Desde entonces Caracas, foco ardiente

De la revolución, volcán activo

Quo esparciendo sus llamas creadoras

Incendiaria cien pueblos,

En el joven Bolívar vio su genio,

Su corazón, su brazo,

De su destino el dueño.

En esos días ¡ay! héroe abnegado

De la anhelada redención do América,

Caía Miranda por doquier vencido,

Perdiendo para siempre

La encantadora faz do Venezuela,

Su maternal ambiente,

Y de su sol los amorosos rayos,

Para morir al fin entro las sombras

De una prisión cruel, aherrojado

A la muralla de empapada roca.

 

Desde entonces Bolívar,

Sintiendo sobre él, sobre él tan sólo

La sagrada misión, la obra titánica

De hacer naciones de colonias simples,

Y vencer al león de las Españas,

De un puñado de mártires rodeado,

A muerte acepta la cruel batalla

Con veteranas huestes

Vencedoras temibles de Miranda.

 

España! España! ¿quién sobre tus ojos

Ligó la venda del orgullo insano ?

¿Quién en tu noble corazón de madre

Vertió el veneno de nefandos odios ?

¿No ves que si la leona en fiera rabia

De aire y de luz á sus cachorros priva

Ellos acabarán por devorarla?

 

No niegues, no, a tus hijos

Esa tan justa libertad que piden;

Ese celeste don que tú, cual nadie,

Con tanto amor, con heroísmo tanto,

Contra el romano defender supiste,

Contra el cartaginés y contra el moro,

Contra el águila franca, en cuyas garras

Suspensos estuvieron

Leyes, altares, pueblos y monarcas.

 

Recuerda, sí, recuerda

Que el ardor de tu sangre en la pelea

Lo apaga sólo de Numancia el fuego,

Las furias de Lepanto,

El heroico suicidio de Sagunto,

De Trafalgar el sanguinoso Océano.

Qué vas á castigar? tu misma audacia?

Tu instinto noble y grande

De preferir la muerte al menor yugo?

 

Demuestra, heroica España, al orbe entero,

Que si has podido conquistar un mundo

Y llevar á él tu sangre, tus costumbres,
 

Tas dioses, y tus leyes, y tus glorias,

Sabes también crear naciones libres,

Cuadro de texto:  

Como tú libres, y cual tú grandiosas.

 

Pero es en vano ya! Cuando los pueblos

Víctimas son de inveterados vicios,

De atrasadas pasiones y creencias,

Anhelando alcanzar mayor renombre,

Toman por ascensión a altos destinos

El descenso fatal de su grandeza.

 

Todo es inútil ya! Desde el Atlántico

Hasta los pies de los soberbios Andes,

Del Amazona al mar de las Antillas,

Nueva Granada, Quito, Venezuela,

Del gran caudillo á la palabra ardiente

Océanos son de furibunda guerra.

 

En mil cadalsos se alzan

Altares a la muerte,

Y al concluir el batallar furioso,

El demonio feroz del exterminio

Sobre el sangriento campo

Ultima los vencidos.

 

Sucédense los triunfos y derrotas;

Los cantos de alegría en la mañana

Son ayes de dolor al caer la tarde:

Ya las grandes victorias

De Búrbula, Cucuta, San Mateo,

Horcones, Magdalena,

Se oscurecen y olvidan

Ante el desastre horrible de La Puerta.

Pero entonces Bolívar, aun más grande

En la desgracia que en el mismo triunfo,

Cubierto aún del polvo de la guerra,

Ante el Congreso de Granada exclama:

No soy ya vuestro genio.. ..

Sucumbe Venezuela... . estoy vencido....

Juzgadme y castigad: soy vuestro reo.
 

Mas no lo juzgareis, no, granadinos:

Ese hombre excepcional, rayo en la guerra,

Humilde ante la Ley, cuya constancia

En su admirable corazón se afirma,

Con más poder quo el gigante Sorata

Sobro su eterna base de granito,

En su cabeza poderosa lleva

La libertad de América,

Y antes faltara al sol de Venezuela

Su inmensa luz creadora

Que el renunciar a su potente idea.

            ************

Cae de nuevo Caracas bajo el yugo,

Y más tarde también Nueva Granada;

Luego la hermosa y desgraciada Quito...

Ya todo sucumbía

Ante las armas del feroz Morillo.

¡Ah! Bolívar entonces encerrando

En su afligido pecho

La idolatrada imagen do su patria,

Y llevando al destierro

De libertad la sacrosanta llama,

Con más ahínco, con mayor constancia

Bienes, salud, placeres y familia

Á su imperiosa idea consagraba.

 

Viuda de su caudillo Venezuela,

En paz de tumbas llora subyugada.

¿Quién a su paso alumbrará amoroso

La nueva senda de anhelada lucha?

¿No volverá á volar sobre sus campos

La tricolor bandera,

Ni brillará jamás sobro sus playas,

En sus montes y vegas

La espada do Araure y Santa Marta?

No, Venezuela, no; los tiempos llegan

De heroica redención y de victoria.

Ya la cruz funeral de tu Calvario

Cual esplendente sol se enciende, brilla,

Y hasta las nieves de tus altos picos

Con poderosos rayos ilumina.

 

Para la audaz, valiente profecía

Que al rostro de los Reyes

En las temblantes ruinas de Caracas

Bolívar arrojó, la época viene.

 

¿No sientes ya de su bridón de guerra

El delirante relinchar, y al golpe

Del fuerte casco en la carrera ardiente,

No vos surgir tus hijos

De libertad resucitados Lázaros

A la voz del caudillo?

 

¡Escucha, Venezuela! A tus montañas

Los ecos llegan del canon tonanto...

Es Boyacá quo marca

En el cuadrante eterno do los siglos

Nueva Granada como pueblo libre,

Dueña y señora de su gran destino.

 

Pero más cerca aún, cual si en tu seno

Celestiales acordes resonasen,

¿No sientes esa voz potente, altiva,

Como la voz del Niágara,

Consoladora y dulce como el eco

Do tus vegas y playas ?

 

Levanta, Venezuela, y visto pronto

De pueblo rey tus relucientes galas,

Quo ya la libertad sus himnos canta

Sobre el campo inmortal de Carabobo.

 

Mas ¡no! demora tu alegría anhelada

Pues nuevo batallar tu alma atribula.

Espera !,.. . escucha!.... entona,

Entona al fin tu cántico do gracias,

 

Quo ya se irgue de su atroz martirio

En Bombona y Pichincha

Libre por siempre la valiente Quito.

Y de esas cuatro homéricas jornadas

Surge grande Colombia, nombre excelso

Conque el genio de América triunfante

Repara la injusticia

Que Europa hizo al genio de los mares.

¿Del gran Bolívar la epopeya acaba?

¿Tanto laurel para su frente alcanza?

Mil veces no; porque del mártir Inca

La patria libertada

Por el Gran Capitán de Chacabuco

Se ve en peligro y á Bolívar llama.

Llega, combate, vence,

Y de Junin el eco al mundo pasma.

Junin! Junin! Esplendorosa página

De los fastos do América;

Desesperada guerra de titanes,

Espantoso bramar do león que lucha,

Batalla griega en campo americano,

Donde espadas y lanzas despreciaron

Los rayos del canon, y cuya gloria

Vencedor y vencido se disputan.

 

Y después do Junin, allá, más lejos,

El campo do Ayacucho,

De el último Virrey rinde su espada

A la sombra gloriosa

De la bandera que flameó Miranda.

Y después más allá, allá en las faldas

Del soberbio Ulimani,

Una nueva nación, Bolivia hermosa,

Con sus entrañas de fulgente oro,

Sus legiones do cerros,

Sus ríos como mares,

 

Su perfumada flora

Y la rojiza luz de sus volcanes.

¡Basta, Bolívar, basta!

Que ya para un mortal tu gloria sobra;

Los Andes acumula,

Titán de libertad, escala el cielo,

Que solo allí la encontrarás más grande

En este mundo sublunar ninguna.

 

Titán de libertad, escala el cielo,

Que sólo allí la encontrarás más grande;

En este mundo sublunar ninguna.

poema de Don Ramón de Santiago

Anales del Ateneo del Uruguay

Año II - Tomo V - Nº 24

Montevideo, 6 de agosto de 1883

 

Texto digitalizado y editado por mi, Carlos Echinope, editor de Letras Uruguay. Se agrega imagen.  echinope@gmail.com - https://twitter.com/echinope fb https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

Inédito en el cyber espacio mundial al 21 de noviembre de 2016.

 

 

 

 

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