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El sueño duplicado
Hugo de los Campos

Habían pasado muchos días desde el accidente. A pesar de los intentos una y otra vez fallidos, ellos seguían en la misma situación inicial. El lugar les era desconocido, su geografía les resultaba extraña, la soledad era absoluta, y no atisbaban ninguna salida.

Para no pasar la frontera de la desesperanza, centraban voluntariamente sus pensamientos, en las originales condiciones de aquel territorio, en el cual abundaban los torrentes de agua límpida fresca y clara, repletas de  peces, y en la tierra pequeños animales, fáciles de atrapar. Había una gran cantidad de frutos en los árboles que les rodeaban.

El clima era agradable de modo que la sobrevivencia estaba asegurada. Esas circunstancia disminuían su apremio, pero a la vez les llenaba de preguntas. Porque el naufragio a ellos los había dejado en aquel lugar?. Era una especie de pequeño paraíso cuyas bellezas servirían como para invitar a visitarlo. Se debería interpretar como una desgracia o como un premio ?

Nunca lo sabrían.

No obstante algo era fatal, habitaban en una cárcel hermosa, pero cuyos limites no conocían, y en cuanto a encontrarlos, pasado ya muchos días sin el menor signo de ello, comenzó a nacer el  desaliento.

Ese día, cansados de intentar un camino de salida que les era negado, decidieron quedarse en el lugar, recuperando fuerzas para nuevas tentativas.

Conversaron largamente.

Muy entrada la noche, sin descifrar el enigma, ambos fueron a descansar en el rudimentario refugio que habían construido.

A la mañana se levantaron confundidos. Mas lo estuvieron cuando cayeron en cuenta que habían soñado lo mismo. No era de creer, pero así había sucedido. Alguien sin porte ni figura, les  hablaba desde dentro de ellos mismos, como tratando de que miraran con ojos atentos, para salvarse y encontrar la salida de lo que realmente habían perdido. Lo extraño que mientras lo hacia les sugería dos escenas, que por infinita cantidad de veces se repetían, y pasaban por delante de ellos, la primera en donde se reflejaba el lugar geográfico en el que estaban, y la segunda que los mostraba a los dos solos, sin circunstancias de lugar ni de tiempo, y buscando desesperadamente, hacia los dos costados, el sendero de salida.

Perplejos y desconcertados trataron de encausar razonadamente ese mensaje duplicado , de principio tan insólito como inentendible.

No lo lograron, de modo que volvieron a la búsqueda del camino ignoto.

Otra vez volvieron a marchar juntos, uno mirando hacia el lado derecho y otro al izquierdo. Sus cabezas rotaban para tratar de descubrir algo en el espacio lateral que sus ojos cubrían. Pasada mas de una hora, se cambiaron de lugar, el que miraba a la derecha paso a vislumbrar a su lado izquierdo y en contrario el otro.

Al anochecer estaban agotados. Casi no comieron en la desesperación de dormir.

Al despertar, cada uno miró al otro con el temor de que hubiera sucedido lo mismo. Así fue. Entonces decidieron que ese día no saldrían, y lo ocuparían solamente tratando de comprender el encubierto artificio.

Uno dijo – “ Tal vez la soledad y los fracasos de encontrar una salida, nos esta introduciendo en una forma de delirio”-

-“ Descartemos ese tipo de hipótesis y toda otra semejante”- contesto el compañero- Solo la deberíamos de tener en cuenta si le pasara únicamente a uno”-

-“No-le contestó el primero- hay veces  que , mediante mecanismos fundamentalmente bioquímicos, se induce en las células cerebrales una respuesta determinada. Para mi es una misma señal que se transmite a ambos”-

“- Perdemos el tiempo buscando respuesta a una cuestión metafísica” –razonó el segundo-

Por un tiempo prolongado les ganó el silencio.

Luego comenzaron a razonar el que si bien una escena mostraba el lugar en que estaban perdido, la otra era indescifrable, pues en esa solo aparecían ellos, también perdidos.

Y las imágenes  se sucedían una a la otra, rítmicamente, dentro de un tiempo que se les ocurría eterno.

Sin acordarlo, al no poder abordar el enigma, comenzaron a hablar de sus existencias, como buscando – era inconsciente para ellos – hallar un elemento común que explicara la identidad onírica.

Lentamente, y sin saber bien como abordar el asunto, iniciaron  el diálogo buscando encontrar el significado de los idénticos sueños

Hablaron durante muchas horas, y las coincidencias sellaron la amistad. Repasaron sus vidas. Eran de edad similar y sus existencias  de un acontecer normal, que hasta el momento no  les habían causado mas tribulaciones que las comunes a un existir.

Cada uno tenía dos trabajos, y de ellos obtenían ingresos como para llevar un trajinar desahogado.

Sus ocupaciones  les insumía mucho tiempo. De eso se quejaba su familia. Ellos les explicaban la importancia de lograr ingresos que les aseguran lo mas primordial, el techo propio, un auto , el desahogo con que podían vivir, y la posibilidad de dar una buena educación de los hijos.

Para el decir común, no les faltaba nada.

El asunto fue, el que luego de narrarlas los abrazó el silencio.

No había nada mas que decir. Por vez primera percibieron los límites de sus horizontes estrechos. No lo habían pensado nunca, pero en verdad de esos relatos solo podía concluirse que ambos solo “sobrevivían” razonablemente. Repasaron una y otra vez el transcurrir de sus días, regulares, normales, y recién los veían, tediosamente repetidos. La cotidianidad de cada día, igual al anterior y al que sobrevendría, los hacia sentir como en una prisión

Retrocedieron hacia su juventud, y allí recordaron sus sueños, vigorosos, pujantes, nutridos de esperanzas gozosas, que fueron aletargándose hacia el comienzo de la madurez, y terminaron desapareciendo lentamente, casi sin conciencia de ello.

Vieron que les faltaba algo. Aquello que contiene el alma y el espíritu, pilar fundamental de la vida, no tenía ningún espacio en ellos. Lo nutrían todo en las cosas materiales.

Les pareció que se hermanaban. Ahora si el lenguaje tocaba a lo esencial. Habían asumido que sus vidas debían cambiar dándole cabida a los sentimientos, permitiéndose abrigar esperanzas y creyendo en cosas que no se ven, y eso se los trasmitirían a sus hijos, de modo que les darían, además de buenos estudios pagos en los mejores colegios, la gratuidad del crecimiento interior, única forma en la podrían  traspasar las verdaderas puertas de la felicidad.

Prontamente volvieron a centrarse en el hoy. Para vivir y transmitir aquella riqueza que encontraron, debían seguir buscando la salida de aquel lugar. Pero se sentían mas fuertes. Comenzó a crecer en ellos otra interrogante. De que forma podían lograr esa transformación, cual seria el instrumento que les permitieran lograr el cambio.

No ocuparon mucho tiempo en ese asunto, pues no había duda, de que lo primero seguía siendo, encontrar la salida de la isla.

Comieron algo, y fueron a dormir para comenzar, nuevamente el camino que los entroncara con el mundo. Lo otro lo buscarían después.

Despertaron cuando despuntó el sol.

Ya se habían acostumbrado. Antes que nada, compararon sus sueños. Eran nuevamente iguales pero con una extraña variante.

En una escena incomprensible, aparentemente sin ninguna relación con los sueños anteriores, aprisionando con fuerza la rama de un árbol, había un ave rapaz , con plumas de estructuras queratinosas que cubrían su piel, y la protegían del agua y el frío.

Su vistosidad no era hermosa, y se parecía a un camuflaje, tenia un color gris con parte de blanco  y algo de rozado en su pecho. Sus grandes ojos estaban en sus costados, distantes entre ellos y su cabeza era de una limitada capacidad de movimiento.

Tanto que tenía que girarla toda, para mirar a los dos lados.

Encima de ella tenía como dos triángulos emplumados que parecían dos orejas. El pico era totalmente curvado y aplacado sobre su rostro. Su mundo estaba limitado a lo que a sus dos lados veían y al suelo.

Era un búho.  

Los dos se miraron sin decir palabras, porque habían entendido. Pero no se atrevían a decirlo. Que habían hecho ellos para salir de aquella prisión sino mirar hacia los costados. Que habían hecho en sus vidas materialmente  solventadas, pero espiritualmente vacías. Lo que el búho. Mirar hacia  sus costados y hacia el suelo, Se habían  habituado a ignorar el horizonte. Y con ello restringieron el encuentro del camino  que los haría salir de aquel lugar, y limitaron la  totalidad de sus vidas a los confines estrechos de sus entornos.

Comprendieron el mensaje del sueño alucinado.

Ellos estaban atrapados, no solo por el lugar en el que desde la tragedia habitaban, sino en sus vidas mismas.

Instintivamente miraron hacia donde nunca lo hacían, en esa isla para encontrar la salida, y en sus existencia rutinarias, para trascenderla.

Y los dos juntos sin mediar acuerdo, levantaron la vista para observar el cielo.

Sus ojos se embelesaron ante el diáfano azul ilimitado, el espacio infinito en donde se movían los astros, esa especie de bóveda imaginaria, sobre la cual se encontraban y desaparecían, el sol, las estrellas, los planetas y la luna. Quedaron absortos en la contemplación de las constelaciones.

Ambos comprendieron que al institucionalizar sus vidas, se había evaporado su verdadera esencia, y que sus constantes miradas hacia los costados, limitaba su existir a la inerte rutina.

Ahora habían encontrado el horizonte infinito que superaba lo mundano mas allá de sus limites naturales y se desligaba de ellos.

Gozosos contemplaron por mucho tiempo lo trascendente y comprendieron que si lograban salir de allí, sus vidas se transformarían, saldrían de la inercia que los aprisionaba, y  con nueva savia gozarían de espacios de libertad. Sintieron que habían caído para siempre, los mojones que los aprisionaban. Entonces con animo renovado, se dispusieron a descansar esa noche, para reiniciar, ahora con un poderoso entusiasmo, la salida de aquel lugar.

Al otro día, al amanecer, encontraron el camino.

Hugo de los Campos

drhdlc@gmail.com
De "El Océano Primordial y otros cuentos"

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