La metáfora del río en la post-modernidad
Por Leonardo de León

La concepción que considera a la literatura como palimpsesto, como una construcción sintáctica que se construye a partir de vestigios de una producción escrita precedente; es recurrente en el imaginario colectivo. Quizás, una de las demostraciones más agudas de esta concepción sea una de las conferencias articuladas por Jorge Luis Borges en la universidad de Harvard en 1967. Aquí se exhibe la limitante temática de la vastedad comunicativa de la literatura. Borges reduce todas las metáforas utilizadas a lo largo de la historia de la escritura en un noble y reducido acopio de fórmulas. Una de esas metáforas que constituyen el acotado conjunto mencionado es la del tiempo como un río.

Así, al igual que el río, el tiempo fluye, inexorable. Borges menciona a Heráclito que manifiesta: “Un hombre no baja dos veces al mismo río”; Jorge Manrique diría siglos después: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”, incorporando otra metáfora que presenta una asociación temática entre la inmensidad del mar, y las magnitudes agigantadas que la sensibilidad del  ser protagoniza al enfrentarse a la fatalidad. Para seguir exponiendo ejemplos que corroboran esta reescritura constante de temáticas persistentes, podemos mencionar la novela “Orlando” de Virginia Woolf, donde el protagonista goza de la inmortalidad, una estado que se evidencia en el escenario que lo circunda, pues existe un río cercano que se describe congelado. El personaje es inmortal, y por lo tanto, la fluidez del agua que simboliza el paso del tiempo debe estar necesariamente estática, detenida.

Si fusionamos las dos posturas precedentes, podemos realizar una análisis interesante sobre una postura manifestada por Rosa Montero en su nuevo libro “La loca de la casa”, que encuentra equivalencia en un mismo pensamiento explicitado en la canción “The thin ice” perteneciente al álbum “The Wall” del grupo británico Pink Floyd. En ambos casos se reflexiona respecto a la inserción de los humanos en la post-modernidad, y se utiliza una misma metáfora: la del hombre que patina sobre una delgada capa congelada, hasta que esta se resquebraja y el hombre se hunde. Nuevamente es manifiesta una intención análoga de sensibilidades, el palimpsesto del que hablábamos al comienzo. Posiblemente, la metáfora en cuestión puede referirse al ser humano actual que vive en un estado de inconciencia respecto al paso del tiempo, viendo al río de la vida como congelado, considerando al tiempo como un elemento estático que nos permite entretenernos, que nos provoca un sentimiento de superioridad ante el mundo y su compleja maquinaria. Pero en ese juego de ignorancia, el ser se enfrenta al resquebrajamiento de una ilusión, y culmina sumergiéndose en la corriente temporal que no ha cesado de fluir por debajo de esa delgada capa congelada y engañosa.

Una postura interesante, que mentes diferentes, en lugares diferentes, comparten. Quizás el lector haga lo mismo, o de lo contrario posee la libertad de continuar patinando.

Leonardo de León

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