Prólogo a "El segundo nacimiento de la rosa"
Juan Carlos Legido

Me sucedió frente a este "Segundo nacimiento de la Rosa" - justamente por la reiteración de un vocablo que aquí adquiere, valor simbólico -recordar las variantes de la primera declinación latina: rosa, rosae, rosae, rosan. . Pero ¡cuidado! que esto nada tiene que ver con alguna asociación de tipo gramatical sino por las posibilidades de expansión que tiene la palabra rosa, en muchas más direcciones que el nominativo, genitivo, dativo y acusativo del vocablo, del que no es necesario poseer una imaginación exuberante para vincularlo con fragancia, juventud, sexo femenino, amor, vida y tantas otras cosas de signo parecido. Existe, por otro lado, una larga tradición literaria de la rosa que hace innecesario consultar libros:

"en tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto

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marchitará la rosa el viento helado (Garcilaso)

Y en la tersa arena

cerca de la mar

tu carne rosa y morena

súbitamente, Guiomar (Antonio Machado)

o el ejemplo de una de las primeras novelas de la literatura francesa: "Le roman de la rose" o una de las últimas de la italiana: "En nombre de la rosa". 

Está demás aclarar que no pretendo trazar en las escasas líneas asignadas a un prólogo el feliz itinerario que ha tenido la rosa y sus derivaciones en el campo de la literatura. Me voy a referir en esta nueva entrega lírica de Rosa Dans. Donde, por supuesto, la rosa (nombre propio convertido en una señal de identidad) tiene un lugar significante o, mejor aún, adquiere el sentido de "significante":

Aquí traigo seis rosas

                            las elegí en el Alba

por eso es que derraman un olor imprevisto

más un imponderable que les pesa a los pétalos

y llamaremos Muerte

Porque quien piensa en rosa -plenitud, vida, no puede dejar de pensar en su fatal contracara: rosa - decadencia, muerte. Y, claro, esta vieja compañera del hombre está presente, como lo está en toda la poesía lírica, que posea un agudo y absorbente sentimiento de temporalidad:

¡Salve! Muerte modesta, feroz, socarrona

que tachas el pasado

como si fuera falso novelón imposible

de remiendos urgentes

y que exiges más carne, más sol

más pensamiento

Obsérvese la manera original, personal que posee este saludo a la Muerte, Personalidad, originalidad que se deslizan a lo largo de este pequeño volumen:

Debo cerrar mi bolso en la heladera

para que inverne al sol de mi recuerdo..

Si los eternos mitos de la humanidad entreverados entre los enseres cotidianos. Y asociando recuerdos -para seguir el hilo de la última palabra de un texto que citábamos- puedo evocar de manera particular la noche en que nos reuníamos casi clandestinamente un grupo de escritores para hacer de cuenta que la idea, la palabra, la poesía no habían muerto de sed en el desierto que cultivó (¿y acaso no es posible cultivar desiertos?) la dictadura, aun moribunda, en los primeros años de los ochenta. Fue una de aquellas noches que aposté (otros ya lo habían hecho) por el perfil poético de Rosa Dans en ocasión de la presentación de "Canto de la Dulcísima Tristeza". El tiempo, desde entonces, creo que ha hecho madurar esta rosa como para que ahora asistamos a su segundo nacimiento.

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Juan Carlos Legido

(La Paloma, octubre 1989)

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