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El poeta: Épico - Romántico - Lírico - Popular. 
"Andresillo", un poema perdurable y universal.

 

Carlos Roxlo - Estilo y destino de su vida
Ángel María Cusano

 

UNA OBRA DE AMOR

Penetremos en la obra de Carlos Roxlo.

Imposible desvincular su completo plan de legislación social -el primero y más alto creado en el Uruguay- del poeta romántico. La obra de Roxlo es una obra de amor. De amor exuberante a la tierra, con su carga de vida. A la tierra oriental, con su historia, con su drama y sus leyendas, con sus hombres, con sus mujeres, con sus niños, con sus colinas y sierras, con sus cuchillas y sus llanuras, con sus bosques, con sus ríos y sus arroyos, con sus pájaros y sus flores, con sus árboles y sus pajonales, con sus mariposas y sus "bichitos de luz"...

ORACIÓN A LA PATRIA

Extraigo de la prosa sonora de Roxlo, una página desconocida casi. No me sustraigo a la tentación de leerla íntegramente. Ella define en forma de oración a la patria, con raíces limpiamente panteístas, esa devoción intensa, inquebrantable y ardiente, al solar natal. Oigámosle: "Dios te guarde, tierruca donde nací, reina de mi albedrío, señora de mi amor, nodriza de mi numen y placer de mis ojos. Llena eres de gracia en tu cielo azul, en tu sol de púrpura, en tus cuchillas con contornos de seno rebosante de miel, en tus montes preñados de eglógicas endechas y vírgenes perfumes, en tus aguas que corren bajo cortinas de sauces verdiargénteos, en tus praderas con tapices de yuyos vigorizadores y hasta en lo oscuro de tus entrañas donde se crían el carbón junto al ópalo y el oro junto al mármol.

"Bendita eres entre todas las naciones americanas, las de gorro frigio, las de evangelio republicano, por tu indómita bravura en la guerra, por tu incansable trabajo en la paz, y también son benditos los frutos de tu seno, hidalguía en el hombre, pudor en la mujer, música en la calandria, cinamomo en el árbol, pureza en la fuente, panoja en el maizal, espiga en la era, racimo en la vid, carne con gusto a trébol en la res vacuna y sedosos vellones, como lampos de nieve, en los ovinos de manso mirar. ¡Dios, que es contigo, coloque en tus hombros alas para subir a encender la luz del astro de tus banderas, en la luz sin eclipses del sol de futuro, tierra de promisión, jardín del milagro, edén sobre el que caen los balcones del cielo, órgano místico donde Latorre lloró las clarinadas enronquecidas de Catalán y rústico altar donde Lavalleja rezó las salves libertadoras de Sarandí!"

"¡Haz que en ti creamos y en ti adoremos ahora y en la hora de nuestra muerte! ¡Haz que en ti confíen y en ti idolatren, como nosotros, los nietos de los nietos de tus hijos de hoy! ¡Haz que así sea por siglos de siglos, eternamente, hasta el fin de los mundos, oh patria en cuyas cumbres los pamperos redoblan el nombre de Artigas!"

EL PRIMER POETA SOCIAL

Roxlo no era católico. Su invocación a Dios abarcaba un concepto de absoluto dentro de ese fervor, propio de un griego antiguo, por la naturaleza madre.

Toda su obra es amor. Todo es amor en sus cantos. A la epopeya inicial de nuestra independencia, a los caudillos, a su divisa...

Sólo a los poderosos no les canta. Rebelde a todo yugo externo o interno. Ni cadenas de hierro ni cadenas de oro le ciñeron jamás. Su verso fue siempre libre. Les canta a los humildes, a los vencidos, a los pobres de toda pobreza material. El fue también, a través de las etapas de su vida azarosa, supremamente pobre de bienes terrenos, pero sin abatir, bajo el apremio de urgencia alguna, la señorial dignidad que fue su blasón. Quienes le conocieron de cerca, como el doctor Luis Alberto de Herrera, que mantuvo con Roxlo una fraterna amistad, me han descrito su habitación modestísima, con muebles destartalados y lecho digno de un fraile trapense. Y libros, cantidad de libros, centenares de libros que Roxlo por milagro obtenía en un medio naturalmente escaso de material novedoso, seleccionado y serio. Libros españoles, ingleses, franceses, italianos, fuente de la cultura vastísima, un tanto desordenada pero inmensa, que Roxlo poseyó.

Su infinitiva piedad ante el sufrimiento, no se detenía sólo en los seres humanos. Un perrito herido y abandonado movía su emoción semejante a la del "poverello" de Asís. Marchaba con el perrillo a cuestas. "No pude dejarlo sólo en la calle, cariño!..." Se justificaba humildemente con los íntimos, pidiendo perdón por su ternura tan fina. Su vida calcada en sus versos, sus versos plasmados en su obra, tienden a curar, a redimir. Más que ningún otro, es el primer poeta social de nuestra tierra, con la diferencia, siempre en favor suyo, de que mientras otros buscan la redención por el odio y la lucha de clases, él apoya a los oprimidos, los estimula, les crea banderas de liberación, pero no olvida nunca llamarles al camino de la fraternidad.

CANTO FRATERNO

He aquí dos párrafos de su poesía, "A las justicias rojas", que marcan esa ruta clara:

          "Persuadid, no mateis. El asesino, 
el que recurre al crimen, 
le roba a la Verdad lo más divino 
que tiene la Verdad; la confianza 
en su fúlgida luz. Los que redimen 
nunca ponen su encono en la balanza 
del tribunal sereno del Futuro. 
¡El Porvenir debe irradiar más puro 
que la lumbre del sol! ¡Sed esperanza, 
nunca tea o puñal! Sed como Cristo 
que bendice la cruz. Sembrad amores, 
como cría perfumes la azucena 
y el espinillo se deshace en flores!"
........................................................

Y, agrega, con ese tono de paladín del amor fraterno que fué su penacho, tan noble y digno como el otro que Edmond Rostand coloca sobre la frente y la vida de su inmortal Cyrano:

          "Yo veo el porvenir de otra manera, 
y lo veo mejor que la mirada 
del asesino, que reluce fiera 
bajo la augusta bóveda estrellada. 
¡Lo que viene es amor, amor profundo 
hasta para lo vil! ¡Es la preciosa
metamórfosis que hace del gusano 
una apolicromada
camelia de los huertos del verano,
una grácil y dulce mariposa!
¡El futuro es amor! ¡Envaneceos, 
seres del porvenir! ¡ Será más pura 
en vosotros la sed de los deseos 
que los diamantes de la noche oscura! 
¡Paso al bien, paso al bien que es llamarada 
en la Verdad y amor en la Hermosura! 
¡Nunca matéis! ¡Mi padre lo decía, 
y mi padre sabía
el secreto más hondo, el mas bendito,
el último secreto que murmura
la voz del Porvenir en lo Infinito!..."

UN BREVE PARENTESIS: HUDSON Y ACEVEDO DIAZ

Roxlo vivió el drama autóctono; el drama de nuestra evolución político-social, el drama de la lucha por las conquistas civiles; por eso Roxlo comprendió y encarnó tan profundamente en lo nuestro.

Voy a trazar aquí un breve paréntesis.

Tengo esbozado un tema de conferencia que quizás algún día haré público, en el cual establezco una línea comparativa entre un ilustre escritor, novelista, poeta y naturalista argentino, hijo de norteamericanos, Guillermo Enrique Hudson, que escribió sus libros en inglés y cuya fama maduró en Inglaterra, autor, entre otras obras universalmente conocidas, de una celebrada novela, "The Purple Land" -"La Tierra Purpúrea"- y nuestro gran novelista nativo, Eduardo Acevedo Díaz.

Respetando, claro está, la dimensión intelectual de Hudson que críticos de renombre -no se si excesivamente aventurados- colocan al propio nivel de William Shakespeare, yo sostengo su ignorancia total, su desconocimiento absoluto, frente al hombre típicamente nuestro, al criollo oriental o, si se quiere, al nativo de la cuenca platense. Su mentada novela tiene por escenario el Uruguay y se desarrolla en un período que puede presumirse al término de la guerra de 1870. Los personajes protagónicos de "La Tierra Purpúrea", más que caudillos y soldados de la epopeya de Timoteo Aparicio, asemejan, por su psicología, héroes de Walter Scott. El General Santa Coloma, figura central de la novela, tiene rasgos de Robin Hood, pero no la fisonomía espiritual de los montoneros hispano criollos. Es que el idioma, la cultura y el propio temperamento, de raíz sajona, resultan barreras demasiado difíciles de superar. Pinta magníficamente la tierra, las aguas y las plantas. Describe en forma admirable la fauna alada, siguiendo el camino de Félix de Azara, aquel aragonés aventurero que, tal como lo hicieran el Conde de Buffon en Europa y entre nosotros el sabio sacerdote patriota Dámaso Antonio Larrañaga, realizó en las márgenes del Plata, un acabado estudio sobre ornitología vernácula en su "Historia natural de los páxaros platenses". El paisaje pintado por Hudson está colmado de color y luz, prodigados con entusiasmo. Pero Hudson no percibió al hombre; lo ignoró. Puso en él su vista sin comprenderlo. No logró romper la valla de su exterior áspero y adusto. No relacionó con la naturaleza bravía de estas tierras, con el medio selvático, ni, principalmente, con la época embrionaria de nuestra formación civil -como lo hubieran hecho el inglés Buckle o el brasileño Euclides da Cunha- esa especie de determinismo trágico que obliga al criollo a desenvainar el puñal o a blandir la lanza para ir labrando -intuición pura- en un clima hostil y primitivo, los contornos de una gallarda nacionalidad que hoy nos enorgullece. El nativo fue un enigma para el escritor sajón. No violó éste sus secretos. Por eso, honradamente, con toda lealtad, aún cuando resulte paradojal, falseó su carácter y traicionó la definición de sus impulsos.

PROTAGONISTA Y N O ESPECTADOR

En cambio Acevedo Díaz, arraigado por su estirpe, por su tradición y por su lucha, a nuestro drama, descubre el oculto resorte vital de los antepasados. El sabe a ciencia cierta porqué pelean, porqué matan, hasta porqué degüellan los orientales, que no son solistas en el concierto sangriento americano, ya que le hacen coro en todos los matices, argentinos, brasileños, paraguayos y un poco más lejos, las huestes de Bolívar y sus herederos, en Colombia, en Venezuela, en Ecuador...

De ahí que los verdaderos retratos espirituales de gauchos y criollos, conductores y jefes, caudillos o soldados, Artigas, Oribe, Lavalleja, Rivera, en la realidad, o seres de ficción como Ismael Velarde, Luis María Berón; Tacuabé y Cuaró, los bravos charrúas patriotas; Jacinta y la Sinfora, mujeres heroicas, de leyenda, surjan todos como de un broncíneo bajo relieve, duros pero veraces, brutales pero justicieros, inflexibles en el bien o en el mal, movidos por una avasalladora fuerza cósmica; maravillosa sinfonía cuyas llaves centrales son el sacrificio y la muerte.

"Ismael", "Nativa", "Grito de Gloria", "Soledad", "A lanza y sable", integran la obra, el trabajo revelador de Acevedo Díaz. Porque yo sostengo que para sentir el pulso de esta tierra moza y trágica, viva y caliente, en el parto tremendo de una nacionalidad, hay que ser protagonista y no espectador.

Cierro el paréntesis que pecó por extenso.

ROXLO Y SU MODALIDAD LITERARIA. INJUSTICIA DE ALGUNOS CRITICOS

Volvamos a Roxlo que fué protagonista siempre en el drama que viviera y cantara y jamás espectador apacible. Busquémosle en sus versos sonoros, en sus versos musicales, en sus versos tajantes, donde junto a la cultura clásica y al purísimo lenguaje castellano, brota la arteria criolla, roja y palpitante.

Ciertos críticos, ciertos Aristarcos uruguayos, fueron implacables hasta la crueldad con la obra literaria de Roxlo. Impulsados unos por la rivalidad profesional y otros por la pasión política, cargaron las tintas en los juicios, olvidando toda ecuanimidad. Vieron en la obra lo epidérmico, lo fácilmente atacable, la hojarasca de la cual pocos escritores de producción numerosa logran salvarse, pero no percibieron o fingieron no percibir lo sustancial, lo permanente; olvidaron a sabiendas que la época en que Roxlo actuó fue, sobre todo en los pueblos de habla española, la época de un romanticismo verbalista que condenaba a poetas y escritores a las formas alambicadas, obligándoles a sacrificar la expresión sencilla, los sentimientos puros y las imágenes claras, a la hueca sonoridad de las frases plagadas de citas clásicas, inundadas de dioses y diosas del Olimpo, amén de la forzada e inútil extensión de los poemas y capítulos.

LA HERENCIA DEL SIGLO...

Era la herencia del siglo. Calderón de la Barca, Lope de Vega, Luis de Góngora, Teresa de Jesús, y tantos otros maravillosos artífices, batieron con su ingenio el oro del idioma. Alonso de Ercilla le dio el acento épico con su "Araucana". Gustavo Adolfo Becquer el soplo romántico de sus "Rimas". Pero en enfermizo concierto que invadiera América, José de Espronceda, José Zorrilla, Ramón de Campoamor y Gaspar Núñez de Arce, con toda la falange de discípulos, -la mayoría mediocres y no pocos pésimos- marcaron en el medio donde incidieron, una tónica poética rebuscada, endeble y falsa. Para perdurar entonces, necesariamente había que poseer esa musicalidad interior, don sagrado, que los dioses otorgan a los verdaderos poetas. Y Roxlo perduró porque fue, venciendo las tendencias deleznables y las escuelas efímeras, integralmente poeta, en lo noble y lo permanente, en lo que tiene raíces hondas. Ciertos críticos de entonces, lo repito, fueron tremendamente injustos con la obra de Roxlo; más que sus propias faltas, le atribuyeron la responsabilidad de los pecados literarios de una época. Si ese severo rasero se aplicara a la poesía contemporánea y a sus cultores, cuán pocos podrían eludir el juicio severo que los acusaría, entre la maraña de extraños "ismos" y neo sensibilidades, de oscuros, grotescos, perturbados, incoherentes y vacuos! También aquí cabría el inmortal desafío de Cristo a los soberbios: "Quien se considere exento de culpa...."

EL JUICIO GENEROSO DE "SUPLENTE"

Pero no toda la crítica fue contraria a Roxlo. Algunos le hicieron justicia. Me complazco en citar, por sus altos valores, al inolvidable Samuel Blixen, el ilustre "Suplente", que en uno de sus libros, "Cobre Viejo", expresa: "Si mi palabra tuviera autoridad suficiente para arriesgarse a profetizar, estamparía aquí lo que creo con toda sinceridad: que Roxlo está destinado a grandes cosas y que su nombre ha de cansar a la Fama, con sus mil trompetas de oro. Y si me fuera dado ofrecer al público un buen consejo, le diría únicamente: "compra el libro de Roxlo, si tienes gusto por lo que es bueno; cómpralo por patriotismo, porque es obligación de cada uno de nosotros, los orientales, alentar y fortalecer con el aplauso a ese polluelo de cóndor, que se remonta ya con tanto brío en el cielo azulado de la poesía, y que sólo espera más fuerza en sus alas, ya poderosas, para atreverse a alcanzar con el corvo pico las doradas estrellas de la noche, y a enmarañar la rubia cabellera de Febo con sus garras aceradas e irrestibles".

"De las producciones que registra el último libro de Carlos Roxlo, hay dos, una cortada por el molde de Víctor Hugo y otra por el de Coppée, que vivirán por la sencilla razón de que son admirables. ¡Es hermoso haber producido antes de los treinta años algo que pueda durar más que muchos monumentos de bronce y mármol!"

Y así culminaba "Suplente" su juicio escrito en 1888: "Confieso que mucho más que todas las profundas y trascendentales reflexiones de la filosofía de Roxlo, me ha conmovido la sencilla y encantadora de Andresillo y la verdad sorprendente del cuadro sombrío de La Inundación. Estas dos composiciones son tan bellas, que el mismo Coppée, maestro en el género del realismo poético, daría muchos buenos versos de su cosecha por hacerlos suyos y prohijarlos con su firma. Cuando se publicó la última, hace ya algunos meses, uno de nuestros literatos más notables, autor de una novela justamente celebrada exclamaba arrebatado de entusiasmo: "¡Pero esto es espléndido! ¡pero esto es asombroso! ¡esto respira genio! ¡esto es poesía, esto es concepción fácil, esto es ejecución brillante!". No le deseo a Carlos Roxlo más satisfacción que la de poder oír muchas veces esas manifestaciones de un gran entusiasmo y de una admiración sincera, y para que comience a gozarla cito aquí la anécdota que tanto le honra. También la recuerdo por otro motivo; para tener el derecho de concluir este articulo exclamando, escudado por una opinión respetable entre todas en nuestro mundo literario: "¡paso a la poesía nacional que se levanta! ¡paso a nuestro poeta nacional que se revela!".

Samuel Blixen era amplio en 1888, con esa generosidad de las almas limpias, que no guardan envidias ni dejos amargos, para volcarlos implacablemente sobre los iguales, sobre los pares, en los campos del espíritu, de la inteligencia y del ideal.

Carlos Roxlo
Estilo y destino de su vida
por Ángel María Cusano
Editorial Florensa & Lafon
Montevideo - 1950

 

 

 

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