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¿Y que calle le pondremos?
Cuque Sclavo

 

Una de las angustias de Dios durante aquel Domingo en que descansó y se sentó a mirar La creación (en video, para olvidarse que al otro día era Lunes y seguramente, compró bizcochos en la primera panadería disputándoselos a otros tantos angustiados del Domingo) debió ser: el asunto de las Denominaciones. ¿Cómo llamar a todas las cosas que había hecho? Algunas le salieron fácilmente. Chancho, por ejemplo. ¿Existe cosa con más pinta de chancho que un chancho? Solamente un cerdo. Pero el Cerdo ya pertenece al mundo de los diccionarios y las enciclopedias. Allí donde luce todo limpito y con flechas que nos indican dónde está la bondiola, la mortadela, el salame, etcétera. En cambio, hay otras que no le quedaron tan bien al Creador. Como el Átomo, por ejemplo, que en realidad es una cosa tan chiquita que ni se ve. ¿Cómo le puso pues un nombre tan importante? Y fue precisamente, por cosas como esa, que ese Domingo el Creador, mientras le daba la última vuelta al mate, se dijo:

 

-Y buen. ¡Al final! Uno no puede estar en todo. Que se gasten un poco el balero. ¡Qué también! Porque si lo creas consentidos, ¡anda a saber lo que te salen después!

 

Y, ¡cómo le salimos, nomás! Desde el momento en que el Creador nos dio licencia para ponerle nombre a cualquier cosa hemos hecho cada locura...

 

Nombres, apodos, nombretes (en Tacuarembó, a un tipo que tenía un bruto quiste sebáceo en la nuca, le pusieron "El Orsai", el hombre estaba  fuera de juego, siempre adelante de la pelota).

 

Desde entonces el Hombre nombra y nombra las cosas hasta que un día se aburre y les inventa otra denominación. Fíjense sin más, lo que hacemos con las calles. Por ejemplo, algunas con nombres tan hermosos como Caridad se lo cambiaron por Alejandro Fiol de Pereda, quien en realidad se llamba Fiol de Perera. Fue un médico abnegado que atendió gratuitamente a sus pacientes pobres y, estoy seguro, hubiese sido más caritativo con la calle Caridad. Uno agarra la última Guía telefónica calles 93/95 y, de la página 3 a la 6 uno puede encontrarse con un mundo que preocupa, por no decir angustia. Se imaginan a un tipo que toda su vida vivió en la Calle A o Av. A (Punta Gorda). Un hombre que hasta debe haber desarrollado una personalidad y hábitos de A (posiblemente con una cierta tendencia hacia la Abstracción y la Abstinencia). Y un buen-mal día se despierta enterándose de que ahora vive en la calle Esc. Ledo Arroyo Torres. Supongan la conmoción que puede provocarle esto a ese hombre que a lo mejor hasta vota a los blancos desde siempre y que desde ahora no va a ganar para pagar psicólogos por el resto de su vida. Y qué me dicen de ese otro hombre (o mujer) que vive en la Calle A (Flor de Marañas) que saliendo de la de Presbítero Raúl Porto, se proyecta al Norte y formando un ángulo recto se dirige al Este finalizando en un pasaje de 12 mis. y al que de buenas a primeras le decretan:

 

- Se acabó. Desde ahora Ud. vive en la Calle Dr. Alfonso Frangolla.

 

¿Se dan cuenta? Toda esa intrincada ubicación geográfica, al tipo se le simplificaba diciendo, simplemente: Vivo en la Calle A. Y ahora, a lo mejor, encima, viene un pesado (de esos que nunca faltan) y le pregunta:

 

-¿Dr. Frangolla? Y, ¿quién era el Dr. Frangolla, vó?

 

Cuando Montevideo era chiquito, cada cual tenía su calle. Y todo el mundo tranquilo. Los únicos que se hacían lío eran quienes vivían en Cerrito, 25 de Mayo o Rincón, que cuando cruzaban Ciudadela cambiaban de nombre (más o menos lo que ocurre con nuestras espaldas, una vez pasado el sacro, como quien va para abajo). A medida que la población fue creciendo, y sus habitantes destacándose ya fuere en la política, en el magisterio, en la economía y hasta en las artes, parece que las calles no dieron abasto y entonces empezaron a cortarlas. ¡Díganme! Como si la preciosa Mauá necesitase ese tramo desde Millán a la Avda. Costanera que ahora se llama Pierre Fossey y uno tiene que salir, de apuro, a preguntarle a algún amigo por la pronunciación francesa correcta. Y cuando uno finalmente ya consiguió pronunciarla tipo France-Amerique Livre Deuxiéme, el de la Unidad Coronaria nos pide telefónicamente:

 

-¿No me podría deletrear el nombre de la calle?

 

Entonces. Ud. se lo deletrea y el hombre responde:

 

-¡Ahhh! Sí. Pero esa es Mauá. ¡Me hubiese dicho del comienzo que era Mauá y listo...!

 

Tampoco niego que, por otra parte, son apasionantes estas páginas 3 a 6 de la Guía. Le provocan a uno tantas interrogantes... Verbigracia: ¿ese Oficial Nº 4 que ahora se llama Edgar Allan Poe habrá leído alguna vez a ese Oficial fundador de la Novela Policial ¿Y ese otro Oficial Nº 11 de Los bulevares que hoy se denomina Reglamento de tierras, ¿no sería lindo que se tratase de un lugarteniente de Artigas y que hasta hubiese luchado por ese proyecto? Además, ya que fueron tan justos con el Dr. Bolívar Boliñas, juez que condenó a los "anarcos" Rosigno y Moretti poniéndole su nombre a esa calle Porto Alegre (que se fugó siempre desde la Cárcel hacia el mar), ¿no podrían ser igualmente generosos, y bautizar esa cuadra donde estaba la Carbonería El Buen Trato con el nombre del ingeniero que ideó el túnel de la fuga?

 

Y por último, pero no por ello menos importante, ¿no es muy poquito seis cuadras de Río Bronco para Wilson Ferreira Aldunate, siendo que él soñó siempre que la Rambla, en vez de llamarse Presidente Wilson, se llamase Wilson Presidente?
 

Cuque Sclavo

Cuque contraataca
Colección Humores - editorial Fin de Siglo
Montevideo, 1994

 

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