Entrevista a Alejandro Michelena
 

Revistas culturales: vanguardia o nada
Rafael Courtoisie

 
 

En diversas ocasiones hemos afirmado que las revistas culturales son algunos de los imprescindibles poros por donae respira (asimilando y desasimilando, como un organismo vivo) la vida intelectual de una nación. Desde la precariedad que —por fuerza mayor— rige a estas publicaciones, surgen muchas veces las avanzadas del pensamiento que más tarde se transformarán en el signo de una época. En este sentido, su importancia es vital. Alejandro Michelena ha sido propulsor y "nervio motor" de muchas publicaciones de cultura de los últimos tiempos, Interviniendo en ellas como critico dispuesto a señalar —sin concesiones— las fisuras, los avances y retrocesos de nuestro proceso intelectual.

—¿Con qué nombres estaría integrada una lista de las revistas (incluyendo éxitos y fracasos) a las que ha estado vinculado o de las que ha sido Impulsor?

—No hablaría de éxitos y fracasos, sino de etapas. Algunas más fecundas que otras.
 

Pero todas sirven en un proceso de enriquecimiento personal y a la vez socio cultural. El hecho de que aparezca un sólo número de una revista, a mi modo de ver, no es un fracaso. En cuanto a los nombres: en una etapa algo "prehistórica" del asunto, puedo mencionar la revista Opus, allá por el 71, de tono muy juvenil. Se publicaron dos números, el segundo de los cuales salió para la Feria del Libro de ese año. Constituye una etapa primaria. Luego de esto, hay una segunda etapa donde comienza a plantearse de manera "más seria", más madura, mi "vocación revisteril" por así llamarla. A esta etapa corresponde Nexo de trayectoria corta pero que marcó una época, no por su mérito sino porque surgió en un momento de características particulares, donde había una ausencia total de publicaciones de cultura. Coincidió con el momento de mayor receso cultural: ni siquiera existían páginas especializadas de crítica. La página de El Día que luego diera origen a La Semana, surge a mitad del 75 y Nexo es anterior, del 74. Por esos momentos se llegó al punto más bajo de la caída cultural. Por esos motivos Nexo fue una especie de piedra de toque, de guía de mucha gente joven que se integraba a la cultura en circunstancias en que se obraba un cambio (que también sé dio en el terreno socio-económico y político). Había concluido una etapa y había otra en germen. Otras revistas —que aunque distintas son continuación unas de otras— son Destabanda que tuvo dos números y una vida bastante accidentada: un número en el '77 y otro a mitad del '79. Pretendía mantener una visión crítica frente al acontecer literario y plantear una difusión de los "nuevos".

Luego, sin mencionar algún intento frustrado y circunstancial, podemos pasar, a Granaldea que tuvo (y tiene) una vida más orgánica, con más continuidad y fecundidad. Cuadernos de Granaldea es una vieja iniciativa. Su creación es de principios del '80. En relación a lo que es ia clásica discontinuidad de las revistas, pienso que los cuatro números (cinco contando un número especial) han logrado romper esa barrera "fatal" y, aparte de esta dudosa virtud de la continuidad, creo que se inserta de una manera madura dentro de la dinámica cultural de nuestro medio.

—El nombre Granaldea: ¿Es una alusión al posible carácter provinciano de nuestro mundo cultural, o es más bien una forma de "autocrítica"?

Alejandro Michelena

—Más bien está referida a las circunstancias concretas de determinado período. No es que nuestro medio se esencialmente una "Granaldea" sino que período que comienza promediada la década del '70 tiene esas características. No por carencia de valores humanos o falta de talento de éstos, sino por los momentos vividos. Granaldea trató de llevar adelante con un grado de mayor rotundez, los postulados de las revistas anteriores que nombramos. Afinando las herramientas, en cuanto a lo que es tomar una perspectiva crítica frente a la realidad cultural y a lo que es difundir lo "nuevo". En este sentido ha cumplido un ciclo bastante polémico, por un lado, pero también bastante eficaz. Sobre todo en cuanto testigo y removedor de la realidad. Estoy de acuerdo en que la postura de "francotirador" en lo cultural no es la única perspectiva posible para una revista, pero también pienso que es una postura que aporta y que sirve.

—A propósito de esto, la eterna pregunta- ¿Por qué —para qué— una revista de cultura en nuestro país?

—La pregunta es muy amplia. Podemos circunscribirla a estos últimos años, a esta época. En un pasado inmediato, las revistas, no por sus virtudes pero sí por las circunstancias, se transformaron en únicos vehículos de una postura alternativa desde el ámbito cultural, pero abarcando toda, la realidad. Esto las transformó en elementos trascendentales mas allá de su poca difusión, o de su endémica imposibilidad económica, su poco tiraje o su discontinuidad. De alguna forma, precisando las fechas, entre el 75 y los años inmediatamente siguientes, hasta el 79, las revistas —aparte de lo cultural— han sido los únicos medios de prensa alternativos que ha tenido nuestro país. Dejando esta particularidad circunstancial que dignificó las revistas en un sentido extracultural, en su función específica creo que aquí como en cualquier lugar del mundo estas revistas pueden aportar los elementos dinamizadores, el aquí y ahora.

—¿Deben ser siempre la "punta de lanza" de la vanguardia cultural?

—Tendrían que serlo. La función debe ser esa. No creo en las revistas de tipo erudito (no por rechazo a lo erudito) o académicas. Hay otro tipo de publicaciones (libros, compendios, etc.) que cumplen con esos requisitos v tienen su función específica. Las revistas deben aportar lo nuevo, adelantarse a los acontecimientos, rever el pasado desde una perspectiva distinta a la del investigador o el historiador.

—En ese sentido, habría algunas revistas publicadas actualmente en Montevideo, que no cumplirían esa función específica.

—Pienso que no. Los últimos años han sido confusos. La caída cultural ha tenido como consecuencia una pérdida de rigor de mucha gente; se ha retrocedido. No existe aquel "alerta" característico de nuestra crítica de otras épocas. Así han surgido revistas como Imágenes y otras que se han caracterizado justamente por el acriticismo como norma, la complacencia absoluta en el material que reciben y ei conformismo radical (si puede darse esa paradoja) en cuanto a su visión de la realidad y de la vida cultural.

—¿Cómo se insertan las publicaciones que mencionamos al principio, en ia rica tradición que el país posee en la materia?

—Existe una tradición muy rica en materia de revistas culturales, que se puede remontar al '900 y que ha tenido puntos muy altos y numerosos: La Pluma y La Cruz del Sur (década del '20), Asir y Número (revistas claves del '45), Estas conforman una tradición difícil de emular, incluso en las más recientes, de la década del 60: Temas, Brecha y otras más cercanas al '70. Más recientemente todavía, Sintaxis, Numen, Trova, que se ubicaron, a mi modo de ver, correctamente, en la realidad de estos años. Las más recientes han buscado —creo que conscientemente— tomar como punto de referencia esa tradición, tratando de rescatar y revisar, buscando perspectiva y punto de apoyo. De alguna forma somos, si se quiere, epígonos inevitables de las etapas anteriores. Parecería rimbombante pero nuestra reciente misión fue la de mantener encendida —en tiempos de oscuridad— la antorcha de la conciencia crítica.

—¿Cómo se explicaría la vida efímera de estas publicaciones y la tenacidad manifiesta con que aparecen?

—No son contradictorias. Ambas se deben a elementos distintos. Lo efímero está relacionado con su condición independiente, y con la casual o no casual independencia económica. En lo que conozco (que es este último período) lo efímero se debe principalmente a problemas de orden económico, incluso en revistas como Nexo, que logró una venta masiva, al no tener un apoyo publicitario tuvo dificultades. Por otra parte, la tenacidad habla bien, en principio, del medio en general y del empecinamiento en llevar adelante lo cultural, con zozobras de toda índole. Esto habla bien de las reservas humanas y culturales de nuestro país.

—¿En una revista de cultura Independiente, se logra una mayor "soltura" crítica?

—De alguna forma sí. Por su misma condición tiene desventajas, provenientes de lo económico, etc.; pero por otra parte han tenido la enorme ventaja de permitir una opinión que fuera realmente de alternativa, en relación a lo que se difunde en la prensa en general. Al no estar atada a ningún tipo de interés político, ni económico —ni siquiera cultural— las revistas independientes lograron, por lo menos en potencia, enfoques más radicales.

Por otra parte, la función de una revista no tiene que estar influida por el apresuramiento, no tiene por qué cementar el último libro, o hacer una reseña similar a la de las páginas especializadas de los diarios. La visión de la revista debe ser más abarcadora, más totalizadora. Esto no lo tienen muy claro algunos responsables de revistas, que intentan hacer un remedio de reseña de libros, a la manera de lo que se hace en un diario o semanario, la visión de la revista debe ser otra, en todo caso complementaria de la visión periodística, pero con otra profundidad.

Rafael Courtoisie
Semanario "Opinar"
Jueves 24 de junio de 1982

 

El presente reportaje fue cedido por el entrevistado, en papel diario. Fue scaneado, procesado y publicado por el editor de Letras-Uruguay.

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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