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El
papel de las revistas culturales uruguayas del Siglo XX en
la difusión de la cultura y en la historia de las ideas Marcia
Collazo Ibáñez |
Allí
donde un hombre sueña, profetiza o poetiza, otro se levanta para
interpretar. La interpretación pertenece orgánicamente al pensamiento simbólico y a su doble sentido.[1] Paul Ricoeur |
Cada
lengua se forma y prosigue continuadamente al paso que va trayendo al
lenguaje su propia experiencia del mundo (…) sólo el centro del
lenguaje, por
su referencia al todo de cuanto es, puede mediar la esencia histórica
finita del
hombre consigo mismo y con el mundo.[2] H. G. Gadamer |
Tener un libro entre las manos es asomarse a un universo en el cual el autor ha colocado un espejo fragmentado. Para decirlo en palabras de Walt Whitman: “Como la rueda que sobre su eje gira, este libro, sin saberlo, se mueve en torno a tu idea”. Ahora imagine el lector lo que sucede, desde el punto de vista de los discursos, las construcciones y las interpretaciones del mundo, cuando lo que tenemos entre las manos es una revista cultural. La diferencia no está dada, por supuesto, en la calidad literaria, enteramente ajena a la cuestión; mucho menos en la mera cantidad de autores, hablantes o escribientes. Se trata de otra cosa, relacionada con la filosofía y con la historia de las ideas -y también con la antropología cultural-: la revista hunde sus raíces en su tiempo y en su cultura. No es escrita por uno sino por varios autores, que a su vez refieren en ocasiones a otros varios autores, y así. Por ello, a diferencia de la obra de un creador individual, implica la idea de construcción colectiva periódica, sistemática y acumulada, así como la de multiplicidad de los discursos, insertados desde el punto de vista hermenéutico en determinado horizonte histórico de comprensión. Y por eso también, toda revista incluye la idea de época y de generación. Más aún: la revista está sumida o arrojada en el tiempo, al punto de que no escapa a la paradoja de conservar para la posteridad el espíritu irreemplazable de un momento histórico y a la vez estar condenada a lo pasajero, por no decir a lo efímero. Esto ha pasado con todas las revistas culturales de nuestro país y del mundo, sin importar cuán prestigiosas sean o hayan sido. Una parte de ellas se olvida; la otra vive para siempre en el imaginario colectivo y se inserta o se imbrica de tan sutil y natural manera en las mentalidades, que muchas veces cuesta advertir el tránsito hasta pasado cierto tiempo. Las revistas culturales pueden nacer por diversas razones, pero la más importante de todas es, sin duda, la necesidad de comunicarse, de darse a conocer; de abrirse al mundo, en suma. Tomemos el tan referido ejemplo de la generación del 45 (dicho sea de paso, el término generación no hace más que remarcar el devenir de sucesivos “nosotros”) y su forma de darse a conocer o de salir, si se quiere, al encuentro del lector. Al respecto expresa Emir Rodríguez Monegal: “Como la generación del 45 no pudo resolver de entrada el problema editorial, trató de paliarlo al menos por medio de las revistas. En entregas periódicas, un mismo equipo pudo ofrecer así sus puntos de vista y sus creaciones al amparo de algunos nombres ilustres (nacionales o extranjeros) y logró estimular así, y hasta concentrar, un pequeño público”.[3] Como
compendio de pensares, sentires y saberes, toda revista cultural suele
constituir un elemento de gran valor para estudiar la historia de las
ideas (literarias, estéticas, políticas, sociales o de cualquier otra índole)
en determinado momento histórico; constituye un haz de convergencia
de pensamientos individuales y
colectivos, de ideas y de ideologías, de sujetos y de pueblos, de
diversidades y de identidades. Hay en ellas una dinámica intrínseca que trasciende el ámbito meramente académico y se instala, más que en el saber como proceso de apropiación, acumulación y trasmisión sistemática de conocimiento, en el pensar como ejercicio vivo, plástico, errático, itinerante y eminentemente creador de la razón y del alma humana. La mayor parte de nuestras revistas culturales se inscribe, a nuestro entender, en esta dimensión. Más allá de su corta o larga vida pública, no han pasado sin pena ni gloria por el horizonte histórico de nuestra cultura. Las ha habido de muy diversos tipos, temáticas, enfoques e integraciones. En este artículo hemos de mencionar sólo a algunas, surgidas desde comienzos del siglo XX hasta la actualidad. Muchas transformaciones históricas pautaron ese camino. La década de 1945 a 1955 -la más prolífica para la mayor parte de las revistas uruguayas- estuvo signada por varios e importantes acontecimientos que no dejaron de incidir en la conformación de las ideas y de las mentalidades. El fin de la segunda guerra mundial (que debe ser escrita así, en minuciosa minúscula, para no contribuir a perpetuar su demoledora incidencia en nuestra realidad y en nuestras ilusiones), coincidió con una etapa de inusual prosperidad y estabilidad en el Uruguay. Ello no dejó de repercutir en el plano cultural. Las circunstancias históricas provocaron la intensificación de los contactos entre disciplinas y favorecieron la caída de grandes relatos (cosa que ocurre mucho antes de la denominada Postmodernidad), entre los cuales se encontraba ni más ni menos el arquetipo occidental europeo, al que con tanta porfía, esmero y veneración había procurado imitar el continente americano entero. Ahora, al contemplar el cuadro de una Europa en ruinas humeantes, América Latina constata que la crisis que la propia filosofía europea anunció en su momento (de la mano de Freud, Nietzsche y Marx, entre otros desconfiados) hace tambalear los propios cimientos sobre los que América eligió descansarse. América advierte que debe asumir su propio destino y su responsabilidad en el concierto mundial; y ello ocurre sobre todo en el plano literario (primero) y filosófico (después). El Uruguay vive un momento de prosperidad que las letras y la educación no desaprovechan; muy por el contrario. En 1945 se fundó la Facultad de Humanidades del Uruguay; en 1947 Roberto Ibáñez fundó el Instituto Nacional de Investigaciones y Archivos Literarios, a través del cual se rescata la obra de importantes escritores nacionales y se prepara a equipos de investigadores; en 1950 se inaugura el Instituto de Profesores “Artigas”, encargado de formar a docentes para la enseñanza secundaria. Por todas partes surge el apoyo estatal a la cultura; no solamente la Biblioteca Nacional se encarga de comprar un buen número de publicaciones privadas y públicas, colaborando de esa manera con la producción intelectual uruguaya, sino que se inicia la Colección de Clásicos Uruguayos de la “Biblioteca Artigas”, a cargo del Ministerio de Instrucción Pública (actual Ministerio de Educación y Cultura). Semejante
cúmulo de circunstancias tuvo que incidir forzosamente en el fenómeno de
las revistas culturales, su surgimiento, sus motivaciones y sus objetivos.
Mencionaremos (el espacio no nos permite otra cosa) algunas de las más
relevantes en el campo de la literatura, el arte, la historia y la temática
cultural en general; con la prevención de que la presente, como toda
selección, no escapará sin duda a cierta dosis de arbitrariedad que
subyace como obligado componente de cualquier valoración. Alfar: Dirigida
por el poeta Julio C. Casal, significó la continuación de las Revistas
“Vida” (1921 a 1922) y “Casa
América” o “Boletín Casa
América-Galicia” (1922 a 1923), conformando así un emprendimiento
transoceánico de carácter hispanoamericano, favorecido por el carácter
de Cónsul de su director. Existió de 1923 a 1955 (año de la muerte de
Casal) con pequeñas discontinuidades. Su
director artístico fue, durante un buen tiempo, el pintor y dibujante
Rafael Barradas. Afirma el diario El País de Madrid el 14 de enero de
1984 que la revista, inicialmente publicada en La Coruña, constituyó “cuna
de vanguardias, síntesis de galleguismo y universalismo”. La
Pluma: “Aparece
La Pluma con el propósito de realizar – en cuanto sea factible y dentro
de las condiciones de la hora – la aspiración, siempre activa y nunca
satisfecha, de afirmar, sobre las dificultades económicas del medio y por
sobre la indiferencia de la mayoría, la existencia de una revista
puramente intelectual cuyas páginas sean, a la vez que un exponente
amplio de la mentalidad nacional en los planos de las letras, de la
ciencia y del arte, un órgano que refleje el movimiento intelectual del
mundo en todas aquellas faces que interesen positivamente al desarrollo de
nuestra cultura.” Publicada
de agosto de 1927 a setiembre de 1931, y dirigida por Alberto Zum Felde
hasta el Nº 15 inclusive, la revista trata sobre ciencias, artes y
letras, y muy especialmente desarrolla una revisión del pasado literario
uruguayo así como una selección crítica de lo que se consideró más
relevante en ese campo, tanto en lo nacional como en lo extranjero. En sus
páginas deja Zum Felde el sello personal de su particular agudeza de
juicio (sólo comparable a la de unos pocos escritores, entre los que
incluyo a José Enrique Rodó, Roberto Ibáñez y Carlos Real de Azúa) y
su enriquecedora integración teórica entre historia, literatura y estética.
Cartel: Publicada
de 1929 a 1931, con una periodicidad irregular, sobresale no obstante en
nuestro medio por haber contado con colaboradores como Fernán Silva Valdés,
Esther de Cáceres o Emilio Frugoni. En su presentación, que suponía una
suerte de exposición de motivos de existir, se expresaba: “Así
como Pasteur, por medio del vacío, destruyó la teoría de la generación
espontánea, CARTEL, por idéntico procedimiento, demostrará la falsedad
de tanta reputación literaria, artística o política, adquirida de botín
en los saqueos de la medianía insolente o en las veleidades de la fortuna
caprichosa". Apunta así a combatir
la mediocridad amparada en el plagio y en los azares de la suerte (¿podrá
leerse entre líneas la denuncia de la protección estatal más o menos
discrecional bajo la que algunos se amparaban, o el injusto relegamiento
en que caían -y caen aún- muchos talentosos escritores que no recurren
“al saqueo” o que no pueden
pagarse la edición de un libro? Vaya uno a saber...) Ensayos: Dirigida por Eugenio Petit Muñoz e ilustrada por Leandro Castellanos Balparda, fue publicada de 1936 a 1939 y sostuvo una cierta interdisciplinariedad que abarcó temas literarios, educativos, pedagógicos, jurídicos y filosóficos, todo ello enmarcado en un proyecto político-cultural de raíz universitaria que surge precisamente como reacción frente al golpe de estado de Gabriel Terra (1933) y la consiguiente separación entre la universidad y la educación secundaria. A ello debe aunarse la repercusión de la guerra civil española (1936) en el medio intelectual uruguayo. Revista
Nacional: "Se
propone crear un repertorio de la cultura contemporánea e histórica del
Uruguay […] a fin de poner en valor la producción nacional y demostrar
que el país posee, además de los elementos actuales que le dan carácter
diferencial y superior jerarquía en el cuadro espiritual de América,
tradiciones propias que deben ser definidas, restauradas y cultivadas.
[…] Se deberá vincular en todo tiempo la labor nacional con la labor
universal y no crear disociaciones irracionales entre nuestra cultura y la
cultura del resto del mundo." Publicada
de 1938 a 1968 por Barreiro y Ramos. Estuvo a cargo del Ministerio de
Instrucción Pública (actual M.E.C.). Versó sobre literatura, arte y
ciencia. Desde su inicio hasta 1956 fue su Director Honorario (tal como se
especifica en la carátula) Raúl Montero Bustamante. Marcha: El semanario Marcha fue fundado el 23 de junio de 1939 y se mantuvo hasta 1974. Fue su director Carlos Quijano, y Juan Carlos Onetti su secretario de redacción. Su lema “Navegare necesse, vivere non necesse”, supo obsesionar alguna de las horas de mi infancia; hoy creo leer en esa frase la distinción radical entre la mera temporalidad de quien “está pero no existe” y el auténtico transcurrir histórico de quien asume la responsabilidad por la conducción de su propio destino, por incierto, azaroso y terrible que pueda parecerle. Como señala María Angélica Petit[4], Marcha fue una voz políticamente independiente, de reflexión y análisis, que cumplió una labor pedagógica a nivel nacional. En la redacción de Marcha se formaron tres generaciones de periodistas, críticos de cine, de teatro, de artes plásticas, arquitectura y urbanismo, de música y literatura. Tan sólo los editoriales de Carlos Quijano han dado lugar a la edición de ocho volúmenes por parte de la cámara de representantes. Entre sus colaboradores figuraron los más brillantes intelectuales uruguayos: Arturo Ardao, Carlos Martínez Moreno, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti y muchísimos otros. También
Hiber Conteris[5]
expresa que “a
pesar del cambio en las circunstancias políticas que siguió al golpe de
1973, Marcha continuó su prédica indeclinable a favor de la libertad, la
justicia económica y social, la liberación de los pueblos
latinoamericanos de toda forma de sometimiento a un poder extranjero, y el
impostergable retorno a las condiciones democráticas del país. Como es
sabido, el semanario fue censurado constantemente y varias de sus
ediciones canceladas, hasta su cierre definitivo a mediados de 1974”. Escritura: Dirigida
por Julio Bayce, Hugo Balzo y Carlos Maggi, se publicó de 1947 a 1950, y
su contenido versó tal como lo declara su carátula, sobre ensayo, crítica,
poesía, novela y cuento, música, artes plásticas, teatro, cine, “por
la paz” (sección dirigida por Bayce), libros, grabados e ilustraciones.
Como señala E. Rodríguez Monegal, el título provenía de José Bergamín,
uno de sus protectores espirituales[6] Se
expresa en su editorial: "ESCRITURA
quiere aportar a los valores de la cultura una actitud de sinceridad e
independencia, y se propone conseguir y fijar un público, interesándolo
en la creación artística y literaria. Publicará colaboraciones inéditas
de firmas ya consagradas, y obras de nuevos escritores y artistas, quienes
a la posibilidad de su edición deben añadir la probabilidad de ser leídos".
Contó con Secciones permanentes a cargo de Carlos Maggi (Novela y
Cuento), Isabel Gilbert de Pereda (Poesía), Carlos Martínez Moreno
(Teatro), José María Podestá (Cine), Hugo Balzo (Música), Julio Bayce
(Por la paz), Carlos Real de Azúa (Libros). Clinamen: Editada
por estudiantes de la Facultad de Humanidades y Ciencias (se continuaría
luego en Número), aparece de 1947 a 1948. Su consejo de Redacción estuvo
integrado por Angel Rama, Ida Vitale (quienes serían luego matrimonio), Víctor
Bacchetta y Manuel Claps, todos quienes constituyeron figuras
representativas de la denominada “Generación del 45”, junto a otros
como Mario Arregui, Idea Vilariño, Amanda Berenguer, Emir Rodríguez
Monegal y José Pedro Díaz. Entregas
de la Licorne: Dirigida
por Susana Soca, tuvo dos etapas; la primera transcurre de 1947 a 1948 en
París (“La Licorne: Cahiers trimestriels de litterature”), y la
segunda de 1953 a 1961 en Montevideo (ediciones en francés y en español).
En
la presentación de la revista expresa Susana Soca que "[…]
al empezar a vivir en otra latitud, no tenía ya sentido el traducir su
nombre; hubiera habido que darle alguno del cielo del sur visto desde el
norte. Y algo impidió que su nombre fuera cambiado, el que aparece ahora
precedido por la castellana palabra de 'Entregas' para afirmar la relación
profunda entre la Licorne francesa y la americana. […] Los
caracteres de antología a los que aspiraba la primera, han sido
sustituidos por el deseo de reflejar una visión del mundo actual, vista y
vivida desde el lugar de la tierra en que ella existe ahora, con las
posibilidades y dificultades nuevas que esto significa". En
efecto, el nombre "La Licorne". fue elegido como referencia a la
figura astronómica que representa a una constelación pequeña y discreta
perteneciente al cielo del norte y vista desde el mar. Expresa Julia
Galemire[7]
que “La revista fue (…) un hito
inseparable de su existencia desde esa primavera del 47, cuando se publicó
su entrega inicial en idioma francés en París, con un índice
en el que figuraban Jules Supervielle, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda,
Thomas S. Eliot y nuestro narrador Felisberto Hernández; en tanto en la
segunda, que se editó en el otoño de 1948, se pueden encontrar las
firmas de Jorge Guillén, Roger Caillois, Rafael Alberti, Alfonso Reyes y
otros”. Para F.
Loustaunau, el signo más revelador de la presencia de Susana Soca ha sido
su revista, caracterizada “por el
refinamiento formal y por el rigor en la selección de sus
colaboradores”[8] Asir: Se editó de 1948 a 1959. Se revela no solamente como un espacio de presentación de las letras uruguayas, sino también como proyecto latinoamericano. En el número 38 se declara: "No creemos oportuno reiterar propósitos ya expuestos y, hasta donde nos fue posible, realizados. Diremos, sí, que nuestras páginas continuarán abiertas al esfuerzo de los jóvenes escritores, previo testimonio, naturalmente, de cierta calidad. Pero procuraremos como este número lo demuestra, y en mayor medida que antes, la incorporación de nuestros más prestigiosos escritores. Asimismo, nos proponemos presentar a los valores más representativos de la actualidad literaria hispano-americana. Pensamos que es ésta una forma de romper la angustiosa soledad e incomunicación de los diversos países.” Fundada en la ciudad de Mercedes por María Larnaudie de Klinger, Wahinsgton Lockhart, Humberto Pedruzzi Escuder y Domingo Luis Bordoli, organizó dos concursos de cuentos y publicó las obras ganadoras en los números 12 (octubre de 1949) y 25 (diciembre-enero 1951/52). Reivindicó su origen en el interior, pese a sus sólidos vínculos con la capital, aunque nunca adquirió un carácter nativista, folclórico o tradicional desde el punto de vista cultural. A partir de la integración de Domingo Bordoli, la revista adoptó un estilo más literario sin abandonar la impronta campesina que fue su principal característica. Por el contrario, siguió marcándola. De la correspondencia entre Bordoli y Juan José Morosoli se señala el siguiente pasaje del primero: "Hay una serie de pitucos grévanos que nos tiran a la cabeza, diciendo que (Asir) es una revista de campaña con olor a yuyos. Como si el olor a yuyos nos avergonzara". La acusación (dirigida no se sabe a quién) revela en todo caso una concepción de oposición latente entre Montevideo y el interior, con toda su carga de consiguiente jerarquización valorativa, que seguramente se juzgaba desdeñosa por parte de la primera. Número:
Si Asir fue una publicación que integró o procuró integrar voces del interior, Número fue montevideana casi por excelencia, aunque procurara mostrar una impronta mucho más abierta o universal. En el prólogo de su primera edición, la Dirección expresa que incluirá textos "que enfoquen los problemas del arte y el pensamiento contemporáneos […] con deliberada prescindencia de nacionalismos". Respecto a su nombre señala: "La palabra NÚMERO -tan servicial y cotidiana- participa también, si se la piensa originalmente", del sentido y actitud que confirman la conciliación de disciplinas, realizaciones que contemplen lo viejo y lo nuevo, que prescindan de fronteras y límites estrechos. Se hizo expresa mención a las palabras del filósofo pitagórico Filolao: “Es verdad, todas las cosas que se conocen poseen número, pues sin número no habría modo de entender ni de conocer cosa alguna”. La Revista tuvo dos períodos: la primera época transcurre de 1949 a 1955, y la segunda de 1963 a 1964. La integraron Emir Rodríguez Monegal, Manuel Claps e Idea Vilariño, entre otros. Mario Benedetti colaboró desde el año 1950 y Carlos Martínez Moreno lo hizo durante la segunda época. Como señala Marcela Robaina[9], “en 1971 Idea Vilariño evaluó su propia experiencia en Número en una entrevista realizada por su ex colega y también escritor Mario Benedetti”: Éramos «escritores», gente distinta que irrumpía en una especia de vacío literario, y construimos nuestro vehículo. En un país que vegetaba, o se pudría opacamente, y en un medio literario que seguía el mismo camino, teníamos una tarea cultural convencional y alienada, pero necesaria y creadora entre las manos. Ayudamos a hacer, supongo esa actitud crítica y rigurosa que saneó el ambiente, a crear un público, a poner un poco al día […]. (Vilariño cit. en Blixen, 1997: 104)[10]. Marginalia: "MARGINALIA
tendrá, como única tendencia, el no tener ninguna en particular. AI
reunirnos, no nos hemos preguntado a qué lado político o a qué
movimiento literario pertenecemos. No queremos que MARGINALIA sea producto
de un círculo, y tan poco círculo somos que algunos de nosotros -
debemos confesarlo - aún no nos hemos visto las caras." La
revista se publicó de 1948 a 1949, bajo la dirección de Mario Benedetti
y tuvo corta vida. Es de destacar, de acuerdo con María de los Angeles
Orfila[11],
que publicó un número especial dedicado a Goethe y las traducciones de
dos parábolas de Kafka –“la primera transcreación
uruguaya”–.[12]
Su interés radica fundamentalmente en la figura de su creador y director
y no en su trayectoria, casi inexistente. El
Grillo: Fue editada y distribuida por el Consejo de Enseñanza Primaria y Normal (primera época: de diciembre de l949 a setiembre de 1966), alcanzando 160.000 ejemplares en su primer número, y dirigida por Carlos Alberto Garibaldi. En su presentación se expresa: “El Grillo desea ser tu amigo y como buen amigo, embellecer tu vida con los relatos de lo grande y lo pequeño que acontece en el mundo”. Para Myriam N. Martínez, “Garibaldi no piensa en el aprovechamiento material del cuento, del poema sino en el deleite y en el placer”.[13] A nuestro entender esto se vincula además con una suerte de gratificación por la lectura no contextualizada en el aula ni en los cánones más o menos rígidos del aprendizaje; una forma diferente de aprender, en suma, y también una relación nueva con el texto. En poesía fueron publicados autores como Rafael Alberti, Julio Casal, Rubén Darío, Sara de Ibáñez, Juana de Ibarbourou, Federico García Lorca, Julio Herrera y Reissig, Antonio Machado, Humberto Megget y otros. El emprendimiento estatal se inscribe en el proceso histórico de prosperidad económica que vivía nuestro país después de la segunda guerra mundial. Clima
(Cuadernos de Arte): "Tiene la pintura moderna un pasado y un futuro igualmente portentosos; un presente lo tiene solamente en la medida que pueda servir de conocimiento y de punto de arranque para nuestra preocupación y nuestro entusiasmo de futuro". Publicada de julio a diciembre de 1950. Su director fue Raúl Artagaveytia y su director responsable, Hontero Fariña. Congregó a importantes figuras del arte nacional e internacional como Hans Platschek (judío radicado en Montevideo entre 1939 y 1953), Vicente Martín, Miguel Pareja y Alfredo Testoni. Nexo: Publicada entre 1955 y 1958 por Roberto Ares Pons, Washington Reyes Abadie y Alberto Methol Ferré, rompe con la tradición literaria de la mayor parte de las revistas nacidas hasta entonces, adoptando un enfoque histórico-cultural. Para Real de Azúa, “Es posiblemente Roberto Ares Pons el más ensayístico de los escritores de su generación (…) también dirigió NEXO, revista hispanoamericana, conjuntamente con Washington Reyes Abadie y Alberto Methol Ferré, donde se hallan incluidos dos de sus estudios: “La ‘intelligentsia’ uruguaya” (nº 2, 1955) y “Sobre la Tercera posición” (nº 3, 1956), republicando el primero en folleto el año 1961”. Y respecto del interés de Ares por la historia -y especialmente por la historia nacional y latinoamericana, todo lo cual aparece plasmado en el espíritu de la revista- señala: “Descubrió que se extendía más allá de nuestros límites un mundo con trazos comunes y en el que las fronteras quieren decir mucho menos que en Europa y que, sobre todo, es el único ámbito geohistórico respirable, el único campo en que quepa una gran empresa capaz de imantar las vidas de hombres presentes, poco dispuestos a luchar hasta el fin por “espacios” patrios, indigentes de todo lo que permite andar a una verdadera comunidad”.[14] Mundo
Nuevo: Según
declara, se propone "recoger en una publicación periódica,
verdaderamente internacional, lo más creador que entrega América Latina
al mundo, ya sea en el campo de las artes y la literatura, ya en el del
pensamiento y la investigación científica. [...] Por eso, esta nueva
revista quiere constituirse en el lugar de encuentro de quienes componen
[...] el concierto de una cultura viva y proyectada hacia el futuro, una
cultura sin fronteras, libre de dogmas y fanáticas servidumbres." Aparece de julio de 1966 a noviembre de 1968. Su director fue durante un buen período Emir Rodríguez Monegal y su coordinador, Horacio Daniel Rodríguez. El primero expresa en entrevista concedida a Carlos Cortínez[15], que su principal objetivo al fundar la revista fue luchar contra la incomunicación imperante en el seno de las letras latinoamericanas: “Al fundarla, mis planes estaban basados en una observación a la que llegué después de muchos años de dedicarme a la literatura latinoamericana, de recorrer sus países y de tener la experiencia de dirigir secciones literarias y alguna otra revista (…) la falta de conocimiento directo que hay de lo que se está haciendo en ciertos países. Y que esa incomunicación es nuestra gran desdicha desde el punto de vista cultural”. Capítulo
Oriental: “[…] presentará mensualmente, en sus treinta y ocho fascículos, la historia de la literatura uruguaya. El conjunto abarcará un panorama completo, desarrollado en extensión y en profundidad, de las obras más representativas de la producción literaria nacional, desde la Conquista y la Patria Vieja hasta nuestros días”. Fue editada de 1968 a 1969, y lo hizo con tanto rigor intelectual y minuciosidad en sus fuentes y autores que -pese a su corta vida- dejó una huella ciertamente importante en nuestro medio intelectual, al punto de que constituye una de las poquísimas revistas que goza de la actualidad que sólo otorgan la vigencia, el interés y el uso. Cuadernos
de Granaldea. Editada
de diciembre de 1980 a junio de 1982. “Cuadernos de Granaldea,
pretende ser lo que su nombre bien precisa: una serie de cuadernos [...]
dedicados a la problemática cultural y literaria”. Su nombre alude a la ciudad de Montevideo: “La referencia a esta «gran-aldea» montevideana, quiere acentuar nuestra voluntad de estar insertos en este tiempo y lugar nada fáciles.” Sus directores responsables fueron, sucesivamente, Yahro Sosa, Rodolfo Levin, Elder Silva y Enrique Martínez Larrachea, y Adolfo Bertoni. Integraron su equipo de redacción Luis Benítez, Raúl Ferreiro, Francisco Lussich, Alejandro Michelena, Luís Pereira, Cecilia Ríos, Elder Silva, Antonio Mª Dabezies y Adolfo Bertoni. Como
señala L. Velázquez, “se trata de un grupo numeroso de personas
y colaboradores que se van incorporando, y hacen el esfuerzo de sacar esta
revista, que no cuenta prácticamente con auspiciantes. El reducido
circuito de distribución comercial en que podía hallársela se reducía
a once librerías, entre ellas, Fundación de Cultura Universitaria,
Librería Linardi y América Latina”.[16] Graffitti: Dirigida por Horacio Verzi entre 1990 y 1998. El diseño del logo es autoría de Marcia Collazo.
Se trata de una revista cultural de fuerte impronta literaria en la que
participaron las más destacadas figuras de la época. Su director es
periodista, narrador y docente; Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas
por la Universidad de La Habana e investigador en varios centros académicos
y culturales cubanos, incluida la Casa de las Américas. La
Tertulia: “En julio de 1994 un grupo de amigos sueña un espacio para recrear
aquellas prácticas que caracterizaron a los uruguayos en los momentos de
esplendor. Así es como se funda el Grupo Cultural La Tertulia con el propósito
de compartir los enigmas del arte en las variadas formas del quehacer
cultural. Diez años más tarde se nos imponía el desafío de convocar creadores de diversas disciplinas para conjuntar en una publicación que le llevara al público nuestro aporte a la cultura (…) es un libro con formato de revista (…) una creación estética profundamente ligada a la ética y una contribución a la realización en su máxima expresión del potencial humano. Así es como entendemos nuestro aporte desde la cultura, promoviendo los valores de libertad y solidaridad, a fin de participar en la reconstrucción del tejido social para recuperar la capacidad de transitar por la vida digna. Esto nos lleva a la misión del grupo: fortalecer la relación entre las distintas disciplinas, con el objeto de profundizar la comprensión humana. Sentimos que estamos navegando entre dos mundos: uno que no reconocemos y otro que aún no existe”. Julio 2007.[17] A
la fecha de este artículo, La Tertulia no sólo continúa editándose,
sino que ha cobrado mucha mayor difusión en medios culturales nacionales
e internacionales. Hermes
Criollo: El nombre completo de la publicación es : "Hermes Criollo. Revista de crítica y de teoría literaria y cultural". Se trata de una revista semestral y arbitrada, orientada por tanto desde un contexto académico que no excluye, sin embargo, la independencia de enfoques y estilos, en el marco de un riguroso desarrollo crítico y teórico. Fue fundada en el año 2000, su director es Hebert Benítez Pezzolano y su Consejo Editor está integrado por Hebert Benítez Pezzolano, Rodolfo Panzacchi y Claudio Paolini. Maldoror: La
Revista Maldoror -imposible obviar la referencia a los “Cantos de
Maldoror[18] Notas: [1]
Ricoeur,
Paul (1965) Hermenéutica de los símbolos y reflexión filosófica.
En Anales de la Universidad de Chile. Memorias científicas y literarias
123, octubre – diciembre, 5:42. [2]
Gadamer, Hans G. (1977)
Verdad y método I. Salamanca.
Pág. 548. [3] Literatura Uruguaya del Medio Siglo, Montevideo, Alfa, 1965. Prólogo de Emir Rodríguez Monegal. Pág. 6. [4] Petit, María
A. De Marcha a Cuadernos de Marcha,
un proceso ideológico inscripto en el tiempo histórico. En Marcha
y América Latina, Editores Mabel Moraña, Horacio Machín. Biblioteca
de América. 2003.
[5] Conteris, H. Op. Cit. Pág. 194. [6] Op. cit. Pág. 6. [7] Galemire, Julia. Homenaje a Susana Soca en Revista La Tertulia. Año 4, Nº 4. [8] Loustaunau, F. Susana Soca, La dame à la Licorne. REVISTA IBEROAMERICANA [edición a cargo de Lisa Block de Behar], Vol. LVIII, Nº 160-161, julio-diciembre 1992, Pittsburgh pp. 1015-1025. [9] Robaina, M. Las traducciones del inglés en la primera época de Número y su relación con el programa de la revista. En Revistas Culturales Uruguayas: Estudios e Índices (1865 – 1974). Montevideo, Departamento de Literaturas Uruguaya y Latinoamericana, FHCE, UdelaR, Junio 2005. [10] BLIXEN, Carina. “Idea Vilariño, una poética de la intensidad” en Historia de la literatura uruguaya contemporánea, Heber Raviolo y Pablo Rocca (directores), Montevideo, Banda Oriental, 1997, Vol. 2:103-123. [11] Orfila, Ma. De los Angeles. ASIR Y NÚMERO:
Las revistas literarias de dos bandos de una generación. Op.
Cit. 2005: [12] ROCCA, Pablo. 35 años en Marcha (Crítica y literatura en el semanario Marcha y en el Uruguay, 1939-1974). Montevideo, División Cultura de la IMM, 1992. [13] Martínez, Myriam N. La Revista El Grillo. Indice analítico de la página poética en la primera época. Comentarios acerca de la poesía. En Revistas Culturales Uruguayas. Op. Cit. [14] Real de Azúa, Carlos. ANTOLOGÍA DEL ENSAYO URUGUAYO CONTEMPORÁNEO, Tomo II. Departamento de Publicaciones de la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay, 1964, pp. 536-538. [15] Cortínez, C. Emir Rodríguez Monegal de vacaciones En: Revista de Bellas Artes, México, nº 31 p. 28-38. [16] Velázquez, Laura.
Cuadernos de Granaldea, en Revistas
Culturales Uruguayas: Estudios e Índices (1865 – 1974)Op. Cit. [17] Año 4, Nº 4. Imprenta La Mimeográfica. [18] En francés “mal de la aurora” o “Mal d´Aurore”. [19] Diario La República. 29.10.08. Año 11. Nº 3074. |
Marcia Collazo
collazomarcia@gmail.com
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