Prefacio

 
RAMON COLLAZO ("El Loro Collazo" para miles de montevideanos) representa toda una época de la ciudad, aquella época cuando la vida era mas lenta y la alegría mas acelerada; cuando se hacía imprescindible para los jóvenes, sacudir la modorra provincial, con el estallido de lo insólito. Pero antes, todavía, existió en la ciudad un sector que hoy nos parece mítico y remoto: el Bajo. Allí nació, vivió y creció Ramon Collazo. Y es la imágen de aquel pequeño mundo, tan rico en incidencias, la que el autor rescata verazmente, en un testimonio que es a la vez nostalgia y documento. 
Este es un libro que va a tener muchos lectores y se los merece por la cantidad de enfermedades que supo evitar. 
Instalado en uno de los escabros de la ciudad, describe un gran mercado sexual sin rebajarse a una sola desvergüenza, habla de juventudes y diversiones extinguidas, sin malgastar nostalgia; no pierde tiempo, no pierde frases ni adjetivos, no llega a decir todo lo que podría decir; es un libro rápido que cuenta lo justito para que se sepa y punto. Aunque a veces se le notan las ganas de rescatar (que no se pierda aquello que se perdió y yo recuerdo). 
Pero Ramón Collazo es el Loro Collazo y no el papagayo verde que canta lo que se pierde. El Loro no es un lírico, no canta; es un humorista, chirria; cuando le duele demasiado, solo se anima a llorar al revés, escapándose por la ironía, protegiéndose con la caricatura, echando mano a un chiste, para tapar. Claro, no en vano el Loro fue el director de la Trouppe Estudiantil Ateniense y de la Trouppe Oxford y divirtió en los teatros con sus revistas paródicas y entretuvo el carnaval con sus conjuntos musicales y sus travestis y compuso tangos que se ríen del tango triston y trascendente y de sus personajes funerales; no en vano es el autor de Pato y de Mama yo quiero un novio. Esto podría explicar esa manera alegre de contar las Historias del Bajo; pero yo diría que es al revés. El hecho de sair recién ahora con este libro está explicando su pasado. ¿Por qué este hombre tan medido en su vivir cotidiano se atreve de pronto, pasados los sesenta años, a empezar a escribir? Esta tardía necesidad de salvamento, esta ansiedad de memoria dice de donde le venía la comicidad de antes. Una audacia final da la clave de tantas payasadas ilustres con las cuales el Loro creó a lo largo de varias décadas, un estilo propio en medio de la mucha risa y despreocupación de los locos años veinte; él se reía mas a fondo que los demas porque le dolía mas adentro. 
Este libro es la prueba escrita de lo que estoy diciendo, aunque esté compuesto con tanto recato y con tanta finura que apenas si deja traslucir las muchas ternezas y la dignidad y la discreción que forman la calidad íntima de Ramón Collazo. 
Me maravilla la cantidad de cosas que puede no decir, la cantidad de comentarios que evita. Es un rasgo señorial eso de centrar la narración en el Bajo y después contar, sencilla y buenamente, cómo pasaban allí las cosas pero sin demasiada negrura, sin "filosofía", sin exaltación de los falsos valores del contravalor (las copas, las santas milongueras, los tauras de ley, los encantos de la frustración). No, aqui se relata con la naturalidad y la buena fe de quien repite imparcialmente lo que vio sin ser contaminado y sin sentir que la contaminación sea cosa de espanto; al contrario, el lector se entera, paso a paso, indirectamente, de los muchos florecimientos morales que pueden darse en semejante maceta, entre prostíbulo y prostíbulo; pero esto sin ninguna alharaca, como la cosa mas natural del mundo (era así y él lo vió); sucede que él mismo y su gente son la demostración de que se puede ser como se debe y sin embargo haber nacido y vivido siempre en el medio mismo y en el boliche exacto del barrio maldito. 
En muchas de estas historias se dan ejemplos semejantes, aunque todos, por supuesto, sin ánimo de sorprender, por la sola razón de que era así y él está diciendo la verdad; había mucha gente que era buena gente y aún aquellos que por oficio participaban de la canallería, también tenían a veces sus dientes blancos, como el perro asqueante del cual se apiada la Biblia. Es una extraña comprobación optimista y a contragolpe, sobre la naturaleza humana. 
Este es un libro que se va completando después de haberlo leído; pasa siempre con los esqueléticos. Pero tal vez sea injusto negarle toda carne. Recuerdo un capítulo de antología por el cual Paco Espínola pudo cambiar un pedazo de su alma: el Carnaval en el Bajo; es necesariamente inolvidable desde muchos puntos de vista. 
Realmente, pienso que van a haber muchos y muy diferentes lectores que se interesen en este librito. No está escrito, ni bien ni mal; está dicho; pero tiene gracia y verdad y reconstruye un fragmento inencontrable de Montevideo: el Bajo (lejano, mítico, feroz y agridulce) de cuyo conocimiento no podemos prescindir. Allí trasnocharon inconfesablemente nuestros tíos, nuestros maestros, nuestros gobernantes, los sesentones de hoy que detentan el poder y la gloria y la respetabilidad en casi toda su extensión. No podemos no saber como era eso. Una de las diferencias entre París y Paso de los Toros está en que Paris aprecia estas cosas de si mismo y Paso de los Toros, no. Hay que empezar por Montevideo reconociéndonos. 
CARLOS MAGGI

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