La vieja Pío

 
Era una vieja petisa, que con unos centímetros menos de estatura podría haber sido enana. Borracha, mandadera y cómica por donde se la mirara. 
En su mano derecha llevaba siempre un frasco de tamaño mediano y con algo de color de perfume, pero que en realidad era caña cortada con fernet. Después de ganarse unos reales, la vieja "pio" se metía en cualquier boliche para comprar "pío con ceja", pues ella a la caña le decía "pío" y al fernet, "ceja". 
Su mente gastada un poco por la edad y otro poco por el alcohol, le hacía imaginar cosas tan absurdas como que el frasco que llevaba permanentemente en sus manos era su marido, y hablaba con él como si fuera un ser viviente. 
Después de comprar su cuota de alcohol se ponía el frasco detrás de una oreja y mirándolo de costado, y antes de tomar un trago y como conversando con él, se mandaba un monólogo como este: "Pío cejudo y pestañudo ... ¡qué ceja! ¡qué mirada! Bien comprendo ... bien comprendo que sos mi querido. Tirame del colchón ... Tirame de las sábanas ... haceme ... con el talón izquierdo ... Pero qué ceja, qué pestaña! ... ¡Píiiiio!" Y aquí se tomaba un buen trago, hubiera o no público a su alrededor, pues ésto lo hacía tanto en un boliche como en la calle. 
Al anochecer ya andaba a los porrazos por la caña ingerida y llena de lastimaduras en su cara. Pero aunque la vieja "Pío" se cayera o se lastimara, su brazo derecho lo mantenía siempre bien alto para que su frasco no se rompiese. Y arrollada como una pelota y con su frasco apretado entre sus manos, terminaba durmiendo en el piso duro de un prostíbulo amigo.

Ir a índice de crónica

Ir a índice de Collazo

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio