Las alpargatas cómplices

 
Más delante y en otro capítulo nombro al Flaco M. como vendedor de cocaína del Bajo. Pero ahora lo coloco como cliente barato de nuestro negocio. 
El Flaco M. llegaba al Bajo en las primeras horas de la noche y hacía unas estaciones prolongadas en nuestro boliche, pero del lado del despacho de comestibles. Algunas noches faltaba para disimular un poco su negocio, pero cuando venía se quedaba unas horas, haciendo varias salidas y tomando algún copetín aunque no era bebedor. 
Nosotros en un principio no desconfiábamos de él, porque era una persona correcta y bien vestida; pero sus continuas entradas y salidas nos llamaron la atención y comenzamos a estudiarlo. Como no tenía problemas con la policía, todo marchaba bien, hasta que fue detenido, porque se sospechaba que vendía cocaína. 
Salió prontamente en libertad y volvió a nuestro negocio con sus mismas características. El Flaco M. recostaba su cuerpo contra un pequeño estante donde estaban ubicadas alpargatas para la venta, y después de observarlo varias noches, descubrimos que debajo de las suelas de las alpargatas, colocaba los paquetitos de cocaína. Allí los dejaba pues si la policía lo revisaba no encontraba en su poder la prueba del delito. 
Cada salida que hacía el Flaco M. era para llevar un paquetito o dos, a los viciosos que se lo solicitaban con una simple seña. Al ser descubierto mi socio lo invitó para que se retirara del negocio y no volviera nunca más; él aceptó la invitación sin levantar la voz, porque no le convenía estar en malas relaciones con nadie. 
El escondite elegido no estaba mal, porque en las horas de la noche nadie iba a comprar alpargatas, a un lugar donde lo que se vendía era otra cosa. Se había perdido un cliente pero se había ganado tranquilidad.

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