Charlot, Manon y Blanquita

 
Hay coincidencias increíbles. Faltando muy poco para terminar este libro, apareció en Montevideo Blanquita, famosa habitante del Bajo, ahora de sesenta y ocho años que cada tanto se hace un viajecito a Montevideo para visitar a sus amistades, entre ellas los veteranos que de cuando en cuando se daban una vueltita por aquel barrio. Hablar de los rufianes franceses y su forma de trabajar es cosa bastante conocida pero por si hubiera alguna duda, Blanquita nos contó en su ultimo viaje los turbios negocios de Carlot y Manón cuando éstos tenían la pensión de la calle Soriano y ella era encargada de confianza del prostíbulo de la calle Reconquista casi Ituzaingó, donde era suprema vedette la famosa "Botafogo". Charlot y Manón eran una pareja de franceses (tanto da si eran casados o no) que vivían, sin ningún problema, de las mujeres que explotaban. Tenían sus agentes principales en Francia y eran dueños de una cadena que se extendía por Argentina, Brasil y Uruguay. De Francia llegaba una mujer, la colocaban en su prostíbulo de la calle Reconquista y ahí la hacían trabajar hasta que la transferían a cualquiera de los países nombrados mediante una paga convenida. Todas las meretrices entregaban el producto de su trabajo a sus patrones y ellos tenía la obligación de mantenerlas y vestirlas. Es incomprensible que se dejaran explotar así pero la explicación la proporcionó Blanquita. En los países a los cuales eran transferidas, había otros rufianes que les hacían a estas mujeres promesas de futuro muy importantes que consistían en la certeza que abandonarían a sus queridas para irse con ellas a vivir una vida de paz y de lujo; pero había un agregado muy especial: la amenaza de que, si la prostituta explotada no cumplía con su trabajo, sería perseguida y castigada con desfiguración del rostro, agresión que a veces se consumaba. Pero los criollos son los criollos y una noche, nada mas que por pasar el rato, robaron de la custodia de Blanquita a M. una francesa muy simpática que estaba aburrida de Charlot y señora y se la llevaron a un rancho del Buceo. Después de muchos años, Blanquita nos daba su versión de aquel episodio: "¡Qué trabajo me dio la francesa M.! Pensar que me tomé un taxímetro y cuando después de andar horas pude ubicarla, se negó a volver al trabajo. Charlot y Manón me pegaron flor de café, pero por suerte no perdí el puesto".Ahora Blanquita está radicada en Buenos Aires y jubilada deservicio doméstico. Sí, de servicio doméstico porque en estos últimos años trabajó de sirvienta y no tiene reparo en decir que todo el dinero que ganó lo gastó en vivir bien, de lo que no se arrepiente en absoluto. Un abogado argentino al que ella siendo sirvienta le hizo un favor la protege y fue quien la ayudó a jubilarse. Además dice que aprendió a rezar y va muy seguido a la iglesia donde ha encontrado mucha tranquilidad espiritual. Al despedirse, le pregunté a Blanquita si no había visto a otra amiga francesa: la tuerta G. y me respondió con su gracia habitual:"¡Cómo no la voy a ver! Esa pierde el pelo pero no las mañas. Vieja y todo está de portera en un prostíbulo". Se me ocurrió entonces preguntarle si ella volvería a trabajar aunque sea de portera. "¿Trabajar de portera en una casa donde fui estrella? ¡Jamás! Prefiero seguir lavando pisos".

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