A propósito de Quiroga
Carlos María Cattani

Dicen que en una de las tantas caminatas matinales, que a orillas del Adriático solía hacer Pero Grullo, reflexionando, como era su costumbre, halló tendida sobre la arena, una quijada de buey.

Su curiosidad sin límite lo llevó a tomarla justo en el momento en que un viento marino sopló con furia, mojándole el agua su toga.

En respuesta a ello Pero Grullo lanzó la quijada al mar con tanta fuerza como enojo tuvo, y esta, luego de un breve recorrido retornó al lugar de partida, para sorpresa del pensador.

Así estuvo el hombre toda la mañana, lanzando y esquivando  la quijada, sin saber que había descubierto un mecanismo de retorno, que en siglos posteriores, le denominarían “boomerang”.

Traemos a cuento una de las tantas perogrulladas porque vamos a incursionar en un terreno trillado, con recursos manidos quizá, pero con el compromiso de ser fieles a la letra.

Hablar a estas alturas de Quiroga, y más aún, pretender ser originales, es una tarea digna de aquel personaje del mar y la quijada.

A fuerza de ser sinceros, tampoco resistimos la tentación de hacerlo. Por eso, en un compendio a vuelo de pájaro, como quien dice, sin mitificaciones, evoquemos a este coterráneo dando un testimonio, cercano, casi familiar, desde una perspectiva desapasionada, objetiva, justa y clara.

Para ello empecemos por darle un corte radical a la introducción, señalando al 233 como el número desencadenante de muchas de las vicisitudes de Quiroga –también de su gloria-. “Es la relación de los nombres con los números la resultante de muchos de los pesares del hombre”, aseguran.

Este se descubrió en las ruinas de Pompeya, en viejas tablas que a su vez estaban relacionadas con los oráculos egipcios.

Así se explica gran parte del tormentoso mundo quirogiano. Así podemos decir, sin temor a equivocarnos, que los símbolos -que son una constante en Quiroga- giran en torno al 2 y al 3, y cuando se acentúan, al 233 concretamente.

El problema mayor de Quiroga, hay que decirlo de una buena vez, ha sido el de no tener paciencia, y eso se lo atribuimos a que en el fondo no era tan sincero como creíamos, porque a nadie se le escapa, y menos a él, que llevaba  una estadística de muchos años a ésta parte, que el 233 era candidato a salir a la quiniela en cualquier momento, - y salió nomás -.

A propósito de Quiroga… ¡que hijo de mala madre es!, ¡viejo egoísta!, ¿qué le costaba avisarnos?. En el barrio le tenemos una bronca que…

Carlos María Cattani

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