El Oriental 
Agamenón Castrillón

Alrededor de un fuego, en la cocina del personal,  desperezaba el cuero  la peonada con porongos y calderas tiznadas. Las historias de sarandíes 

cortados, tarariras con sobrepeso y otras exageraciones fantásticas iban dando el color a la mañana.

 

Las madrugadas están hechas para despertar  el sol no para acostar la luna, era el consejo del Abuelo Manuel que El Oriental llevaba en el fondo 

del mate, donde llega sólo la bombilla con las más intensas y últimas chupadas. En su honor, el paisano no se perdía ni una sola de las conversas 

tempraneras y escuchaba cada cuento atesorando palabras,  frases y anécdotas. El que guarda, siempre tiene...y el que tiene  puede dar...

 

Enfrenaron y ensillaron los cuatro caballos del personal, el tordillo del patrón y dos pingos  mansos, para unos puebleros que vinieron por el fin de 

semana. El Oriental y Facundo salieron para los potreros del este, Don Pepe y Francisco rumbo al sur. La idea era ir juntando el ganado en las 

rinconadas de alambre y arroyos para dar vista y contar la existencia. El patrón y su comitiva iban de atrás y cuando llegaban a cada potrero los 

animales estaban juntos  coreando  balidos y bufidos. (H)ojeaban su estado calculando el peso y luego los hacían pasar al tranco contra el 

alambrado contando cada res:

 

- ¿Ciento cinco?- dijo el patrón

 

- A mi me da ciento tré...- respondió Don Pepe

 

- ¿Las hacemos pasar otra vez?-

 

- Deale...

 

El casco de la estancia estaba al centro y ellos iban girando por los potreros, en el sentido de las agujas del reloj: este, sur en la mañana y 

oeste, norte en la tarde. Ya tenían estudiada la vuelta y para las seis de la tarde tenían todo el pescado vendido, el ganado contado y revisado. 

 

En esas actuaciones uno de los puebleros se le acercó al Oriental:

 

- ¿Usted es de estos pagos, compañero... ?

 

- No...  soy de Río Negro, mi abuelo era casero en la estancia de San Francisco, de los  Haedo. Yo me crié con él. Después  nos fuimos a Fray 

Bentos y ahí me convertí en compadrito y guitarrero-

 

- ¿Y cómo llegó  a la campaña de Tacuarembó?-

 

-   Menos pregunta Dio... es muy larga la historia como pa’ hacerla de a caballo, en otra ocasión lo hablamo’- dijo El Oriental y salió al galope con 

un novillo que se cortó de la tropa.

 

 

 

 

En 2005, el pueblero, a más de un año de la visita al campo,  entró en una librería y empezó a recorrer estantes hasta que llegó a la mesa de 

saldos editoriales. Novelitas de Corin Tellado, Stephen King y otros reyes de la superventa. También había unos ejemplares de bolsillo que se 

publicaron con los folletos del Capítulo Universal y unos cuantos libros de ediciones de autor. Llamó su atención una tapa con jinete aludo 

galopando tras un novillo y el título “Coplas  de El Oriental” de autor anónimo. Comenzó a hojear con ansiedad y sus ojos no daban crédito al 

párrafo de aquella hoja del prólogo:  “soy de Río Negro, mi abuelo era casero en la estancia de San Francisco, de los  Haedo. Yo me crié con él. 

 

Después  nos fuimos a Fray Bentos y ahí me convertí en compadrito y guitarrero”.

 

Rápidamente se dirigió a un vendedor, pasó por la caja y salió de la librería rumbo a su trabajo. Quería terminar  la jornada laboral e irse a su 

casa, a la mesa de un bar, a la Plaza Matriz, para zambullirse en las páginas de las “Coplas...”  Estando en esas cavilaciones sonó su teléfono, 

era una llamada por interno:

 

- Jorge, no vas a  creerlo!- exclamó el contador Pereira  -acaban de mandar toda la información para cerrar la contabilidad de El Paraíso S.A., 

por suerte! Ya me tenían supernervioso porque esta semana es el vencimiento del impuesto. Venite a mi escritorio y hablamos...-

 

Jorge suspiró los corredores que lo separaban de la oficina del contador Pereira, no tenía otra cosa en mente que el momento de retirarse hacia 

el libro que había comprado. El contador tenía ordenadas contra una pared las pilas de boletas y comprobantes para ingresar en la contabilidad 

de El Paraíso S.A.:

 

- Vamos a tener que meterle pata, porque no llegamos al viernes con la declaración jurada y la liquidación-

 

- Así se hará...-

 

- ¿Vos podés quedarte hoy hasta tarde?-

 

- Y...-

 

- Bárbaro! entonces hablo con Mariana para que también se quede y adelantamos  el trabajo-

 

- ¿Ya están ordenados?- preguntó Jorge señalando los comprobantes.

 

- Si, ya los mandaron ordenados-

 

- Bueno, me llevo el primer paquete. Usted coordina con Mariana y me avisa-

 

Abrió el programa contable en el computador, buscó los archivos y se dispuso a cargar comprobantes contra reloj. El Oriental, cuerpeando un 

novillo, aparecía como una ráfaga entre las hojas del plan de cuentas. Cuando dieron las 20.00 horas hicieron un corte para un café; mientras 

Mariana  lo servía, la perfiló a contraluz y sintió un tibio  deseo sobre sus caderas,  miró hacia la ventana y se encandiló con la luminaria de 

carteles, alumbrado público y  faros de automóviles. Cuando volvió la vista a la oficina Mariana ya estaba sentada en su lugar de trabajo, como 

siempre. Pasó otra vez un novillo y atrás las alas del sombrero de El Oriental. Se quitó los anteojos, frotó sus párpados con una mano y volvió  

a su computador hasta las 22.00 horas. Mariana recibió una llamada en el teléfono celular y enseguida dijo que se iba porque la venían a buscar.

 

Se prometió trabajar una hora más y retirarse. A los minutos de su despedida volvió Mariana de la calle:

 

- Mi padre venía a buscarme y se le quedó el auto... ¿qué hago?-

 

- No te preocupes, yo te llevo, dejame cerrar el equipo, ordenar mis cosas y ya nos vamos-

 

- ¡No sabés cuánto te agradezco!-

 

- Es un honor... ¡por farol!-

 

A la mañana siguiente, Jorge  llegó a su lugar de trabajo con la intención aumentada de leer  las coplas de El Oriental.

 

- Con la quedada de anoche y la salida entreverada que tuvimos me olvidé de un libro que compré ayer- le comentó a Mariana.

 

- Primero: buenos días! porque no dormimos juntos- bromeó ella.

 

- Disculpame, tenés razón: buenos días! Lo dejé en esta esquina de la mesada, no lo viste cuando entraste?-

 

- No, cuando llegué esto estaba todo limpio-

 

La estrategia de búsqueda era sencilla: investigar con la gente de la limpieza, que cambia porque es un servicio tercerizado, o con Leonardo el 

archivador que siempre se lleva lo que le corresponde y también lo que no.  Mariana, antes que se perdieran, trató de poner las cosas en su 

lugar:

 

- Eso que dijiste anoche de salir un día... estuve pensando y no me parece conveniente-

 

- No se trata de algo conveniente ni formal, es una invitación, simple...- respondió Jorge.

 

- Aunque sea informal o como se llame, me parece que con personas donde uno trabaja más vale no comprometerse, nunca se sabe como 

terminan las cosas-

 

- Está bien, perdoname...- terminó Jorge mientras salía de la habitación – voy al archivo para hablar con Leonardo-

 

- No tengo nada que perdonarte...- concluyó Mariana – seguimos como siempre y aquí no ha pasado nada-

 

El archivador revisó entre la pila de documentos que levantara esa mañana sin encontrar nada diferente a los papeles de trabajo. Jorge llamó a la 

empresa de limpieza y habló con el encargado de la gente que la noche anterior hizo el servicio y el hombre quedó en reportar novedades. Ante 

cada dificultad para encontrar el libro crecían las expectativas en torno al hallazgo perdido.

 

Pasaron los primeros tres días sin novedad y ante reiterados reclamos, el contador Pereira remitió una nota al proveedor de servicios de limpieza  

donde se dejaba constancia del hecho para estampar el antecedente y para que las cosas “no quedaran así”, pero en cuanto al libro fue en vano.

 

Después de revisitar el lugar donde encontrara las “Coplas...” y otras tantas librerías; después de los libreros de la feria y de la calle Tristán 

Narvaja; después de investigar con Raúl, en la librería de viejo El Aleph de la calle Bacacay,  recién entonces Jorge  se comunicó con el 

propietario de la estancia El Paraíso, donde habían ido con el contador Pereira a la memorable visita y conociera a El Oriental.

 

- No Jorge, ese hombre  hace tiempo no trabaja con nosotros. ¡No viste en las planillas de la contabilidad que ya no figura más?-

 

- Es que no se cómo se llama. Siempre con el apodo, no supe su nombre  verdadero-

 

- Se llama Irineo Flores. Te puedo averiguar con Don Pepe, el capataz,  pero... ¿pasa algo?-

 

Entonces le explicó el asunto de las “Coplas...”, de cómo las había encontrado, cómo habían desaparecido y hasta los pormenores de la 

búsqueda.

 

- Esto parece cosa de libros -  terminó diciendo Jorge.

 

- De veras... dejame que  encuentre alguna pista y te llamo-

 

 

 

 

- El pueblero que vino la otra vez con el contador Pereira, me llamó para ver si logramos contactarlo con El Oriental- comentó el patrón mientras 

recibía el parte de Don Pepe respecto a cómo iban las cosas en la estancia.

 

- Ese es como el capincho, hunde la cabeza y no se sabe dónde va’ salir. Dende que se jue no hemos sabido nada dél-

 

- ¿Es medio letrao el hombre?-

 

- Es... muy léido y lengua sobada si... cantor, payador y pendenciero. Acá tuvimos que cantarle la polca del espiante porque cuando iba p’al 

pueblo se pasaba del fin de semana unos cuantos días. No lo pelé más...-

 

- ¿Y dejó algún rastro?-

 

- De acá se jue con los esquiladores la primavera pasada. El que puede saber algo es Alonso-

 

El jefe de la cuadrilla de esquiladores, el tal Alonso, dijo que lo dejó en  Tambores. Los Teixeira agregaron que a los pocos días se embarcó para la 

ciudad de Tacuarembó y de ahí no se sabe si se fue a la capital o a la Argentina.

 

 

 

 

Habían pasados meses de las investigaciones y no había señales ni del paisano ni del libro. Jorge, que había perdido el sueño y el tiempo con el 

tema, empezó a liberarse de la presión y había vuelto a soñar con Mariana.

 

- Me parece que ya descubrí quién es El Oriental – dijo el contador Pereira de forma convincente- ¡es José Razzano!-

 

- Ah! Bué...!- fue toda la respuesta de Jorge.

 

- Ayer leí en un homenaje a Gardel que Razzano era buen cantor y le decían El Oriental porque nació en Uruguay. Como una forma de aliviar tu 

curiosidad insatisfecha, pensé que podríamos dejarla por eso y sumar otra milonga al mito gardeliano-

 

- No cierra, ni abre, por ningún lado. El Pepe Razzano murió hace como medio siglo... y además dicen que era gran cantor, pero que las letras 

eran de otros. Justo que ya estaba cerrando mi herida viene a sacar la cascarita-

 

- Es que no me convence que el asunto te tenga  dominado- dijo el contador y se fue.

 

Jorge quedó rascándose la cabeza. Lo atractivo era la juntura de los dos  hechos: la persona y el libro, contactados en dos momentos muy 

diferentes con un santo y seña que los une: esas frases dichas y escritas como en espejo. Después, el misterio de no poder contrastarlos y no 

poder profundizar en el conocimiento de ambos porque el paisano fue tan esquivo como el libro, porque lo dos se le esfumaron entre los pliegues 

de la realidad. También le seducía la idea de un paisano y peón de estancia que fuera cantor y poeta campero. La mayoría de los que escribieron  

versos gauchescos, criollos y nativistas, eran ilustres ciudadanos oficinescos. Este caso era una aproximación a la auténtica mitología de lo 

oriental.

 

 

 

 

Para este enero/2009, en  Nuevo Berlín, departamento de Río Negro,  en el 6to. Festival desde la Costa sobre el río Uruguay, se anuncia 

tradición, playa y entre otros artistas nacionales a: “El Oriental”.

 

El dueño de El Paraíso S.A. estuvo en la Comisaría de Young por unas guías de ganado  y vio el afiche del evento. Inmediatamente llamó a la 

oficina del contador Pereira y notició a Jorge del suceso.

 

- ¿Y cuando es eso?-

 

- Ahora, che, este fin de semana. Arrimate hasta la estancia y yo te llevo, de paso hacemos alguna bandideada-

 

Cuando apura la vida, apura. Tantos años en el silencio oriental y de pronto las corridas hasta la estancia El Paraíso en el departamento de 

Tacuarembó, lindero con Río Negro. El salto hasta Fray Bentos y luego hasta Nuevo Berlín, un poblado chico fundado por alemanes a orillas del Río 

Uruguay.

 

Esta vez no se le iba a escapar. Pastorearon pistas y señas que los llevaran a El Oriental. Cuando subió al estrado, Jorge no lo podía creer. El 

paisano cantó unas coplas de autor anónimo, según dijo. También canto la Milonga para los Orientales, con letra de J. L. Borges.


      
Cuando El Oriental bajó inflado de aplausos entre gente que lo saludaba,  Jorge se le apersonó:

 
- Lo felicito compañero! – hizo un silencio esperando la reacción del otro y continuó – veo que no me recuerda. Hace unos años en la estancia El 
Paraíso fui de visita y tuvimos un furtivo encuentro-

 
- Y... deai?-

 
- De ahí nada... es de otro lado donde viene el asunto. Nos gustaría invitarlo con una copa y conversar un rato-

 
-  Si me esperan que guarde la viola y arregle con la gente de la organización, con mucho gusto- 


      
Jorge y su compañero se arrimaron a la barra  mostrador, pidieron dos  importados con mucho hielo aguardando a El Oriental, quien no demoró en 
llegar y ante la invitación pidió una  caña con pitinga mientras se dirigía al pueblero:

 
- Pa’ servirlo... –

 
- La cosa es así....- empezó Jorge un relato de todo lo acontecido abundando en detalles de tiempo y espacio. Parecía que estuviera viviéndolo 
por segunda vez.

 
-   ... y por eso quería conocerlo: hombre de campo, cantor y poeta- arengó finalizando.

 
-  Cantor si, pero poeta no, soy como Razzano, las letras las consigo con otros-

 
-  Pero  el libro “Coplas del Oriental” no es de su puño y letra-

 
-  No es de puño y letra, es de imprenta, pero además yo no soy el autor-

 
-  ¡Pero si usted en El Paraíso se me presentó con las mismas palabras del prólogo!-

 
-  Las hice mías a las palabras del prólogo, las repito siempre, igual que los versos, pero son de otra persona – sorbieron los tres para dar un 
resuello de misterio – 
 
Tanto las hice mías que desde entonces dejé de llamarme Irineo y todos me conocen por El Oriental. Solo por el respeto que merece su historia y 
porque ha pasado tanto tiempo voy a levantar, entre nosotros, la piedra de un secreto. Ese libro se lo dio Don Bernardo Haedo a mi abuelo 
Manuel cuando trabajaba con él. El Viejo tocaba muy bien la viola y domingueaba arpegiando el galpón con sus vidalas. Fue quien  me enseñó a 
tocar la  guitarra. Entre otros tantos oficios y cosas  que me dejó, unos de esos días que olfateaba la muerte me llamó al catre y me dijo: tome, 
guarde este libro y su secreto: está escrito por Jorge Luis, el primo de doña Esther, casada con Amorim, el salteño. Dicen que Don Borges se 
siente mitá oriental y que a veces cae pa’ este lao del río.
 
Jugueteando con Amorim  hicieron 50 copias de las “Coplas de El Oriental” en una imprenta del Salto. Lo repartieron entre amigos y lo dejaron 
anónimo no má, pa’ no levantar suspicacias entre la porteñada cajetilla que siempre está al acecho-

Pidieron otra vuelta, ahora tres cañitas. Se las volcaron  y pidieron otra. Se precisa un hondo silencio para escuchar notas tan profundas, por 
eso salieron noche afuera: habían alumbrado un misterio y como en las cajas chinas toparon con otra  caja tan oscura....

Agamenón Castrillón

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