Penélope

Penélope, trenzadora de paciencias,
recobra la dulcísima costumbre
del tálamo y del cuerpo
que navegó 20 años hacia el suyo.

Penélope sonríe. Mira sonreír a Ulises,
plácido en el dormir.
Tal el premio que los dioses reservan
a los domésticos telares.

Privativo es el sueño:
el fecundo en ardides desdeña.
atarse dócilmente al mástil
y naufraga -fanfarrón y elocuente,
afanoso en sonrisas-

de sirena en sirena.

Gladys Castelvecchi
de Por costumbre

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