Carta a Julio Cortázar

El juego no era fácil
pero había en fin las claves
y a través de tus espejos musicales
yo te seguí al revés
hilo de Ariadna que busca los portones
de la entrada
y en el centro hallé tu rostro
como si fuese el verdadero
y te toqué las venas sin decir la carne
y tú trajinado sacerdote que conoce los ritos
me bautizaste al fin
en las cálidas aguas y barrosas
como la oscurecida plata de tu río
que también es el mío
y en seguida quise
romper lanzas contra el orden impuesto
y amar a quemarropa
y amar en contravía
y llorar y llorar hasta volverme lluvia
y perseguir mi sombra
en los patios vecinos
y arañar las paredes interiores
hasta encontrar salida
embarcada por fin en la palabra justa
y después de probar
la ternura la furia y el desdén
y la ironía
-tú conocías la ceremonia entera
pero estabas obligado a no advertirla -
en un gesto final
melodramático
como un payaso extrae de abajo de su saco
un corazón de cartulina roja
yo tuve que llevar el mío
como un jazmín que huele demasiado
al medio de la calle
y decirle a la gente que pasaba
hoy lo regalo ¿usted lo quiere?

Martha L. Canfield
El viaje de Orfeo
Signos - 1990

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