El viajante
Josefina Camacho

Llueve; las finas gotas mojan tímidamente mi rostro. Voy hacia la estación del ferrocarril.

El tren está en hora de partir adonde me dirijo...no importa.

Sólo quiero salir por un tiempo de éste lugar que tanto dolor me causó.

Al llegar a la ventanilla, espero ser atendido por el boletero que con lentos movimientos arma un cigarrillo.

Con amarillos dedos envuelve el tabaco en su hojilla, sacando media lengua la moja ya pronto lo coloca entre los labios, y se dirige hacia acá.

¡Por fin ¡se digna a atenderme, luego de saludar pregunta-caballero,-¿destino?

-Montevideo; ahí voy.-¿De paseo? Sin contestar tomo el boleto y saludando salgo rápido hacia el andén, no quiero preguntas…

Me dirigí a un banco que está vacío, dejé la valija en un costado y…me senté, subí el cuello del la gabardina mientras froto las manos para quitar el frío, pienso.

Mi cabeza da vueltas, recuerdos lindos y de los otros; fueron casi cuarenta años de amor, de dicha compartida.

Ronda en mi mente aquella mirada clara, sus labios carnosos y los simpáticos hoyuelos que se formaban en sus mejillas al reír

Tan sumergido estaba en mis pensamientos, que se me olvidó qué hacía allí.

De pronto, la pitada del tren me saca de las profundidades de los recuerdos.

El bullicio de la gente, la que no había notado hasta entonces, todo lo que se ve en las despedidas.

Correteando de un lado a otro, besos, abrazos todo lo que se ve en las despedidas.

Al dirigirme a mi vagón; mi corazón da un vuelco, allí en la escalerilla una joven sube sonriendo.

¡Dios! Conozco ese rostro; salgo corriendo para sentarme a su lado,-¿puedo? 

-Por favor, siéntese usted, seremos buenos compañeros de viaje.

Un sudor frío recorría mi cuerpo, no se lo que sentí, esa cara, esos ojos, su manera de hablar.

Era ella, mi Dolores. Me miró con ternura diciendo-está pálido ¿se siente bien?

Asentí que sí con movimiento de cabeza, no podía articular palabras.

Respiré profundo y cuando me repuse dije,-¿va muy lejos? Dijo- a la capital allá me espera mi esposo.

Siguió con su charla entretenida, escuchar aquella voz me hacía bien.

Dijo- perdone lo aburro con mi tema, no lo he dejado hablar,- lo esperan también?

No supe cómo contestar, tragué saliva, suspiré y dije, -viajo para tomar distancia un tiempo de este lugar.

Mirándome con esos ojos de cielo que me traspasaban el corazón dijo,-lo siento no quise importunarlo.

Si no desea hablar lo voy a entender, pero si se quiere desahogar estoy lista para escucharlo.

Abrió su cartera y de allí extrajo un paquete de caramelos, extendió su blanca mano diciendo -¿gusta uno? Es bueno deleitarse con algo dulce.

Tomando uno respondí –hace un mes que estoy solo, no encuentro consuelo.

Se fue así de repente, sin darme cuenta, como el agua se escurre entre los dedos…

Una fría mañana así, como ésta despertó me tomó fuertemente las manos ,me dio un beso dijo te quiero no me olvides, y serrando los ojos durmió eternamente…

-Disculpe soy pésima compañía,. –De ninguna manera siga si eso le hace bien.

-Le diré que fui un hombre feliz, nos quisimos con toda el alma, esa mirada de cielo me acompañará por siempre.

Mientras escucha ella me mira con los ojos de mi Dolores,- regalo que me da el destino tenerla como compañera de viaje.

-¿Cuánto tiempo hace que no charlo? Que pensará esta joven de éste viejo que vive de recuerdos.

El viaje se hizo corto queda poco para llegar. Por un momento dejamos los temas de lado y dormité un rato

Soñando que junto a mí iba mi Dolores. Me sorprende la pitada del tren, estamos llegando.

La voz de mi compañera me despertó –vamos llegando hicimos un lindo viaje.

No nos dijimos los nombres, soy Dolores por si nos volvemos a ver,¿cómo es el suyo?

Me sorprendió, suspiré y dije soy Roberto, Roberto Díaz.

Saltó del asiento sin escuchar y dijo- mire ese que está allí ese, es mi esposo.

Me dio un beso y corrió hacia la puerta de allá gritó disculpe no escuché su nombre.

-Le contesté- no se preocupe vaya que la esperan.

Fue la primera en bajar, con los brazos abiertos corrió hacia él uniéndose en uno los dos.

Pensé – te pierdo nuevamente,. Tomé la valija, bajé sin prisa nadie me espera ,subí al primer taxi y… ala ciudad vieja por favor.

Hotel Ideal, Andes 2344.Demoró en llegar al bajar pagué y saludando me dirigí al portal del hotel.

Me recibieron con atención, luego de dar mis datos tomé la llave de mi habitación y allí quedé sólo con mi soledad.

Dejo mi valija sobre una silla me quito la gabardina y sentándome en la cama, saco una foto de ella poniéndola sobre la mesita de luz.

Recuesto la cabeza en la almohada y contemplo su sonrisa, -que solo estoy, sin ti la vida es nada.

No te perdono que me dejaras así sin pensarlo ,me siento tan cansado…

El mundo me parece inmenso, me pesan los ojos, tu imagen se aleja, un tenue rayo de luz me ilumina dando una sensación de paz.

Que tibieza que tranquilidad espérame, ven, ven, ven…..

Al día siguiente; las policiales recorrían el país, dando la noticia del viajero que encontraron sin vida en una habitación del hotel Ideal de la calle Andes 2344 de la capital.

Según parece de muerte natural.

Josefina Camacho

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