Historia de vida
Josefina Camacho

Hace un año que vivo en esta zona de Pinamar.

No dejo de agradecer al destino haber llegado a este lugar. Cuando salgo a caminar por la playa encuentro pescadores que con gran paciencia esperan el fruto del  mar.

Pinamar… sus calles son para mí un laberinto sin fin, con típicas casas que tienen techos de dos aguas adornados con tejas. Jardines muy bien cuidados donde predominan olorosos romeros y fragantes lavandas.

Ese aroma especial de los pinos que dan al aire una frescura inigualable.

Me llama la atención un anciano que viene en una moto llevando de tiro un carrito, y sobre éste veo una cortadora de césped.

Lo miro con tal curiosidad que él sonriente para y saluda con franca sonrisa.

Dice: caminando?

Contesto: salgo todos los días por la costa y recorro, luego subo por el camino.

¡Lindo lugar! dice, el que viene aquí no se va más; esto es un edén; y prosigue yo vine hace sesenta años, no había nada, ni casa ni árboles, era un desierto. Habla con gran entusiasmo. Sus pequeños ojos casi cerrados por el peso de los años; con su voz cascada y haciendo exagerados ademanes.

Mirando con picardía continúa: éstos pinos que ve lo plantaron estas manos, mostrando sus manitos enjutas y arrugadas. ¡Si señor! Vinimos con una cuadrilla, me parece ver uno por uno llenando el lugar.

Yo vine de Cerro Largo, me gustó tanto este lugar que cuando pude comprar un terrenito, con ayuda de mis  compañeros poco a poco levanté mi casa. Así como el hornero vió?

Cuando quedó lista traje la familia.

Muchos hicieron lo mismo, algunos ya no están, me ganaron en el viaje sin regreso.

Porque morir es irse de viaje para mí, aquí estamos de paso.

Bajando el tono de su cansada voz dice: hoy estamos solos con la vieja, los hijos están en el exterior, crecieron y se fueron, aquí no había mucho para ellos.

Su voz es apenas un susurro, los hijos no son de uno, son de la vida; como los pájaros vio? Uno los cría y cuando se pueden defender en la vida emprenden vuelo.

¡Bueno, no me voy a poner melancólico!  Con este día soleado que merece ser disfrutado haciendo algo por la vida.

Yo me entretengo con mi trabajo, soy jubilado,  pero cuando me sale algo para hacer no digo que no, soy jardinero, sabe?

Poniendo su cuerpo derecho me pregunta cuantos años me da usted?

Lo miro no sabiendo que contestar, pues por lo que cuenta debe tener muchos.

Sonriendo agrega, ochenta y seis tengo y me sobran las fuerzas para hacer cosas.

Dándome un fuerte apretón de manos se despide, y cuando sube a la moto grita ¡disfrute este paisaje, aspire el aroma de los árboles y no olvide que el que viene aquí no se va más…! Esto es un regalo que nos da la vida y no cuesta nada, que le parece?

Seguí mi camino pensando en que tiene razón, hay que caminar observando la naturaleza, el hermoso río, inmenso, y bravo a veces.

En mis momentos de meditación viene a mi mente el recuerdo de aquella personita ingenua y simpática que habla sin cesar. Personaje de las playas digo yo. Qué historia de vida!, que fortaleza de carácter.

En cada pino se vera plasmado su vivir y cuando ya no esté más aquí algo de el quedará.

Vivirá en el canto de los pájaros que habitan en los árboles que con tanto amor plantó.

Josefina Camacho

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