Adelaida
Josefina Camacho

Adelaida con ochenta años, esbelta aún su flaca figura camina airosa por la casa.

Su cabeza pequeña luce un gran moño color ceniza.

Cara enjuta larga y fina nariz, labios apretados y una mirada clara y fría.

Son cuarenta años de soledad y amargura, todos se fueron , formaron sus familias.

Adelaida por ser la hija mayor, veló siempre por todos, padres , hermanos, sobrinos y… así pasó el tiempo.

Cuando se dio cuenta estaba con sus padres viejos que le pedían cuidado.

Uno a uno la dejaron y…cuando reaccionó estaba sola con ochenta años sobre los hombros. Sin familia ,sin amigos, sin amor.

Muy poca gente se acuerda de ella, sumergida en su pasado se ha vuelto triste y agria. No dice nada pero su manera de ser lo dice todo, no es feliz.

La casa siempre oscura con un aroma de rosas que se percibe al pasar el umbral de la puerta de calle.

Silenciosa ; parece un templo si, el templo de Adelaida. Sentada en el sillón de hamaca con un tejido interminable y su radio siempre en la misma estación.

Escucha música clásica solo ella la oye. En el dormitorio se ven las dos camas iguales con gruesos respaldos de buena madera. En la pared cuelga un gran rosario a cada lado de este los retratos de sus padres.

Colgado en la pared que está contra el respaldo de su cama luce el retrato de un joven apuesto ¿Quién es? No me atrevo a preguntarle. Veo que siempre le pone en el marco un clavel blanco, que cuando se quiere marchitar lo cambia.

Siempre que mira esa foto suspira largamente y llevándose las manos al corazón murmura ¡qué fue de nosotros!. Enseguida se compone el pecho levanta la barbilla y sale rápido buscando quehacer

Adelaida callada, triste, fría tus manos nunca paran cuando no estás tejiendo te acercas al piano y lo acaricias al tocar (Historia de amor). Ahí si eres tú la verdadera mientras los dedos se deslizan por el teclado , cierras los ojos y… por tus mejillas ya marchitas corren lentamente dos gruesas lágrimas que se van a juntar en el mentón formando una sola gota.

No notas que te estás derrumbando y yo te veo. No disimulaste amargura y yo.. te compadezco. No te importa ya nada del mundo que te rodea y… te descuelgas con un llanto sonoro, la música deja de sonar se oye un grito como un lamento. ¡ porqué a nosotros!.

Ese grito fue como un desahogo que despierta tu ser, de pronto pasas tus flacas manos por los ojos secando las lágrimas. Te pones de pie con energía , cerrando el piano dices con voz firma. Tomemos un té. Preparas la mesa con delicadeza como todo lo que tú haces, un blanco mantel finas tazas.

Observo que pones tres tazas somos dos ¿Quién es el tercero?.

Maquinalmente me haces ademán de que me siente junto a ti… ¿Quién se sienta frente a ti?. Sirves su taza luego la mía y luego la tuya.

Tomamos el té calladas, el silencio me asusta pregunto con temor. Tía Ade, para quien es esta taza de té, para el joven del cuadro? Tú sonríes por primera vez y tu mirada es más dulce.

Si; para el tío Diego le gusta con mucha azúcar ¡qué pícara como lo adivinaste!

Sentí pena por ese montón de tristeza, me levanté tomé sus manos heladas entre las mías y le dije. Tía Ade ,nunca nos dejes te quiero mucho.

Con lágrimas en los ojos me dijo yo también los quiero pero, me están esperando hace treinta años, no puedo tardar más perdóname querida.

…Al día siguiente la casa se sumergía en un silencio casi cómplice del momento que vendría. Me levanté asombrada de no sentir sus pasos que desde temprano recorren de un lado a otro. Fui hasta su cuarto y… al abrir la puerta, allí en su lecho con los ojos cerrados y una sonrisa increíblemente serena dormía el eterno sueño.

No lloré no sentí pena al contrario una sensación de tranquilidad me invadió y… pensé tía querida ahora se que estás feliz. El joven del cuadro parecía sonreír yo le guiñé un ojo y le dije… tío Diego te la entregamos sean felices.

Josefina Camacho

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