Conversando nos conocemos
La página de la maestra Lilian Caligari

Tema de hoy: 

El descubrimiento de África
Lilián Caligari

Era el comienzo de la década del 80 y yo remontaba vuelo de mi ciudad querida, (Salto) por primera vez.

Todavía no sé por qué lo hice. Es decir, cómo lo hice, el por qué cae de maduro si con quien me había casado era italiano, a disposición de una empresa a nivel mundial.

Unos días antes el "chucho" por la inminente partida, había empezado a jugarme una mala pasada. "Sei una coccolona" me sentí decir.

En ese momento mi casa estaba siempre llena de tíos, tías y recuerdo que preocupada le conté a mi tía Delia Arzuaga y me dijo "Y averiguá lo que quiso decir". Siguiendo los mandatos anteriores, llego con la respuesta, "tía dice que quiere decir malenseñada de la madre". Cómo nos reímos, si éso, eso era lo que yo era!...

Bueno, malenseñada o no, hete aquí que me encuentro en un DC10 en Carrasco y eso que mi hermano había advertido días antes: "son los que están cayendo últimamente" (hermoso consuelo fraterno si los hay…)

Al final entrada que fui al aparato, siento unas irrefrenables ganas de ir al baño. Mi marido, casi paternalmente me dice "non si puó", yo le expongo el caso de hacerme pis en el asiento o ir pese a todo y de mala gana me dice "per lí, pero mira que están limpiando". De éso me di cuenta cuando en plena tarea de desagote, me abre la puerta una persona del equipo de limpieza del aereopuerto. Casi me caigo del water y ella para afuera del avión. Santo remedio, lección bien aprendida Algunos hombres siempre tienen razón…

EMPEZAMOS A SUBIR

Con gran emoción siento que el piso se me iba y me veo subiendo entre las nubes del Plata (íbamos hasta Bs As) y lo encontré muy agradable.

Luego vino el vuelo más largo, la parada en Río de Janeiro y yo aguantando mi miedo de estar lejos de casa (y tenía 20 y pico!!!). Para ir a la Toilette , en ese aereopuerto, le pedí a mi marido que me esperara afuera, no iba yo a perderme…coccolona mia... Media somnolienta subimos a las 23 al avión que nos llevaría hasta Lagos, Nigeria. Dormí todo el viaje del cruce del Atlántico, que dura 8 horas, porque está ahí nomás, vió?.

Cuando me desperté estábamos bajando entre una tierra roja y con mucho verde.

El aereopuerto, muy moderno él, pero la música, qué rara. Un tamborilleo con lamentos, nada que ver con la música brasilera que a uno le parece que van a hacer ellos en cualquier momento. Mujeres ataviadas de largas polleras anudadas y turbantes por doquier, hombres con pantalón colorido, chaqueta igual y arriba una especie de capa y un gorrito y con 50º afuera!!!!.

Pero lo peor era el maltrato de los policías hacia nosotros los blancos. Al grito de GO! bien fuerte, te tenías que ir cabecita bien baja, no sea cosa de terminar entre rejas. Una vez le devolví a uno de ellos una respuesta bien uruguaya (ustedes entenderán), de las consecuencias de la cual, aunque si el negro policía no había entendido nada, pero sí mi gesto y mi cara, me salvó mi consorte llevándome lo más lejos posible del mostrador.

A DOS HORAS DE LA CAPITAL

La cantera, donde debíamos ir, estaba dos horas de camino, hacia el interior. Salimos de Lagos, de la villa principal, grande y llena de gente , con un camioneta tipo furgón repleta de alimentos italianos.

Pues para qué, en una esquina un policía (que conocía al chofer y a la camioneta ) nos mantuvo parados cerca de una hora!. Quería dinero y mi consorte , como jefe que era, no le quería dar.

Mis sudores y lágrimas, no sangre, porque todavía no la había derramado, iban en aumento y el terror a no entender nada de su dialecto y los pitazos y la insistencia y el ir y venir del chofer, hicieron saltar mis lágrimas que reblandecieron al recién casado, que al final terminó dándole un pan dulce y algo de carne, para que saliéramos del tráfico…porque estorbábamos…asi nos fue dicho junto al Go! eterno… ¡Mardición gitana joder!

LLEGADA A CASA

Luego de dos horas de viaje entre caminos en la selva, llegamos a mi nuevo hogar. Cuando vi donde estaba le pedí perdón mentalmente a papá por no haberle hecho caso, yo, su hija maestra, dueña de un jardín exitoso, terminaba junto a Tarzan y las lianas.

El villaggio tenía dos casas, un comedor y tres apartamentos para solteros, una cancha de tenis y un polvorín, justo atrás de mi casa. Cuando disparaban se sentía la sirena, el jeep de mi consorte y el camión de los empleados negros atrás en caravana, luego se caía algún cuadro en mi casa y vuelta el desfile para atrás ahora con los gritos de los negros bien contentos ellos.

PASAR LA VIDA ENTRE CUATRO PAREDES.

De más está decir que no salía ni por orden gubernamental de la villa.

En mi casa tenía aire acondicionado en todas las habitaciones y en el baño y la cocina. Por las paredes trotaban las lagartijas y en el huerto y el frente, trotaban las víboras! Yo no cocinaba , iba al comedor donde los simpáticos cocineros de Togo, hacían platos deliciosos porque habían sido entrenados por los italianos antes. Tenía un chofer a mi disposición: se llamaba Rasaki. Negro como la oscuridad, delgadito, pero muy simpático, hombre ya mayor, hablábamos mucho, pero no nos entendíamos nada, mire. Alli conocí a mis amigos de toda la vida (porque aún lo somos) Walter y Rita y con ella, como es alta, me animé a salir del encierro. Rita iba siempre adelante, yo en el medio y Rasaki atrás. Una vez nos internamos en un barrio de Lagos y me quedé encerrada entre un grupo de negras que querían tocarme y me gritaban y yo no entendía nada, al final vinieron mis salvadores , porque yo ya estaba gritando. Rasaki repartiendo propina de por medio y la explicación de que hacían eso por lo blanca que yo era. O sea que había nacido antes, aún no se me había formado la piel negra que ellos dicen todos debemos tener. Mi amiga Rita es rubia pero a ella no la agarraron, vea, será porque era verdaderamente alta. En la calle nos gritaba "aíbo!!", que es hombre sin piel y llegábamos a casa sucias, la ropa pegada al cuerpo y con un calor de morirse, en busca del frío artificial.

DE MUERTOS Y OTRAS YERBAS

Como yo no me movía sola, Rita venía a casa con su chofer y me contaba cosas que para nosotras eran ya tan naturales: "en la esquina de tal lugar pasé al lado de un muerto, casi lo pisé"… las negras se sientan en el suelo y hacen pis, se abren las polleras delante de todos y se las anudan otra vez sin falso pudor. Los negros trabajan en las casas de los blancos o los negros ricos y las negras van a trabajar al campo con sus cestas en la cabeza.

En ese tiempo habían descubierto el sujetador en punta y lo llevaban algunas con mucho orgullo y nada más. Las trencitas de Bo Derek ya las había visto allí, previa limpieza de piojos en cada vereda.

Todo se hace en la vereda, debo decir. En los supermercados vendían psicofármacos fuertes y sin control y como me dormía al alba, de tanto leer, me compré unos cuantos y dormía de día. Un día no pude más.

Previa tirada por la cabeza (pero le erré) de una estatua de ébano a mi consorte en una discusión por el tedio, el encierro, la gente salida de un documental, porque Africa ES como los documentales, no es distinta, no lo crean, el susodicho no pudo más y decidió embarcarme vía Italia, con mi amiga Rita y desde allá con mi hermana Ana para venir a Salto. Juré que nunca más volvería y nunca más lo hice. Quizás ahora, con unos años más uno vea las cosas de otra manera, pero a los 20 años de los de antes y siendo una coccolona de mamma, no señora no se puede sentir más que temor.

Créame, si no, vaya a Nigeria, la desafío a notar nada habrá cambiado, desgraciadamente para todos.

Hasta la próxima Lilián

Lilián Caligari

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