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Leer no es cosa de príncipes... y puede volvernos locos.
Celia Calcagno

de "Por mar y por tierras"

Allá por mil ochocientos veintitantos, el Uruguay importó genoveses. Tantos, que llegaron a formar una colonia. Y entre ellos vinieron numerosos ligures. Algunos provenían de Arenzano, otros de Voltri, y los más eran oriundos del mismo puerto de Génova, la Superba; aunque también los había de Savona, la ciudad orgullosa, más soberbia que la Superba.

Era Savona una especie de ghetto formado por ilustres pobladores y campesinos ricos, dueños de filas y filas de castaños, ya que en aquellos tiempos la gente se dividía entre los que no tenían castaños y los que los poseían en abundancia. Al menos así me lo contaban en la familia de mi madre: se podría decir que los Falco (Halcón, nombre ilustre) eran, en la Italia de aquel tiempo, poco menos que emperadores de castaños.

(Puede no ser ocioso recordar que las castañas permiten fabricar dulces exquisitos,

pan especial, marrons-glacé para el gusto de los más refinados; y que la madera de castaño es ideal para leña, hasta el punto de haber dado origen a un dicho: "daba tanto calor como hoguera de castaño"; sin hablar, por supuesto, de los instrumentos de percusión que se fabrican con esa madera, corno los "palillos" Y sobre todo... las "castañuelas", de donde les viene el nombre).

Ahora bien: corno en todas las familias que se precian, los Oddone y los Falca tenían sus particulares tejemanejes y rencillas: los Oddone, como al pasar, se referían a reyes y príncipes; los Falca, a castañares. Cuanto más prosapia traían a cuento los Oddone, más castaños interponían los Falca, cuyos montes -reales o supuestos- llegaron a cubrir enormes extensiones.

También había cierta pica entre las dos familias en cuanto a la importancia a asignarle a la sabiduría y la ilustración.

- Mi tío abuelo Antonio era un estudioso-, decían unos. Por mucho estudiar se quedó casi ciego.

Y nuestro bisabuelo Enrique -retrucaban otros- se volvió loco porque tenía el vicio de leer. Leía toda la noche a la luz de una vela, se alimentaba de castañas y pan de castañas, y no tomaba vino, sino agua del torrente, que es la más pura.

Hasta en el Uruguay prosiguió él entredicho. Recuerdo a mi abuelo José Oddone, siempre ocurrente y divertido -llamado también en nuestro país Odone, O’Donne, O’donell, o Don José a secas-, defendiendo con calor a los iletrados:

- i Eso de leer es burgués! -argumentaba-. Los príncipes no leían. Para ello tenían a los preceptores y a los lectores de cabecera. Por lo general, ellos mismos ni habían aprendido a leer.

- ¿Y de qué les servía ser príncipes?

- ¿Cómo de qué? Tomaban vino en cálices de plata, cazaban venados y jabalíes, comían pasteles de perdiz y lonchas de ciervo salado. ¿Para qué iban a leer...?

 

Celia Calcagno

 

Por mar y por tierras

 

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