Pedro Salinas — Todo más claro y otros poemas. Buenos Aires. Editorial Sudamericana, 1949. 184págs. Reseña de Sarandy Cabrera |
Existe en la actual poesía española una línea que arranca de la lírica de Juan Ramón Jiménez y que se ha formado con su influencia y aún, si se quiere, bajo su magisterio. Esa línea poética que entre otros caracteres tiene el de estar informada por el propósito de poetizar sobre los problemas del trabajo poético, comprende, bajo ese aspecto por lo menos, a Salinas. Salinas, en un largo poema en varias partes, pretende referir sus experiencias de poeta remontándose hasta el comienzo de las mismas. De este poema, especialmente, y de otros, se deduce que Salinas, como otros poetas que comparten su actitud, consideran a la poesía como un objeto a asir, cuya existencia es previa a la formulación del poeta y que vendrá al poeta mediante un afortunado azar. Esta concepción, falsa a mi entender, tiene origen en el uso y abuso del ejercicio en el vacío de la poesía, es decir, en el supuesto de que la poesía pueda tener como asunto a la poesía misma y no a una urgencia exterior, temática si se quiere, que lleva implícita la condición de ser fondo y forma simultáneamente. Por eso presumiblemente, por su actitud, Salinas, que no consigue cabalmente una presencia poética, ofrece este libro donde lo presuntuoso del título no se ve confirmado por la misma obra producida. A Salinas, meritorio y válido estudioso de asuntos de literatura de habla española, la poesía no parece haberle tocado esencialmente. Su hacer, influido en orígenes por la palabra y la actitud de Juan Ramón Jiménez no evidencia en este tomo la verdad de la poesía. Además su construcción poética, peca de agregados ripiosos para conseguir la medida propuesta, y peca asimismo por pretender validar dentro de sus versos, argumentaciones racionales que no se han elevado al terreno de lo poético. Ejemplos, de lo primero: Hermoso, sí, los sentidos ................................. por aires ya sobrehumanos |
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de lo segundo:
Pero el hallazgo, así, valdría mucho más. Si yo no encuentro el camino mía es la falla. No pretendemos un defecto el empleo de estos segundos materiales y razones extrapoéticos sino la ubicación de las mismas, su uso en estado primario, en ausencia de un enfrentamiento con cosas de verdadera existencia poética. Salinas no parece, en estos versos por lo menos, dar el relato de una experiencia; no parece haber estado frente a cosas y circunstancias de este mundo poético, o de otros, sino especular con ideas más o menos transformadas y llevadas al lenguaje poético y a la métrica de manejo usual que le engañan con el espejismo de la claridad de que hace ostentación. De esa engañosa claridad de ideas (que solas no son poesía) es ejemplo el poema Cero, para el cual son muy válidas las palabras de Juan Ramón Jiménez que decía, más o menos, no debía confundirse, oscuridad propia de torrente subterráneo, con oscuridad de caño de agua, tapado con tierra. Posiblemente en este poema, el más infeliz del libro, ciertas claras ideas oscurecen a la poesía. Las alusiones retóricas a la bomba atómica, que quién sabe que pudor inhibe a Salinas de nombrar, demuestran además la crisis del instrumento idiomático de que se sirve el poeta, su inadaptación de lenguaje y asunto. Por todo eso creo ver en Salinas un poeta de tradición no asimilada y en un ciclo de verdadera vejez. Excuso señalar que estas consideraciones no se hacen extensivas al resto de su obra fuera de las fronteras de estas últimas poesías. |
Sarandy Cabrera
Revista "Número" - Año I Nº
5
Montevideo, Noviembre - Diciembre de 1949
Pedro Salinas en Letras Uruguay
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