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CULLEN, Carlos

Perfiles ético-políticos de la educación

Paidós, 2004, 208 p.

Carlos Cullen es profesor titular de la Cátedra de Filosofía de la Educación de la Carrera de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Es también profesor titular de la cátedra Problemas Filosóficos en Psicología. De sus numerosos trabajos cabe recordar: Reflexiones desde América, 3 t., 1986-1987, Rosario, Ediciones Fundación Ross; Crítica de las razones de educar, 1997, Buenos Aires, Paidós; Autonomía moral, participación democrática y cuidado del otro: Bases para un currículum de formación ética y ciudadana, 1999, Buenos Aires-México, Ediciones Novedades Educativas.

La editorial comenta muy acertadamente con respecto a esta obra que en momentos en que la educación corre el riesgo de convertirse en un fenómeno de mercado regido por el criterio de la competitividad o en una mera rutina, urge indagar en qué sentido el concepto mismo de educación tiene una dimensión ético-política y de qué manera esa dimensión incide en las prácticas educativas y en el quehacer de los docentes. A esta tarea se aboca este libro.

C. Cullen desarrolla los perfiles ético políticos de la educación tomando doce temáticas. Las agrupa en dos partes. En el primer capítulo trata de la educación pensada como "mediación normativa" en la formación del sujeto moral. Y en los seis siguientes, la relación de la educación con los derechos humanos, la justicia, las políticas educativas, la ciudadanía, la infancia de hoy para la ciudadanía de mañana, y finalmente, la disciplina social y la madurez individual. En la segunda parte se plantea la necesidad de volver a pensar y resignificar la cuestión del sujeto ético-político. Aborda entonces el lugar del otro en la educación moral, la educación de la conciencia moral, cuerpo y sujeto pedagógico, vida cotidiana y trabajo escolar, psicoanálisis y educación, y por último, la escuela como telar de la esperanza.

Hay que notar que en este libro el autor hace una compilación de conferencias, artículos, exposiciones de los últimos años, algunos simplemente reproducidos y otros reelaborados. Esto hace que cada capítulo sea una unidad en sí misma y pueda leerse con independencia de los otros capítulos. El lector puede leerlos en el orden que él prefiera. El discurso filosófico del autor no usa una aproximación fenomenológica sino que desarrolla un discurso conceptual, con una lógica muy precisa, y elaborando permanentemente síntesis y sistematizaciones. Se mueve en un marco amplio de referentes (Aristóteles, Kant, Hegel, Spinoza, Locke, Rousseau, Max Weber, Lévinas, Rawls, A.Gehlen, Derrida, Ricoeur, Deleuze, Freud, Foucault, G.Steiner, Walzer etc.) para marcar acuerdos o divergencias. Una obra entonces que requiere de una lectura pausada y reflexiva.

La introducción (p.13-22), escrita especialmente para presentar esta compilación de trabajos, explicita un núcleo conceptual presente en toda la obra: La propuesta es reflexionar sobre el papel de las instituciones escolares como lugar social de la acción de educar, entendida como mediación normativa. La pregunta puede ser formulada en estos términos: ¿qué papel desempeñan las instituciones escolares en la formación de la subjetividad en tiempos de incertidumbres y fundamentalismos, globalizaciones y exclusiones, transformismos y clonaciones? (p.14)

Dos escenas - dice el autor - caracterizan la actual problemática de la educación, Una escena, donde rige una política educativa que intenta volver a regular y reconfigurar el sistema educativo "en pos de la modernidad" pero intentando ahora descentralizar el sistema educativo con lógica privatista, mercantilizar los contenidos, la capacitación y la investigación, y desregular y precarizar la situación laboral de los docentes (p.18). La otra escena se desarrolla en los siguientes escenarios: a) políticas educativas y escenarios políticos, b) instituciones educativas y escenarios institucionales; c) sujetos pedagógicos y escenarios subjetivos. En pocas palabras, la otra escena de la educación es, sencillamente, su campo ético-político, donde se juega la esperanza que la habita (p.21-22). La propuesta del libro es pensar la dimensión ético-política de la educación. La mirada "filosófica" y la atención a la "otra escena", siempre presente en los procesos educativos, guían la estructura y las reflexiones de esta obra (p.22).

El primero de estos doce trabajos, La educación como mediación normativa en la formación del sujeto moral, aparece siendo el capítulo principal, no solo por su extensión (p. 25-51) sino también por la centralidad del tema. En una primera afirmación básica sostiene el autor que la idea de la educación como "mediación normativa" apunta a un modelo dialéctico que supere el falso dilema: o reconstruimos o desconstruimos (p. 27). Además, no presenta como dilema insalvable pensar el fundamento ético de la educación en términos de principios universales o en términos de aconteceres singulares (p. 29). El autor sostiene también que la educación no pertenece al contexto de ética política (la de los varones virtuosos) ni de economía política (la de los ciudadanos autónomos) ni de educación económico-política (la de los cosmopolitas expertos) sino que pertenece al campo de la filosofía práctica. Esto se debe a que es una práctica social que instituye identidad social, una política social que constituye subjetividad pública, y una "epistemología" social, que estatuye conocimientos válidos (p.34). Finalmente afirma Cullen que el malestar en las instituciones escolares no sólo se relaciona con el disciplinamiento violento de los sujetos que aprenden y enseñan sino también con las políticas educativas injustas, que precarizan y pauperizan la situación laboral de los docentes y las posibilidades educativas reales (p.38).

Establecidas estas bases el autor propone como núcleo central de su pensamiento que la educación tiene el estatuto logico-ontológico de una mediación normativa (p.43), que implica tres momentos. El primero, la constitución del sujeto pedagógico. El sujeto se constituye en el proceso pedagógico como individualidad que es en sí y para sí, sujeto de experiencias y de acciones, ‘cogito’ y libertad. Aprendiendo también que la experiencia de lo otro es conciencia de sí mismo y que actuar desde sí mismo es siempre actuar con otro (p.46). El segundo momento es la realización de la institución educativa, que se efectiviza cuando ella instala en lugar de la ilusión de una armonía social inmediata y la alienación de una sociedad competitiva salvaje, un ideal de sociedad solidaria, donde el poder, la riqueza y la información sean efectivamente de todos y de cada uno, y no de algunos a costa de otros (p. 50). El tercer momento está constituido por la dialéctica de la educación como Bildung (formación-educación), exigencia normativa de construir un mundo social solidario, mediación de la libertad y la igualdad, y la educación como reconocimiento de la subjetividad, del deseo, de lo real del sujeto (p.51). En conclusión, las relaciones de la educación con la ética y la política las piensa C. Cullen como una categoría ética en sí misma, a la cual atribuye el nombre de mediación normativa (p.51).

No es posible en esta recensión seguir en detalle los hilos de la riquísima reflexión filosófica que C. Cullen teje capítulo a capítulo. Pero es posible señalar otros núcleos temáticos que aparecen una y otra vez a lo largo de la obra. La cuestión de la calidad de la educación puede pensarse fecundamente desde la lucha por el reconocimiento, tanto del "deseo de aprender" como del "poder de enseñar" (p. 58). En las actuales relaciones educativas prima lo que llamamos el "fetichismo de la información", que consiste en sustituir el valor de crítica y explicación, propios del conocimiento, por el valor de cambio e instrumentalización de la información (p. 61. No hay que confundir conocimiento con información (p.62) y hoy es central destacar el derecho al conocimiento y no a la mera información (p. 65).

En relación al sentido y alcance de las políticas públicas, todavía no hemos dado suficiente cuenta – nos advierte el autor - de la fuerte relación entre el vaciamiento ético de la política, concebida como "mera técnica", y el vaciamiento político de la ética, concebida como "mera normativa" (p. 75). Que quede claro: la justicia es equidad, es simetría y es igualdad compleja, pero es, primariamente, reconocimiento del otro (p. 83). La infancia de hoy, que es la ciudadanía de mañana, consiste, simplemente, en dejar que los niños y jóvenes tomen la palabra. Ésta es la responsabilidad educativa, y esto nos convierte como docentes, en constructores del mañana (p. 106).

En cuanto a la persona y vínculo social, sostiene Cullen que la persona no tiene precio, sino dignidad. El vínculo social no es, primariamente, ni contractual, ni virtual; es reconocimiento mutuo de esa dignidad, ese cuidado del otro en su singularidad, material y corporal (p. 117) Hay un problema de "diversidad", hay un problema de "diferencia" y hay un problema de "alteridad". Pero, en todos los casos, está en juego la convivencia ético-política, bajo principios de justicia y de responsabilidad (p.136). Lo que llamamos "sujeto pedagógico" (o sujeto educado) es el resultado, más el proceso, de la compleja mediación de saberes, poderes y deseos en las prácticas educativas. El núcleo del problema, entonces, está en la relación saber-poder-desear (p.152).

Así llega el autor a que la sana inquietud de saber sólo puede darse en un espacio público, donde el deseo de aprender y el poder de enseñar puedan configurarse como el derecho humano a la educación (p.159). Considerando el ámbito de la educación concibe que la tensión entre saber y no saber es constitutiva del acto educativo. El campo de la educación es un espacio abierto por la interrogación. Y la interrogación se constituye desde un saber algo y un no saberlo todo. La necesidad de educación comienza cuando sabemos que no sabemos, pero cuando sabemos también que podemos saber (p.180).

Cullen entiende la educación como una práctica que tiene sentido a partir del deseo de saber, que surge al sentirnos responsables frente al otro, en cuanto el otro nos preocupa Nos sentimos responsables y buscamos alternativas posibles, una utopia realizable, un sueño interpretable. Así, la esperanza se construye sobre la base del horizonte que abre el deseo de saber, y en el cielo abierto del espacio público donde el otro me interpela (p. 198). Esta extraña conjunción de historias singulares y espacio público que hace de la escuela un telar de la esperanza (p.201).

 

Lic. Miguel A. Cabrera
Recensión publicada en CONVERSACIÓN nº 11, octubre 2005

 

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