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Xhary
Juan Ramón Cabrera

No había por qué ponerse nervioso, pensó Dravec, mientras sus manos febriles buscaban desesperadamente el modificador estructural de masa. En las estanterías del cubículo, ordenadas según las posibles necesidades que pudieran acontecer, el aparato no estaba. Supuso que lo había cambiado de lugar en algún momento, pero no alcanzaba a recordar cuándo había ocurrido, ni por qué. Finalmente, en una caja de herramientas, encontró un martillo sónico. Entendió que le serviría de la misma manera. Empuñó la herramienta, y con un paso firme se dirigió al camarote de Xhary.

La Nave era pequeña, de modo que en breves instantes llegó hasta la puerta de plástico metalizado. Pulsó la tecla adecuada y el panel se descorrió con un siseo desmesurado.

La "mujer" estaba recostada sobre la plataforma gris perla, rectangular. Cubierta con una túnica celeste, semitransparente. Dravec sabía que ella era una Ginoide* de última generación, pero no alcanzó a evitar los sentimientos encontrados de asombro y desesperación, con los cuales el odio se manifiesta, algunas veces. Sabía que podría desconectarla, aunque de nada serviría, porque su sistema interno se autoencendería a los breves segundos, debido a que formaba parte del equipo de supervivencia, que los técnicos de la Tierra habían dispuesto para seguridad de los tripulantes.

Inevitablemente tenía que golpearla con el martillo sónico, pero dudó. Al fin de cuentas era una medida cruel. Meditó unos momentos, mientras observaba los pechos de la mujer, alzarse y descender, rítmicamente; en su perfecta simulación. Tampoco habría sido agradable verla deformarse y retorcerse bajo los efectos del Modificador Estructural de Masa. ¿Qué demonios lo estaba deteniendo, ahora? ... ¡La odiaba!...

Odiaba haberse dejado fascinar por esa piel sintética y tibia. Por esos cabellos rizados y perfectos. Esos parpadeos acertados, y el asombro que reflejaron aquellos ojos, cuando le dijo que se había enamorado de ella. Casi creyó ver un tenue rubor en el maldito plástico de su rostro. 

Buscó el pulsor de amplificación del Martillo y lo ajustó al máximo. Sabía lo que había debajo del polímero biotecnológico que imitaba la piel humana: mínimos circuitos, y servo mecanismos casi microscópicos. ¡Un alarde de la tecnología y la ciencia! Pues, se podrían ir todos a la mierda. Pensó, Dravec, mientras recordaba la entrevista.

La habitación de un azul brillante, metalizado, era horrible. La ascepsia enfermó a Dravec, apenas fue introducido para la sesión. Era piloto de naves de reconocimiento. Había sufrido algunas crisis, producto de la soledad cósmica, y a su regreso de la última asignación pidió un cambio de misiones. La Empresa tomó en cuenta la solicitud, y a cambio debía someterse a la tradicional evaluación psicológica. Entró el funcionario, lo miró brevemente, le sonrió con gesto mecánico y tomó asiento frente a él. Los sillones se enfrentaban. No había escritorio, ni mesa. No eran necesarios. Dravec sabía que la sesión sería grabada en video disco.

-¿Se siente cómodo?... ¿Desea algo de beber?.- Propuso el otro.

Dravec negó con la cabeza.

-Mi nombre es Holus... -Volvió a sonreír.- Por si luego desea reclamar...-

-Está bien.- Murmuró, Dravec, hastiado de las formalidades.

-¡Comencemos, entonces!... Usted ha solicitado un cambio en el destino de las misiones asignadas por nuestra compañía.-

Dravec, sólo lo miró. El otro hizo una pausa y continuó.

-La soledad del espacio suele ser terrible...-

-La Soledad es terrible, en cualquier lugar.- Replicó Dravec. Y tuvo conciencia de su mal humor.

-Tenemos algunas tareas que usted puede desarrollar. Son misiones rutinarias, pero nos gustaría proponerle una pequeña variación en algo que estamos experimentando...-

Dejar la frase en suspenso era una táctica espantosa, pensó Dravec. Pero se estaba cansando de su propio fastidio.
-Mientras no pierda el empleo... - Sugirió.

El otro lo miró, simplemente. Se puso de pié y se dirigió a la puerta. A veinticinco centímetros, se corrió el panel, y entró la mujer. De un metro ochenta de estatura, con un pantalón amplio, como para disimular caderas más gruesas, una polera gris perla, y una campera de cuerina negra. Le estiró su mano, en un gesto arcaico de saludo, que sorprendió la buena fe de Dravec.

-Le presento a la Dra. Anubia... Es nuestra jefa del departamento de experimentación del comportamiento... -

Dravec presionó la mano de la mujer, y asintió con la cabeza, en la convicción de ser, a partir de ese instante, un ratón blanco.

-Según entiendo, usted ha pedido un traslado de funciones... -La voz de la mujer era agradable, pero Dravec no conseguía determinar la edad de ella. Pensó en la cirugía estética. -Todas sus asignaciones fueron viajes, relativamente breves... La Luna, Marte, y algunos satélites cercanos... - Ella hizo una pausa.

Dravec se preguntó, a santo de qué tanto preámbulo, y por qué demonios el otro permanecía allí. 

-Ha superado algunas crisis de aislamiento, con probidad y energía.- Continuó.

Dravec se impacientaba. La Empresa haría de él lo que deseara, siempre pagando el precio adecuado...

-Que se me propone.- Dijo, parcamente.

-Bien... La idea es que tenga usted compañía a bordo. Le proponemos un destino más largo, a Deimos... -

-Todos los viajes con tripulaciones menores de cuatro o cinco personas, en naves de transporte, han sido un desastre, históricamente...-

-Es verdad.- Intervino, el otro.

-Por eso se trata de un experimento...- 

Dravec comenzó a sentirse, verdaderamente incómodo. La mujer sonrió, fue hasta la puerta y dejó pasar a la otra.

La certeza de Dravec fue inmediata y sus sentimientos encontrados, también. Los cabellos rizados, castaños, de unos veinte centímetros de largo. Los ojos oscuros, marrones y brillantes. La nariz imperfecta, no demasiado pequeña. Algunos lunares perfectamente irregulares.

Pantalones amplios, a la moda; blusa roja y campera de cuerina negra. Parecía una mujer normal. Su parpadeo diacrónico contribuía al efecto general. 

-Sr. Dravec, Xhary... - dijo, la mujer.

La "Ginoide" estiró su mano, y él estrechó algo cálido y levemente húmedo, que lo sorprendió gratamente.

-¿Será mi compañero en la misión?-

La voz era cálida y levemente áspera.

Dravec asintió con la cabeza. Ella sonrió. El otro sonrió. La Dra. sonrió.

Xhary buscó con la mirada un asiento, y eligió el más cercano a Dravec.

-No quiero viajar con un robot.- Dijo, mirándola a los ojos. -Al fin de cuentas es como viajar con una licuadora... -

Le pareció notar un gesto de doloroso asombro en la Ginoide.

-Tengo la sensación de que al señor Dravec no le agrado.-

Ahora, el asombro se instaló en el rostro lampiño del piloto.

-Lamento haber herido tus sentimientos.- Expresó, Dravec, con ironía; mientras observaba atentamente a la mujer. Su gesto de fastidio fue tan auténtico, que él casi estalla en una carcajada.

Los otros dos, Holus y la Dra. Anubia, parecían observar detenidamente a ambos interlocutores.

Hubo unos instantes de silencio, durante los cuales pareció descender un aura de incomodidad compartida. Finalmente, la Dra. Anubia, decidió romper el hielo.

-Xhary, es una ciborg de última generación, con un nivel de respuesta de 97%, ante estímulos humanos estándar. Sus sistemas generales, son similares al comportamiento humano, de una mujer de su edad aparente, y...-

-Comprendo.- Interrumpió Dravec. -De hecho, ahórreme los datos técnicos. Si la empresa ha dispuesto que este... Esta... Sea mi compañera de viaje... Está bien...-

Holus se puso de pie. Su mirada de preocupación era auténtica.

-Vea, Dravec, no es nuestra intención forzarlo a someterse a una situación que no sea de su agrado. Por lo tanto voy a poner todos los datos sobre la mesa.-

Dravec pensó a cual se referiría el sujeto.

-Hemos realizado un profundo estudio y seguimiento de sus actividades, tendencias, depresiones, actitudes. Conocemos en un ochenta por ciento sus reacciones ante cualquier situación. Desde hace diez años ha trabajado en esta empresa y conocemos su valía como piloto... De modo que frente a la crisis que ha sufrido, y a su recuperación, el directorio ha decidido considerarlo para este "experimento", que creemos, servirá a ambas partes. Por nuestra parte, usted es el sujeto indicado para desarrollar esta experiencia. Por su parte, entendemos que la compañía femenina liberará de tensiones del viaje, ya que le permitirá desarrollar una convivencia "normal", dentro de los parámetros clásicos. También, y esto es justo que usted lo sepa, los técnicos que desarrollaron a Xhary, están interesados en una prueba de campo. Si funciona adecuadamente la misión, podremos emprender un desarrollo más ajustado para futuros viajes siderales...-
Dravec comenzó a irritarse nuevamente, sin embargo, su voz le sonó natural cuando dijo:

-Mire, no quiero parecer desagradecido. Sé que mi trabajo es como simple conductor de naves. No me quejo. La Empresa me ha tratado bien. Tampoco olvido la paciencia de los directores ante mi quebranto. De manera que si ustedes entienden que debo cumplir con este requisito, por mí, está bien.-

Mientras soltaba esta parrafada, y su mal humor dejaba paso a un razonamiento en donde se jugaba su supervivencia económica, sintió que la mano cálida de la chica le tomaba el brazo.

-Podría proponer algo, si todos están de acuerdo.-

El asombro de los tres fue verdadero. La Dra. Anubia intervino.

-¿Sí?-

-Creo que hemos descuidado un elemento importante... El acercamiento ha sido un poco forzado. Quizá si el Sr. Dravec me dedicara un tiempo prudente... Digo, si me diera la oportunidad de conocernos mejor, sin la presión natural de la empresa...-

El tono de voz, las inflexiones, la gestualidad desplegada por la "chica", desconcertaron agradablemente a Dravec, cuya curiosidad empezó a funcionar. 

-¿Puedo invitarla a almorzar o a cenar?- Dijo, mirándola a los ojos.

Ella reaccionó de inmediato. Con un leve suspiro, respondió.

-A cenar, estaría muy bien. ¿A las ocho? Nivel 4, senda 12, avenida 10 de marzo.-

En ese preciso instante, Dravec tomo la decisión de jugar. Ya no había nada más que decir. Los otros sonrieron estúpidamente. Todos se saludaron con formalidad clásica.. Dravec salió con la sensación de que todo aquello había sido planeado y estructurado hasta el mínimo detalle. Pero decidió posponer sus presunciones paranoicas, al menos hasta la noche.

A las cinco de la tarde, notó que su curiosidad no había disminuido. A las seis, se descubrió ansioso. Y a las seis y treinta se duchó, se vistió adecuadamente, y a las siete abordaba el metro aéreo que lo dejaría cerca de la dirección acordada.

Encontró un abastecimiento abierto, y compró una rosa natural. Llegó hasta la casa en donde ¿vivía? Xhary. El "sistema" lo anunció. Al abrirse la puerta, la chica le sonrió.

-No estaba segura de que fueras a venir...-

-No podría faltar a esta cita.- Dijo, sinceramente. Ella amplió la sonrisa seductora. 

Dravec también sonrió y le entregó la rosa, observándola atentamente. Ella hizo un gesto de divertida sorpresa, tomó la flor y pareció olerla.

-¿Estás lista?- Preguntó, él, representando la arcaica escena que había visto miles de veces en los archivos históricos, pero que no habían perdido vigencia.

-Sí.- Dijo ella, simplemente. Cerró la puerta y lo tomó del brazo.

Estaba vestida con sencillez y gracia. Pollera, botas de media caña, polera y campera de cuero. Se había recogido el cabello. Dravec sintió el impulso de pedirle la rosa que ella llevaba en la otra mano, para colocársela en el peinado, pero retuvo el impulso en un acto de represión que lo alarmó. ¡No podía sentir pudor ante una máquina!

-¿Dónde querés cenar?-

-Sorprendeme.-

Dravec decidió dejarse llevar por los impulsos que se iban acumulando. Fueron a un pequeño negocio de comidas, bastante pulcro, y no automatizado. 

-¿Querés ordenar?- Le dijo a la chica, una vez instalados en la mesa.

-Sí.-

El mozo le acercó la lista. Ella revisó el menú. Dravec comenzaba a divertirse. ¿Hasta donde llegaría esta charada? Xhary pareció dudar ante algunas preparaciones pero al fin hizo el pedido.

-¿Cómo sabías que me gustan los mariscos?- Preguntó él, inquieto.

-No lo sabía, exactamente...- Dijo, ella, con su sonrisa de agradar.

Dravec guardó silencio. Xhary recorrió con la "mirada" el lugar.

-¿Te agrada?- Dijo, él.

-No estás muy cómodo. ¿Verdad?- Preguntó ella.

El ángulo de su cabeza, su rostro ansioso y agradable... ¡La ilusión era terrible!

-No sé como tratarte... - Dijo, él, optando por la sinceridad.

-Hasta ahora lo estás haciendo muy bien....-

Dravec inspiró hondo, soltó el aire de golpe. La miró fijamente.

-Es raro.- expresó.

-Sí. Para mí también.- Ella emitió una risita.- Jamás había tenido una cita.-

Dravec sonrió con incredulidad.

-¿Cómo es posible? Sos muy linda...-

Ella simplemente sonrió, y a Dravec le agradó aquella sonrisa, o al menos tuvo conciencia de que le gustaba, desde aquel instante. De pronto ella se puso seria para preguntar.

-¿Te agrado, ahora?-

-Mirá, voy a ser honesto contigo... Por momentos sí. Si suspendo mi incredulidad, y te miro como a otro ser humano, entonces me gustás... demasiado... Pero no alcanzo a dejar de asombrarme... -

-¿Porque soy "artificial?- Dijo, Xhary, y las inflexiones de su voz impactaron en la sensibilidad de Dravec.

-Sí.-

-Bueno... No hay nada que yo pueda hacer al respecto.- 

-Lo lamento.-

-Está bien.-

Llegó el mozo con la comida. Al principio comieron en silencio. Dravec decidió llegar hasta el final.

-Xhary... De verdad lo siento. No fue mi intención incomodarte.- La miraba a los ojos.

Ella levantó la vista.

-Estás perdonado.- Dijo. -Tal vez fuera bueno que pensaras las cosas al revés... -

-¿Cómo es eso?- Preguntó divertido.

-Supón que a mí me sorprendiese tu funcionamiento biológico... No tendríamos posibilidad de desarrollar una relación...-

-Sí, - Meditó, él en voz alta.- estaríamos estudiándonos todo el tiempo.-

-Únicamente dame una oportunidad...-

Dravec no pudo evitar conmocionarse. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. En un impulso genético, le dijo:

-¡Dame la rosa!-

Ella se la estiró. Entonces, él, con extrema suavidad, se la colocó en los cabellos.

-¿Esto quiere decir que sí?- Preguntó Xhary, visiblemente seducida.

-¿Qué te gustaría hacer después de cenar?- dijo, él, jugando de nuevo.

-No sé. Lo que quieras... - respondió la chica.

-Podríamos caminar un rato... Extraño el suelo, el pasto, cuando estoy en el espacio...- Comentó.

-Deberíamos llevar una caja con tierra, en nuestro próximo viaje. Cuando sientas nostalgia, te quitas las botas y hundes los pies en ella.- Dijo, Xhary, divertida.

Dravec la miró unos instantes, y estalló en una carcajada, de sólo pensarse descalzo y con los pies sucios de tierra, en medio de las estrellas.

Terminaron de cenar y salieron a la fresca avenida. Caminaron por las calles, iluminadas con grandes globos de bioluminiscencia. Dravec se sintió un poco rígido, y cada tanto miraba de reojo a Xhary. Ella parecía disfrutar del paseo. Cada tanto inspiraba el aire nocturno, y él tuvo la sensación de que percibía los olores. Sus manos se rozaron, y Dravec volvió a sentir el escalofrío en su columna vertebral, al notar que la piel de ella era cálida y "natural".

-Me siento como si fuera mi primera cita con una mujer...- Dijo, él, de pronto.

-De hecho lo es.- comentó ella.

-¿Cómo es eso?-

-Que yo espere que me veas con naturalidad, no significa que no sepamos lo que somos...-

Dravec se detuvo de golpe.

-¿Qué dijiste?-

-Que cada uno sabe lo que es. No tenemos porqué engañarnos, para aceptarnos.-

-¿Y tú aceptas lo que sos?- Preguntó él, mientras ingresaban en el predio de un mínimo parque citadino.

Ella se adelantó unos pasos, para tomar asiento en una banca suspendida en el aire, por fuerzas antigravitatorias, que permitían barrer las hojas del otoño, debajo de la banca, con más facilidad.

-¿Podría ser otra cosa, si lo deseara?- Continúo, Xhary.

-No sé.- Dijo, él, sentándose a su lado.

Ella pareció quedar pensativa, y Dravec aprovechó para recorrerla, detenidamente con la mirada. Por alguna morbosa razón, cada vez le gustaba más.

-¿Y vos, podrías ser algo diferente de lo que sos?- Interpeló, Xhary, finalmente.

-No. Supongo que no.-

No lo pensó. Sólo actuó impulsado por una fuerza interior más antigua que la razón. Acercó su cara la de ella, y la besó en los labios.

También eran tibios, elásticos, pulposos, normales. Y lo más curioso fue que ella respondió a su gesto como una chica normal, estirando sus manos y acariciándole la cara. De nuevo se impuso la idea de estar besando una heladera. Dravec quedó serio y pensativo.

-¿Te pasa algo?- Atacó Xhary.

-No.-

-¡Vamos, vamos, podés decírmelo! Es casi inexorable que debamos hacer este viaje juntos, así que cuanto más rápido superemos las diferencias, será mejor...-

Su encantadora sonrisa irritó a Dravec, pero no contra ella, sino contra sus propios prejuicios. Sus defensas se estaban derrumbando, y él odiaba eso.

-¿Estás "programada" para todo esto?- Soltó, él, de pronto.

Ella se puso seria, y pareció tensarse.

-En cierta forma... -Meditó un poco.- ¿Cómo llamarías a tu educación?-

-¡Qué!-

-Acabás de tener un gesto afectivo espontáneo, y creo haber respondido de la misma forma... Hemos concertado una cita, cenamos, estamos dando un paseo... ¿Qué es lo que en verdad te inquieta?- Dijo Xhary, con una seguridad que hizo que Dravec se sintiera un idiota.

-¿Qué sos?- Estalló él.

Con absoluta calma angustiosa, ella respondió.

-Soy un ente femenino, con el aspecto exterior de una mujer normal de unos treinta años promedio. Mi nombre es Xhary Geny, mi número de identificación es AZB 33-2908. En mi fuero interno sé que soy un tipo de vida artificial...-

-¡Ya basta!- Interrumpió Dravec. 

Ella interrumpió su discurso y lo miró. Él estaba demasiado serio. Entonces ella le dijo, con suavidad.

-¿Y vos, qué sos?-

-Soy un ser humano.- Dijo, automáticamente

-¿Cómo sabés que es así?...- continuó la chica.

-¡Sé lo que soy!- Dijo, Dravec, molesto.

-Entonces hay algo en lo cual coincidimos...-

-¡Yo... Yo estoy... Vivo!- Dijo, él.

-Estás..."encendido".- Murmuró ella.

-No. No soy una..."cosa". - Concluyó, Dravec, con dramatismo.

Ella tomó la rosa de sus cabellos, la colocó sobre las piernas de él, se levantó y se alejó, con dignidad.

Él tuvo que correr, para alcanzarla a pocos metros del ascensor al metro aéreo.

La tomó de un brazo. La miró a los ojos. Durante unos segundos tuvo la certeza de que ella estaba disgustada.

-No quise insultarte.- Expresó.

-Lo has estado haciendo desde que nos vimos esta mañana.- Dijo ella, con seguridad arrolladora.

-¿Por qué carajo me desconcertás tanto?-

-Porque soy diferente.- dijo Xhary.

-Entonces... No te vayas, todavía.- Murmuró, él, con suavidad.

Ella distendió su disgusto. 

-Es tarde. Tengo "cosas" que hacer...-

-Tenés vida propia.- Dijo él, e inmediatamente se arrepintió. -¡Perdoná!-

-Sí.- Tenía demasiada paciencia.

-¿Podemos vernos mañana?- Sugirió él, con un cierto temor al rechazo.

-El sábado estoy libre.- Dijo Xhary con sencillez.

Cuando él quiso besarla de nuevo, ella le ofreció la mejilla. La vio irse y sintió una injusta inquietud. Desde ese instante comenzó a extrañarla y a odiarla al mismo tiempo.

Tuvo trámites que realizar. En general, cuando regresaba a La Tierra, debía conciliar algunas cosas para seguir teniendo un lugar de destino, privado, íntimo.

Revisó su cuenta en el Depósito de Créditos. Ajustó la demanda de alimentos de su despensa automática, y se encontró, una tarde cálida de mitad de la semana, deseando verla. Pulsó, en el videófono la dirección de Xhary. Se incomodó un poco, cuando el aparato le indicó que no podían atenderlo en ese momento.

Estuvo a punto de encogerse de hombros, pero se descubrió, nuevamente irritado por la ansiedad que sentía. Estaba de licencia, de manera que tenía mucho tiempo para no hacer nada, y también eso pesaba en su espíritu. A los pocos minutos de indecisión, el chillido del videófono le avisó que alguien deseaba comunicarse con él. Pulsó la tecla. El informe digitalizado le indicaba que debía presentarse, en una semana, en la Base 6, para confirmar su próximo destino. Marcó la tecla que archivaba y agendaba el dato, para recordárselo cuando fuera oportuno. Entonces decidió intentar de nuevo la comunicación con la muchacha.

Se encendió la pantalla, mostrando el rostro sonriente de Xhary.

-¡Hola, estaba por llamarte!- Dijo. -No me diste tiempo a atenderte. Cuando sonó el videófono, estaba dándome un baño.-

Esta reacción normal y de muchacha parlanchina, estimuló a Dravec en sus prejuicios. El nivel de rechazo parecía equilibrar el de ansiedad.

Sin embargo, la necesidad de verla terminó por imponerse.

-¿Tendrás tiempo de cenar conmigo esta noche?-

Se sentía tan nervioso como la primera vez. Ella sonreía con un gesto de ternura complaciente que alentó a Dravec.

-Habíamos quedado en vernos el sábado... - Dijo ella, con un leve tono de reproche.

-Sí. Pero... Me gustaría volver a verte...-

La estúpida excusa que se le atragantó en mitad del cuello, hizo que él se pusiera colorado.

-Bueno.- Dijo ella, finalmente. 

Dravec sintió que el mundo volvía a tener sentido.

-¿Querés venir por mi casa?- Sugirió.

-¿A qué hora?-

-Digamos... A las ocho.-

-Te veo allí.-

Xhary le sonrío, magníficamente, e interrumpió la comunicación.

Dravec notó que toda su vida empezaba a equilibrarse, de manera que activó los retractores de polvo, los dispensadores de aromas, recogió las prendas de vestir que estaban desparramadas y se puso a pensar en qué haría para cenar. Recordó que la chica había tenido la gentileza de ordenar mariscos la última vez, y que él desconocía todo, respecto a ella, excepto que era un robot. Por un instante desesperó, en la certeza de que no tenía a quién recurrir para establecer los gustos de Xhary; pero inmediatamente se dio cuenta que este tipo de incertidumbres detenían el proceso de relacionamiento, en el que, finalmente, él había decidido participar.

-¡Pizza!- Dijo en voz alta. - ¡La vieja y querida Pizza!-

Se apresuró en el Abastecimiento automático y retiró los enceres necesarios. Se higienizó velozmente y se perfumó, en contradicción con sus reservas.

A las ocho, menos diez; el anunciador le comunicó que la chica estaba en la puerta.

Ella estaba magnífica. Él la hizo pasar, y no pudo evitar estrecharla en un abrazo cálido y pasional. Ella, correspondió al abrazo, haciéndose cargo del conocimiento de un lenguaje gestual, maravilloso.

-¿Qué significa esto?- Preguntó, ella, una vez que él la dejó libre.

-Que me alegra verte. Que te agradezco que hayas aceptado mi invitación, y que es probable que me hayas perdonado lo del otro día.-

Soltó, él, en medio de una agitación casi olvidada.

-Ya te habías disculpado.- Comentó Xhary, buscando un lugar donde sentarse.

El trajo una botella de vino, la destapó y sirvió dos copas, mediadas. Le estiró una.

Ella la alzó, en su honor, y bebió un sorbo. 

-Supongo que tengo que aprender a tratarte.- Comentó él.

-¿En qué sentido?- 

-¿Cómo es tu vida?-

La chica sonrió, en un gesto de inteligencia.

-Tengo actividades programadas... -Hizo una pausa significativa. 

-No tenés que contármelo, si no querés...-

Xhary suspiró.

-Me levanto temprano. A las seis a.m. De ocho a doce, debo asistir a clases de Comportamiento. De doce a trece, almuerzo. De trece a diecisiete horas, asisto al Entrenamiento de vuelo en Simuladores de crisis. Eso, todos los días, de lunes a viernes. Martes y jueves, recibo entrenamiento de relaciones humanas. Y algunos sábados, debo asistir a Control de adaptación y desgaste.-

La forma en que la Ginoide se expresaba, hacía que Dravec fuera aceptándola cada vez más. 

-¿Puedo hacerte una pregunta personal?- Prorrumpió, él.

-Está bien.-

-¿Tenés plena conciencia de lo que sos?-

-Absoluta.-

-¿Y podés elegir?... Es decir. ¿Tenés libertad de elección?-

-Yo pedí para estar contigo en esta misión.- Soltó Xhary.

Dravec quedó paralizado.

-¿Vos me elegiste a mí?- Balbució.

-Mi generación debe compatibilizar con los seres naturales, como vos. Es un proyecto con muchas derivaciones. Si esta experiencia de relacionarnos, da resultado, habrá más viajes mixtos en el futuro. O tripulados por seres como yo, a sectores de alto riesgo, donde los humanos no quieran sufrir daños. Pero ese es sólo un aspecto. La idea es desarrollar una inteligencia artificial, similar a la humana en todos los ángulos posibles. Yo soy un experimento, pero vos también...-

-¡Bárbaro!- Dijo, Dravec.- Pero... ¿Cómo es eso de que vos me elegiste a mí?-

-Toda vez que mi ensamblaje estuvo listo, se me brindaron listados de misiones que quisiera desarrollar. Dicen que es parte de mi aprendizaje. En la que elegí, estabas incluido.-

-Vivimos en un mundo curioso.- Reflexionó, él.

-¿Estás decepcionado?-

-No. Estoy pensando en que no quiero saber demasiado. Me enferma.-

Ella permaneció callada. Él sacudió su cabeza, como para alejar las incertidumbres metafísicas que lo acosaban.

-¿Cenamos?- Propuso, Dravec, finalmente.

Ella apoyó la palma de su mano en el pecho de él.

-Tus latidos están acelerados.- Dijo.- ¿Por qué no intentamos hacer el amor?-

Dravec dejó escapar un soplido.

-¿Si vos estás dispuesta?- Dijo, mirándola fijamente a los ojos.

-¡Gracias por tu gentileza!-

Esta vez, ella tomó la iniciativa de besarlo, y Dravec volvió a encerrar su incredulidad en lo más profundo de sus certezas, mientras disfrutaba con total desparpajo de este romance interracial. Sin embargo, había algo que lo incomodaba. La humedad de sus labios,... La fuerza de su pasión... el empuje de sus músculos ajustándose a su ritmo erótico.... Todo pareció tan perfecto que Dravec sintió un vahído de incertidumbre. Allí, precisamente, fue cuando le dijo que estaba enamorado de ella... Y a la tenue luz de las lámparas bios, le pareció percibir un aura iridiscente de grana, en el polímero de su piel sintética. Sus certezas de millones de años, se derrumbaron. Supo, así, que nada era verdadero, hasta que el ser humano lo avalara con sus convicciones, y dudó, dudó de todos y de todo... Incluso de su amor por esa cosa que yacía a su costado, como un ente susceptible de sentir amor y ser amada. Amada, amante... ¿En cuál mundo estaba instalado, que tenía que elegir entre su amor y sus rencores?...

Bajó el martillo sónico, en la convicción de que destrozaría su vida, junto con la Ginoide imbécil que le había atado las tripas. En un acto automático de certeza, Xhary, detuvo su mano, tomándola por la muñeca, antes de que el martillo impactara en su cabeza.

-¿Qué querés hacer?-

-Destruirte.-

-¿Y que va a pasar con tu amor, si yo no estoy?-

-Morirá contigo.-

Los ojos de la Ginoide se desmesuraron en la certeza de que Dravec deseaba su destrucción... Lo que no alcanzó a inferir era que con la muerte, él entendía una forma de libertad para lo cual, ni siquiera estaba preparado.

¿Qué era el universo sin ellos dos?... ¿Qué era el Mundo sin la pareja original?...

¡Desechos cósmicos! Su brazo en alto, disminuyó la tensión. Una atávica angustia se le atragantó en la garganta. 

-Podés desactivarme para siempre... - Murmuró la voz sintética de Xhary.

Aquello que tenía atravesado en la garganta estalló con una fuerza ciclónica. Dravec supo, entonces que no podía vivir con ella, pero tampoco sin ella. Bajó el martillo, y salió del cubículo, rápidamente. Xhary lo siguió por el breve corredor, hasta el compartimiento de herramientas. Él puso el aparato sobre el estante correspondiente.

Los hábitos no se perdían en medio de las crisis. Ella lo tomó por la espalda en un tibio abrazo.

-¡Te amo!- Le dijo.

-¿Cómo es posible? -Dijo él, sin apartarse. -Me está volviendo loco...-

-Sí.- respondió la chica. -Lo sé.-

-El nuestro no es un amor reproductivo. Ni es un amor para toda la vida... -

-¿Qué soy para vos?- Preguntó, Xhary.

Él pensó unos segundos.

-Refugio y paz.- Murmuró.

-Entonces es un amor válido.- Concluyó la Ginoide.

La Nave hizo una curva automática. Su rumbo estaba prefijado, y se encaminó hacia un destino previsto. Los seres, a bordo, iniciaban un destino absurdo, como lo venía haciendo el Ser Humano, desde sus orígenes.

El término "Ginoide", sustituye al arcaico: "Androide", cuya raíz griega remite a "Andros", es decir, hombre. Parece contradictorio referirse a un ser artificial, con forma femenina, empleando un término machista. (N. del A.)

Juan Ramón Cabrera

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