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Eutermia
Juan Ramón Cabrera

 

-Cuénteme algo bello.-

-¿Por qué?-

-Porque creo que es usted un hombre triste.-

-¿Y qué le hace suponer tal cosa?-

-Habla poco de sí mismo.-

-Puede que sea, solo, reservado.-

-Puede.-

-Quizá no tenga mucho que decir...-

-Quizás... Pero aún no me ha contado nada bello.-

-¿Un prado sobre el que camina descalza una mujer hermosa?-

-No está mal. Continúe, por favor.-

-¿Un hombre sonríe bajo la garúa?-

-¿Qué tipo de hombre?-

-Emm... Espere... Un hombre triste.-

-Esto está mejor. ¿Por qué sonríe, si es un hombre triste?-

-La clave está en la lluvia.-

-...¡Oh!... Comprendo.-

-¿De verdad? ... Genial... Es un hombre pobre...-

-Sí. Sí, definitivamente me gustan más los hombres tristes y pobres que sonríen bajo la lluvia... -

-Es como un regalo del cielo...-

-Lo es.-

-Pero este hombre vuelve del trabajo. Un trabajo rutinario. Tedioso. Y él vuelve a su casa... O a lo que podríamos llamar su casa...-

-Es prometedor... ¡Continúe!-

-Y allí tiene, únicamente, un poco de pan. Quizás un sobrecito de té usado... No tiene azúcar.-

-¿Por qué se empeña en condenarlo, no ha sido suficiente?... ¡Ahora, además está mojado!-

-Lo está. Pero es parte del asunto, porque lo bello, lo verdaderamente bello, siempre es triste.-

-No estoy seguro de pensar como usted.-

-No vamos a empezar a discutir ahora sobre la belleza, teniendo a ese hombre pobre y triste, parado allí, bajo la lluvia...-

-A él no le importa...-

-Bueno, pero no seamos demasiado crueles.-

-Está bien. ...¡Déjeme pensar!... Ya... ¡Alguien lo espera!.-

-¡Maravilloso, eso sí que es bello!-

-¿Verdad?-

-¿Y de quién se trata? No me deje usted en la incertidumbre.-

-Pues... Eh... La mujer que caminaba descalza por el prado.-

-¿La mujer hermosa?-

-Sí.-

-¡Vaya! No es un hombre tan pobre... Ahora no entiendo que esté triste.-

-Es que ella está loca.-

-¡Oh, pero es usted muy cruel!-

-Sí.-

-Y supongo que él la ama profundamente, y ella ni siquiera lo reconoce...-

-No. Ella lo conoce, y está agradecida.-

-¿Es su esposa, su hermana, su hija?-

-No. Es sólo una mujer hermosa y loca, que encontró un día de lluvia mientras volvía, él de su trabajo, a su paupérrima casa. La vio caminando descalza, hermosa, sobre un prado de tréboles tiernos. Le preguntó si tenía a donde ir. Ella respondió que no, y él la invitó a ir con él. Sólo eso.-

-¿No la deseaba, no quería yacer con ella, tener algún tipo de romance?-

-Uno de los mejores. Pero nunca la ha tocado.-

-¡Me está tomando el pelo!-

-¿Por qué? Estas cosas suceden... -

-Sí. Pero no son reales.-

-Si usted no lo cree, no puede comprender lo que es bello.-

-¿Pero, mi amigo, que tiene de bello, un hombre que se encuentra a una loca un día lluvioso y se la lleva para su casa? ¡No me embrome!-

-Es que cuando llueve, y él vuelve a su casa, de camino de su trabajo, recuerda aquel día, y eso le hace sonreír.-

-¿Por?-

-Porque ahora tiene alguien que lo espera.-

-Que está loca.-

-Le ha dado una razón para vivir.-

-¡Sí, pero no la conocía, y además ella está loca!-

-¿Y qué? Usted me pidió que le contara algo bello, no perfecto.-

-Usted es un tramposo.-

-Quizás sea usted un ingenuo.-

-Quizás. Y usted un desorbitado romántico.-

-Quizás....-

-.....Ahora... Este.... ¿Cómo se llamaba la mujer?-

-¿Importa eso?-

-Es que... Bueno no creo que usted se moleste por eso, pero me gustaría tener un motivo, a mí también.-

Juan Ramón Cabrera

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