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Patricia

Hilda Cabrera

Aun antes de nacer ya se percibía que seria muy molesta, un embarazo que se paso de fecha, nació casi quince días fuera de tiempo.

Una fría e inhóspita noche de fines de junio, se le antojo nacer, a las cuatro de la madrugada fue toda una odisea llegar al sanatorio que quedaba veinte kilómetros.

La mitad de su primer año lo paso internaba, entró por una enfermedad y se agarró diez, medio año durmiendo en el suelo, corriendo desesperada cada vez que sé sabia que el médico de guardia iba a la sala, comiendo naranjas, era lo mas barato que había, hoy no las puedo ni ver, su solo olor me recuerda esa época.

El ciclo escolar fue un rosario de citaciones por su conducta desordenada, volvía de la escuela con la túnica desgarrada y un o dos arañazos todos los días 

Es justo decir que mucha de las veces era por defender a sus hermanos más chicos.

Aun antes de nacer ya se percibía que seria muy molesta, un embarazo que se paso de fecha, nació casi quince días fuera de tiempo.


Una fría e inhóspita noche de fines de junio, se le antojo nacer, a las cuatro de la madrugada fue toda una odisea llegar al sanatorio que quedaba veinte kilómetros.

La mitad de su primer año lo paso internaba, entró por una enfermedad y se agarró diez, medio año durmiendo en el suelo, corriendo desesperada cada vez que sé sabia que el médico de guardia iba a la sala, comiendo naranjas, era lo mas barato que había, hoy no las puedo ni ver, su solo olor me recuerda esa época.

El ciclo escolar fue un rosario de citaciones por su conducta desordenada, volvía de la escuela con la túnica desgarrada y un o dos arañazos todos los días 

Es justo decir que mucha de las veces era por defender a sus hermanos más chicos.

Con cuatro años acompañaba a sus hermanos a la escuela y se ponía en la cola del comedor, pasó meses haciendo eso hasta que se dieron cuenta.

Cuando se tornó realmente difícil fue al llegar a la adolescencia, la convivencia con sus hermanas era una batalla campal, en la UTU todos días tenia un problema.

Los profesores me citaban para darme quejas, yo no sabia que decir ante un argumento tan convincente, - señora, que le puedo decir, le hablo y me mira como un gusano-

Todo se complicó mas al encontrarse un enamorado, buscaba cualquier motivo para salir a verse con él.

Se había vuelto una contienda, ella queriendo salir y yo no dejándola.

Pero igual siempre encontraba la manera de escaparse, una de estas veces se fue por la ventana, pacientemente la espere con el palo de la escoba, al entrar sigilosamente le di dos palos y este se rompió.

No dijo ni pío, por la rendija de la puerta la observé, se había sacado la ropa y dos largas y violáceas marcas le cruzaban los hombros y la parte de atrás de los muslos.

El remordimiento me mataba pero no podía hacer nada sino perdería la poca autoridad que tenia.

Era la hora de buscar los chicos en la escuela, la tarde de agosto estaba de terror, un viento helado que por momentos se volvía llovizna, el cielo plomizo no presagiaba nada bueno.

Me puse todo el abrigo que encontré, pase por el dormitorio a darle una mirada a Patricia, ya se me había pasado la rabia y me sintió culpable, en la habitación no estaba, salí presurosa.

El viento helado me golpeó el rostro, mis ojos no daban crédito a lo que veían, por el largo pasillo hacia la calle iba Patricia, muy oronda de pantaloncitos cortos y musculosa.

Hilda Cabrera
Taller de Escritura y Estilo "Atrapasueños" de la Biblioteca "Carlos Roxlo", barrio La Teja (Montevideo) Año 2006
Juan Ramón Cabrera - Coordinador

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