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El barrio

Hilda Cabrera

Subo la persiana, la chimenea de la refinería destaca en el paisaje, frondosos árboles de tupidas ramas pueblan las calles del barrio, la quietud de la bahía se ve iluminada por el reflejo del sol, el mismo da un tono de plata a las aguas, haciendo gala al nombre del río color de león. La mañanita esta tranquila, los chicos a la escuela, el diariero, el cartero, uno que otro vecino a hacer las compras. Con mi bolsa de mandados emprendo la recorrida diaria, tomo por Humbolt, la calle de entrada a la refinería, por esta llego a la plaza Lafone, corazón de La Teja, la misma que en mil novecientos catorce a iniciativa de los alumnos de la escuela numero cincuenta y siete segunda fundada en la zona, fue poblada de árboles. En un acto, en el día del árbol con la emotiva participación de José Pedro Várela Acevedo, hijo del reformador, donde se entono por primera vez la marcha "Mi Bandera", la mayoría de dichos árboles aun pueblan la plaza.

En el banco habitual don José, personaje que ya forma parte de la plaza, empleado fundador de la fabrica de vidrio, arrastra tras de sí una triste historia. Sus hijos sindicalistas de la misma fabrica, una noche fría del invierno de mil novecientos setenta y cuatro desaparecieron, su esposa enfermo de pena y al poco tiempo murió, y quedo don José con su mente perturbada, sentado en la plaza esperando los hijos. 


Tomando por Carlos María Ramírez, columna vertebral de La Teja, a principios del mil ochocientos "Camino del Cerro", colmada de negocios, centros escolares, policlínica, biblioteca, todo el día es un afluente permanente de personas.

Llego a la plaza Veinticinco de Mayo, que esta frente a la capilla "Sagrada Familia" tradicional del barrio, hago mis compras y vuelvo por Carlos Tellier camino a la bahía, al llegar a Berinduague me enfrento con el parque tejano,

pequeño pulmón del barrio, lugar de esparcimiento de niños y adultos mayores, junto a la escuela ciento setenta, conocida por todos como "La de la Ancap", a la que yo concurrí, de la que guardo gratos recuerdo como aquella fiesta de fin de año, para la que estrene túnica, me sentía orgullosa con mi nívea vestimenta, larga, porque tenia que durar dos o tres años, dura como un cartón por el almidón, para completar una moña grande azul brillante.

Orgullosa caminaba como un pato, una repentina lluvia de verano llega sin avisar, empapada, no podía separar las manos de la pegajosa prenda, furiosa llegue a casa gritando y llorando que nunca mas me ponía una túnica almidonada, la risa de mama me desoriento, sin dejar de reír me señalo el espejo, reflejada en el me vi, la moña caía mustia, la túnica chorreaba un liquido blanco, mi cara roja por la rabia contrastaba con las manchas blancas del almidón, parecía un payaso, me ahogue de risa, por supuesto nunca mas me almidono la túnica. 

Medio día las calles se colman de niños y adolescentes que salen y entran de sus respectivos centros educativos, su bullicio repentinamente como empieza, termina, dando paso a la tranquilidad de la siesta.

Las casitas de tejas, en su mayoría la habitan jubilados de la refinería, los que arreglan con esmero los diminutos jardines. A fines del mil ochocientos las construcciones que se hicieron para el "Saladero Lafone" vistas desde el antiguo "Camino del Cerro" solamente mostraban sus techos de tejas, eso dio nombre al barrio.

En la tardecía inunda el ambiente el olor penetrante del "Bao" una de las pocas industrias que queda en la zona, otrora industrial.

La quietud va ganando las calles del barrio, las mismas que recorrían las lavanderas camino a "La Cachimba del Piojo", las que trillaban las tropas camino a los frigoríficos después de haber cruzando el Miguelete a pie, por las que transita en junio la procesión de María Auxiliadora y las mismas que vieron la heroica resistencia en tiempos funestos.

El sol se oculta detrás del cerro, del lado opuesto la silueta de la ciudad sé ve brumosa, en la semi penumbra del anochecer la luz roja de la chimenea se refleja en las nubes, en las paredes, en las calles del barrio. 

Antes de bajar la persiana veo la llama que como siempre esta ahí. En muchas partes del mundo dicha llama tiene distintos significados, acá en nuestro barrio, ¿ porque no? La esperanza.

Hilda Cabrera
Taller de Escritura y Estilo "Atrapasueños" de la Biblioteca "Carlos Roxlo", barrio La Teja (Montevideo) Año 2006
Juan Ramón Cabrera - Coordinador

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