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De "Entre cuentos y recuerdos" (2012)
Depósito legal 51959 Nro ISBN: 978 - 9974 - 98 - 599 - 5
María del Carmen Borda
carmenbo@adinet.com.uy

 

El suicidio

Llegaba la tarde, yo era el único ser que caminaba en la orilla del mar al borde del abismo de mis sueños. Sufría la encrucijada más trágica de mi vida, ya no había objetivos para mi existencia.

Había quedado absolutamente sola, estaba en mi hora cero, hay un silencio en esa hora disgregada, instantes patéticos, él había dejado de existir y lo debía buscar en algún lugar.

La muerte, diagnóstico que no es susceptible a errores, me saqué los zapatos y las medias, pensé en el paraíso, en un encuentro paradisíaco entre ángeles, jardines y música de violines. Me saqué el vestido y completamente desnuda comencé a introducirme lentamente, traté de ver el fondo del mar como Alfonsina y encontrar el rostro de ese hombre que tanto había amado. Pero el agua estaba muy fría, helada, mi piel se erizó, el agua llegó a mi cintura, el oleaje estaba lento.

Comencé a revolver mi tierra y a recordar mis días felices, ya faltaba poco para no pensar, para ahogar recuerdos, debería matar conmigo esos inútiles parásitos adheridos hace siglos en la tierra de mi memoria. Cuando lentamente comenzaba a introducir mi cabeza, siento en el abrazo sanguíneo del pánico cierta celebración volátil de serenidad.

Y de pronto aquel grito: ¡mamá, mamá! y ladridos de perro, si el dolor más grande que tuve en esta vida era ese: no poder haberle dado un hijo, la palabra “mamá” prohibida para mi. Giré mi cabeza y allí en la orilla un niño gritaba desesperadamente, me detuve.

El niño lloraba y se introducía en el mar, el perro nadaba al lado de él, no tenía derecho a ser la causa de su muerte y comencé a retroceder.

Al encontrarme frente a él se aferró a mi abrazándome fuertemente. Me alcanzó la ropa y caminamos juntos a la vida, el perro ladrando, corría alrededor.

El niño era huérfano de padre y madre, sus padres pescadores se habían ahogado en una tormenta en el mar; fue criado por varias familias de pescadores sin tener un hogar fijo.

Seguramente la vida me estaba ofreciendo una revancha, qué sorpresa, qué misterio la vida y la muerte. Por eso nadie puede predestinar los sucesos futuros, en el momento que buscaba mi muerte encuentro la vida; un regalo inesperado. Eran tiempos de evaluaciones de la terminación de un año más, se oían villancicos de navidad por doquier y una luz en mis campos se iluminó de pronto.

Hoy aquel pequeñito que me salvó de la oscuridad , era el rey del hogar, un hijo no buscado ni esperado ya, hoy se graduaba como ingeniero en ciencias oceanográfícas. Siempre interesándose por el mar.

El mar, ese monstruo que no quiso tragarme devolviéndome a la vida, a la lucha incesante en este interminable viaje rumbo a Itaca.

               

María del Carmen Borda
carmenbo@adinet.com.uy  

De
"Entre cuentos y recuerdos" (2012)

 

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