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De "Entre cuentos y recuerdos" (2012)
Depósito legal 51959 Nro ISBN: 978 - 9974 - 98 - 599 - 5
María del Carmen Borda
carmenbo@adinet.com.uy

 

Aquella roca frente al mar

(Soledad)

Fue hace tantos años, o será que he vivido mucho tiempo que, siempre me recuerdo pequeñita, sentada en aquella roca, en aquel lugar donde me llevaban mis padres cuando íbamos a visitar a los abuelos.

Muchas veces me sueño allí como en un altar frente al mar enorme, inmenso, despiadado, infinito, solitario, oscuro, misterioso, inexpugnable…

Recuerdo un otoño, cuando se comenzaba a sentir el aire frío que venía del mar y su espuma salada inundaba mis pies helándolos. Lo miré con odio y desafiante y él me empapó de tiempos eternos, muy suavemente acariciaba la piel del agua. Me dio miedo su monstruosidad, fue una experiencia que quedó grabada para siempre en mi. Cuando regresábamos al interior siempre me despedía de él sentada en esa roca que, por tantos años fue como un altar, como un icono.

Era bellísimo embriagarse de sus atardeceres, observarlo cuando acariciaba el viejo muelle y era terrible palpar su soberbia en noches de tormenta. Cuántas cosas le contaba, me confesaba frente a él. Primero mis cosas de niña, de mis temores, mis miedos, mis proyectos “cuando yo sea grande”.

Cuando en mi escuela lejos de él, la maestra preguntaba sobre el mar, yo me lucía, ya que la mayoría de los niños no lo conocían.

Para mi era una fiesta, llevaba cucharitas que recogía en sus orillas e imitaba el chillidito triste de las gaviotas. Siempre tenía una botella con su agua salada, y les mostraba de qué forma le hacía cartas y las ponía adentro de una botella.

Imaginaba cuando alguien, de un barco enorme la levantaba y leían mi mensaje.

Me daba vergüenza que alguien descubriera mis secretos.

Fui creciendo y comencé a escribirle poesías, fue el mar que me convirtió en poeta y mis lecturas me llevaron a descifrar y a comparar, llené cuadernos y cuadernos de poemas.

Descubrí las palabras de ellos en mil cosas; frente al mar nacieron mis interrogantes como Fausto frente a tantos misterios, bajo un cielo estrellado.

Supe encontrar en el barco hundido en sus entrañas a los heraldos negros de Vallejo pero también a los ángeles de Marosa en su horizonte infinito y rosado que me llenaban de calma y de paz.

En el verano me daba miedo cuando me invitaba a penetrarlo. Me sentía tan débil ante él, tan sola en la inmensidad, recordaba a Alfonsina y su residencia de cristal debajo de sus aguas.

Veía los barcos hundidos, los miles de cuerpos que nunca fueron encontrados y porque no también, cuántos aviones tragados en su profundidad

El tiempo fue pasando, el mar seguía intacto en mi. Él escuchó mi primer poema de amor con esa inocencia, con eso tan terriblemente puro que se siente solamente una vez.

También ese papel con la poesía marchó en una botella, flotando.

Junto al mar he visto nacer el sol en el horizonte, llorado despedidas interminables, junto a él he sentido rondar los ángeles y los demonios. He llorado por amor, él me ha contado mil

historias y esa interacción ha sido toda la vida, aún hoy en mi madurez.

Es en el crepúsculo cuando llegan los cantos lejanos del mar, en ese instante mágico cuando llegan las voces lejanas con sonidos de violines y de citar, voces saladas y verdes, palabras de agua con ruidos de olas; es allí donde nos convocamos, es esa interacción finita, íntima, que solo yo oí, sentí y viví en aquella roca lejana.

Pasaba horas mirando, observando los pescadores con sus barcas precarias perderse entre las olas y fui testigo de aquella tragedia. En el cielo se veían unos nubarrones negros desafiantes.

Vi acercarse aquella niñita (que vive intacta en mi memoria), me miró con aquellos ojazos verdosos como interrogándome, comenzamos a conversar.

- ¿Por qué estás tan asustada?

- Es mi papá ¿sabes?, está en el mar.

-¿Cómo te llamas?

- Milena, dijo entre dientes.

- No te preocupes, allá llega una barca.

- No esa no es, yo la conozco de lejos.

- Mira la tormenta tremenda que viene del sur, no es una tormenta común.

- No quiero que a mi papá le pase algo, es lo único que tengo.

- En ese momento mucha gente se amontonaba en la orilla. El viento ya era insoportable y la

arena se metía en los ojos. -¿Qué sucede, qué sucede?

- Corrí con ella al barco, -¿Juan dónde está mi papá?

Y entre los nervios y sin comprender que era una niña, el hombre grita: - nuestra barca se hundió, y otro, sin medir consecuencias, dijo:-a tu papá no lo encontramos.

Unas mujeres tomaron a la niña que gritaba, lloraba desconsoladamente. De repente quedé sola en aquel vendaval, nunca lo vi tan enfurecido, las olas eran de una altura espantosa.

Comencé a correr, mi cara llena de lágrimas y lluvia. Esa noche no dormí, miraba al mar desde mi ventana y supe que era un monstruo despiadado.

Al otro día amaneció calmo, inmensamente hermoso como que nada había pasado.

Caminé hasta las casitas precarias de los pescadores, a la primera persona que encontré le pregunté qué había pasado.

-Nada sabemos de él, no se ha encontrado su cuerpo, la prefectura está trabajando.

-¿Y la niña?

La madre la dejó cuando nació, su padre se responsabilizó de ella. Seguramente el Consejo del Niño se hará cargo.

En ese entonces yo tenía cuarenta años, era soltera, había soñado siempre con ser madre, el mensaje venía del mar. El hombre se alejó y yo sentada en aquella roca miraba la lejanía, el horizonte.

-Desafiante le hablé a las olas que morían en la playa. -Vos sabías todos mis secretos, vos sabías que amé a un hombre que jamás sería mío.

Vos sabías que lo que más quería en el mundo era tener un hijo.

-¡Vos sabías! eres despiadado.

Hoy pasaron diez años, Milena es mi hija, tenía apenas cinco años en ese entonces.

Hoy Milena cumplía quince años y nos íbamos de viaje en barco, ella lo eligió.

Éramos muy felices, el “mar” había marcado nuestro destino; el cuerpo de su padre jamás fue encontrado.

Antes de viajar Milena me propone algo muy hermoso, fue una bellísima propuesta; había conseguido un excelente pintor y quería que me hiciera un cuadro sentada en la roca frente a la inmensidad. Ese sería su regalo para mi cumpleaños después del viaje.

La pintura debería realizarse en un atardecer.

No olvidaré esa experiencia, fueron varias tardecitas que debía estar en pose para el pintor. Milena corregía algún detalle, pedí que se pusiera énfasis en la roca y que se tenga en cuenta el viejo muelle detrás, la inmensidad el mar y el atardecer multicolor, los naranjos, rosados, violetas,…las bandadas de gaviotas volando y una barca de los pescadores volviendo.

El viaje fue de maravillas recorriendo las costas de Brasil y haciendo dos escalas, mi hija era toda una sorpresa, todo le maravillaba, tan expresiva, tan agradecida, me colmaba de una felicidad infinita, indescriptible. Ya el año próximo entraba en el bachillerato y se perfilaba para la carrera de ciencias de la comunicación

Al regreso comenzaríamos con nuestras actividades, toda mi vida me dediqué al comercio que me habían dejado mis padres, una librería donde también se hacían veladas literarias, charlas de autores de libros, presentaciones y demás.

Un fin de semana antes de mi cumpleaños decidimos ir al mar, llegamos tempranito, llovía mansamente. Llegamos a la casita blanca, la que fue de mis abuelos, dejamos los bolsos sin abrir y corrimos al mar, liberadas, emocionadas a ese lugar que nos unió.

Caminamos sin decir palabras, mojadas por la llovizna persistente, ansiando llegar al punto clave.

No podíamos creer, no había nada, la roca, ¿dónde está la roca? Creíamos que era la lluvia fina que no permitía ver, pero sabíamos que era allí exactamente. Las gaviotas con su chillidito triste se espantaban al vernos. Si alguien nos veía desde la inmensidad era como si habíamos perdido la razón.

Caí de rodillas en la arena helada, golpeaba el piso y el agua, Milena me abrazó y lloramos juntas.

¡Mamá vamos al muelle, vamos al muelle!

Al llegar, solo unos palos flotaban en el agua y algunos postes aún se mantenían de pie. De repente alguien se acercaba a nosotros, mirándonos de lejos, acudió por si necesitábamos ayuda. Entonces, nos contó sobre una tormenta tremenda que había sucedido en el lugar y aunque esas rocas supervivían de hace mucho tiempo las desgastó el mar y las inclemencias del tiempo. Como así también aparecieron otras en otros lugares… y el muelle había supervivido demasiado…

Él, los había tragado para siempre.

Volvimos en silencio, nada para preguntar, nada para decir.

El día de mi cumpleaños amaneció hermoso, estaba en la librería cuando Milena me llama por teléfono para invitarme a comer afuera, yo la pasaría a buscar por el liceo.

Sentadas frente a frente, me toma de las manos y me pide que no trabaje de tarde y accedí, avisando a mi empleado de confianza que se haga cargo.

En el camino a casa Milena hablaba y hablaba, no sé que contaba, de pronto me pregunta si me sucede algo. - No sé le contesté, pero tengo una tristeza que viene del mar, -las dos tenemos tristezas que vienen del mar, dijo Milena.

Entramos abrazadas a la casa y ella me dijo que me tape los ojos, y a la orden de abrirlos, no podía creer lo que veía. Era la roca, bellísima rodeada de olas, era el atardecer en el mar y yo en mi altar, impecable.

Un cuadro enorme en la pared principal de la sala. Comencé a temblar y lloré, lloré mucho, mucho, mucho. Indudablemente Milena era un ángel que alguien me la había mandado, y que solo yo sabía quién era.

Todos los que venían a mi casa tenían que ponderarlo, y yo contaba la historia como si fuera una novela.

El tiempo fue pasando, un día mi hija me encuentra llena de papeles y cuadernos viejos, toma una hoja y dice- son poesías, poesías referidas al mar, ¡qué belleza, me encantan! Y se puso a leer una y otra.

Y como mi hija era la gestora de ideas, al otro día amaneció con una que, me estremeció. Hay que publicar todas tus poesías y pensar en el nombre del libro.

Todo fue muy rápido, inesperado, la tapa del libro era tal cual el cuadro. Y todo me parecía un sueño, algo mágico, maravilloso.

Está lloviendo, ha pasado tanto tiempo, Milena ya es una profesional, casada, y pronto me dará un nieto.

Me senté frente al cuadro y penetré en él. Me ví sentada en la roca frente al mar, oí su sonido, el chillidito triste de las gaviotas y me embriagué de sus olores.

Las palabras erectas se alinearon y la poesía más hermosa, jamás escrita, estaba a punto de nacer.

Junto al mar he visto, oído y sentido tanto, pude también palpitar el dolor del mundo así también la alegría y la felicidad.

El mar me mostró sus ángeles y sus demonios.

El día declina, y semidormida acaricio la piel del agua, penetro a la hora cero de la humanidad y me embriago de eternidad.

               

María del Carmen Borda
carmenbo@adinet.com.uy  

De
"Entre cuentos y recuerdos" (2012)

 

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