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Los primeros pasos de la poesía criolla.
Segundo centenario de Bartolome Hidalgo
Hyalmar Blixen

En el antiguo Montevideo por la influencia de españoles que sin duda recordaban de memoria poesías peninsulares, romances, sonetos o simplemente coplas u otras formas líricas, es probable, aunque no hay testimonios suficientes, que a veces, en reuniones se escucharan versos e incluso se aprendiera el arte de hacerlos. En la librería de Fernández Cutiellos también se hallarían ocasionalmente poemarios, que el público podría comprar, y en la tertulia que en esa casa de venta de libros se efectuaba de noche, cerrado ya el comercio y a la cual asistía casi siempre Larrañaga, es probable que la poesía fuera a veces leída.

En cuanto a la escuela del convento de San Bernardino, impartía una enseñanza bastante mejor de lo que en un momento se supuso. Todo esto explica cómo los acontecimientos políticos de principios del siglo XIX hayan tenido cronistas y poetas de cierto interés, y desde luego a un gran prosista, como lo fue Pérez Castellano, cuyas admirables páginas sobre agricultura en nuestro país tienen acentos que vienen de Horacio. Del mismo modo surgieron poetas. Ya en “La Estrella del Sur” son incluidos versos, lo que hace suponer que se sabría que en Montevideo había gusto por la lectura de ellos. En el poema firmado por María Theresa, publicado en inglés en ese semanario, al defender esos versos la conquista británica, pone por primera vez la poesía al servicio de ideas políticas, si bien no eran sustentadas por Montevideo. 

Un poeta en la revolución 

Cuando se produce el estallido revolucionario, que tiene, desde luego, varias etapas, la primera de las cuales, desde el punto de vista cronológico, es la del Cabildo Abierto del 21 de Setiembre de 1808, con la creación de una Junta, acto importante de afirmación de autonomía, aunque cesa luego, pero que renace con gran brío y de modo más audaz el 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, y que provoca una sucesión de hechos políticos y campañas bélicas con suertes varias, la poesía se asocia decididamente la movimiento emancipador y se pone, por lo tanto, también al servicio de ideas políticas apoyadas sobre un fondo de grandes reivindicaciones sociales.

En ese clima de excitación casi mística de los ideales de patria y libertad es que aparece la lírica de Bartolomé Hidalgo, el primer poeta criollo de rica savia y entusiasmo sostenido e indeclinable. El 24 de agosto de 1988, es decir, hace unos pocos días, se ha cumplido el bicentenario de este poeta cuyos versos están bien adentrados en el alma de los uruguayos. Nace en Montevideo; debe haber estudiado, como tantos otros, en la escuela de los franciscanos, aunque nos falta la documentación fehaciente, y como su familia es de escasos recursos y Bartolomé tiene varias hermanas que necesitan de su apoyo, trabaja como empleado en una casa de comercio, hecho que le habrá iniciado en los conocimientos de la contabilidad, materia que perfeccionará más tarde.

Hacia 1806 se desempeña en un empleo oficial, en la Oficina de la Real Hacienda. Entre tanto, los acontecimientos políticos golpean en la plácida Montevideo de entonces, ciudad pequeña sí, pero amurallada fuertemente. Los ingleses toman sorpresivamente Buenos Aires, ciudad en ese momento muy desguarnecida; eso enfurece al pueblo de Montevideo, se hacen suscripciones, crecidas para aquella época, se organiza la columna libertadora para la cual los hacendados proporcionan caballadas.

Se piensa que don Pascual Ruiz Huidobro comandará la expedición, pero el pueblo y el Cabildo lo desean al frente de la plaza de Montevideo, ya que es un ducho militar y los ingleses, desde la flota acechan la oportunidad de atacar. Se designa entonces a Liniers, quien tras grandes penurias logra la reconquista de Buenos Aires.

Esta gesta produce poesías patrióticas: las de Prego de Oliver y la obra del capellán Juan Francisco Martínez titulada “La lealtad más acendrada o Buenos Aires vengada”. Pero los ingleses vuelven con grandes refuerzos. Se produce la batalla del Cardal y en ella combate Bartolomé Hidalgo, junto con cantidad de montevideanos que han formado parte de las milicias y dispuesto la salida para luchar contra los ingleses en campo abierto, locura contra la que ya les había prevenido Pérez Castellano.

Personalmente pienso que estos episodios poseen valor épico y de ahí que la visión de este Montevideo sumido primero en el sueño aldeano y despertándose de pronto con tanta energía, me inspiraron para escribir mi novela histórica “Antes del Amanecer”, donde estos y otros acontecimientos son narrados. En fin: Hidalgo ha salido ileso, no sólo de la batalla del Cardal sino de la sangrienta toma de Montevideo, de la carnicería y de la brecha abierta en la muralla y de la lucha en las calles. Luego de un breve lapso de dominación se retiran los ingleses de Montevideo, pero dejan la semilla de ideas liberales a través de su semanario “La Estrella del Sur”. Producido el levantamiento patrio, Hidalgo, partidario de Artigas, es desterrado por Elío.  

Compañero de Artigas 

Después de la batalla de Las Piedras y hasta 1814, Bartolomé Hidalgo actúa como Administrador Militar y Comisario de Guerra. Durante el primer sitio recoge el rico caudal de la copia de raigambre española de la que derivan los cielitos que cantan los gauchos; los de Hidalgo tienen la gracia y virilidad que el momento requiere. Luego se produce el éxodo, e Hidalgo acompaña a Artigas. Glosando su poema “Marcha Oriental”. Señalemos que en él, el poeta advierte al pueblo acerca de los peligros que corre su patria y de la necesidad de reunirse todos en Salto al grito sostenido de libertad.

Alude a los seres que en rebeldía se retiran en el mayor desamparo, llevando, por única riqueza, el sentirse libres, seres a los que la muerte misma les es indiferente si bajan a la huesa sin cadenas. Ciertamente éste y otros poemas patrióticos de la época nos suenan hoy a enfáticos, pero es que estamos lejos del clima emocional de aquellos instantes. En medio de las agonías, en el colmo de las injusticias, ante el deslumbramiento de las ideas de patria y libertad por las que las gentes se matan y todo se destruye ¿puede exigirse equilibrio emocional de tono menor, medido y ajustadamente clásico? Pero retornan los patriotas; tras la batalla del Cerrito se inicia formalmente el segundo sitio, y ante las murallas de Montevideo vuelven a sonar los cielitos de Hidalgo. Rendidos los españoles, ocupada la ciudad por los porteños, Hidalgo es nombrado Secretario interino del gobierno civil.

Pero quizá el artiguismo del poeta se hiciera más patente ante las autoridades bonaerenses de la plaza, y al poeta se le cambia de cargo; pasa a desempeñarse en la Administración de Correos. Después de la batalla de Guayabos, cuando Rivera, cumpliendo órdenes de Artigas bate a Dorrego, batalla de la que el historiador Lorenzo Barbagelata ha hecho un excelente estudio, Otorgués y luego Barreiro son nombrados para gobernar la plaza. Entonces Hidalgo ocupa primero el cargo de Ministro Interino de Hacienda y luego, a principios de 1816, el de Oficial Mayor de ese Ministerio. Por esa época escribe su “Unipersonal” “Sentimientos de un patriota” y el éxito de esa representación hace que se le nombre Administrador de la Casa de Comedias. Cuando los portugueses toman Montevideo se retira a Buenos Aires, escribe sus famosos “Diálogos” y el epitalamio dedicado a Francisco Solano Antuña. Enfermo de tuberculosis, quizá contraída o agravada tras tantas penurias, fallece en Morón, una localidad de la provincia de Buenos Aires. Si hubiera vivido y curado, no debemos tener duda alguna que ese patriota hubiera participado en la Cruzada de los Treinta y Tres.

Hyalmar Blixen
Diario "Lea" - Montevideo

14 de setiembre de 1988

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