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Rustem se enamora de la Princesa Theminé
Por Hyalmar Blixen

Era ya de noche. Rustem se había recostado sobre un lecho, aunque no se quitó su armadura, para resguardarse de un ataque traicionero de los turanios. De pronto, a la luz de las antorchas portadas por algunas doncellas, apareció en la alcoba una muchacha de deslumbradora belleza. El héroe, asombrado, se incorporó en el acto, y la saludó profundamente, muy conmovido a causa de la hermosura jamás igualada de la princesa, pues no dudó ni un instante que era la mismísima Theminé.

Al entrar ella, todo quedó impregnado de un perfume de ámbar. El traje de la princesa era tan brillante, tan lujoso, tan lleno de oro y de joyas, que a la luz de los hanchones encendidos, parecía igual al sol en todo su esplendor.

Cuando Rustem le dirigió la palabra y le preguntó su nombre, ella le dijo que efectivamente era Theminé, la hija única de Semenkán, el rey de esos lugares. Agregó que sus antepasados eran de una raza valiente, como la de los leones y los leopardos. Rustem recordó lo que de ella cantaban los poetas y lo repitió en el fondo de su corazón:

"Sus ojos son bellos como los arcos de la luna fina.
Sus labios dan envidia a los rubíes de Yemen.
Su boca es delicada y pequeña, y semeja, en su ternura,
a su corazón ardiente, oprimido por un gran amor.
Su inteligencia tiene la claridad del alba.
Nunca hubo, sobre la tierra, una mujer así."

Pero no se atrevía a decírselo, porque estaba turbado ante ella y sólo la miraba con un amor tímido. Reconcentrado en sí, le pidió a Alá que otorgara a la princesa Theminé todas las mercedes posibles.

Ella, que lo contemplaba con amor, le rogó que le contara algunas de sus hazañas, pero no las que todos los hombres sabían, pues los poetas ya las habían relatado en sus versos, es decir, que Rustem cazaba las águilas mientras volaban, arrojándoles flechas, que montado en su carro de batalla echaba un lazo a los leones, que con su maza de clavos puntiagudos había derribado a los leopardos.

-¿Qué más? ¿Qué más? - preguntaba ella.

Rustem narró otras aventuras a la princesa, que lo contemplaba con sus ojos húmedos de una dulce emoción. Y al fin le dijo a ella:

-Me animo a emprender cualquier hazaña; nada me hace temblar. Pero delante de ti, princesa, me siento indefenso, de tal manera comprendo que soy indigno de merecerte. ¿Qué hombre, por valiente e inteligente que fuera, podría tocar las estrellas con sus manos? Así, mi corazón se ha llenado de flores al verte, se ha embriagado de las fragantes flores de Persia. Si me atreviera a decírtelo, te confesaría que al fin he sido vencido por alguien, por algo que llega de ti y que es el amor.

Ella le dijo:

-Siempre rogaba a Alá que un día te trajera a mí. Y Alá cumplió mis deseos. A causa de mis plegarias sin duda escondió a Raksh, para que en busca de tu noble caballo, llegaras a mi castillo. Si me quieres soy tuya. Si no, ni pájaro, ni pez, ni ser alguno volverán a contemplar mi rostro de luna.

Y como Rustem, lleno de gozo, le jurara amor, Theminé hizo entrar allí mismo a un sacerdote de Alá, que los desposó.

Mientras la ceremonia del matrimonio se realizaba, sonaba suavemente una música que parecía venir de los cielos; y una luz sobrenatural iluminaba la nupcial alcoba, perfumada de áloe, incienso y mirra.

Pero a pesar de haberse casado con Theminé, Rustem debía permanecer escondido en la estancia, pues el padre de la princesa era enemigo de los persas y hubiera castigado duramente al héroe.

 

Hyalmar Blixen

Las aventuras de Rustem
Leyenda Persa
Adaptación libre de un episodio del "Libro de los Reyes" de Ferdausí.

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