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Médicos uruguayos ejemplares
Hyalmar Blixen

En ocasión de conmemorarse la fecha del bicentenario del Hospital Maciel (1788 – 1988) el esclarecido Dr. Don Horacio Gutiérrez Blanco ideó la edición de un conjunto de vidas ilustres de quienes han jalonado la historia de la medicina en el Uruguay, incluso en las épocas más penosas de su desarrollo. En un admirable prólogo explica las nobles motivaciones que le han llevado a emprender tarea de tal magnitud que no podían realizarse por un hombre solo, pero sí por una planificación loable y la selección de un equipo de investigadores y redactores de jerarquía, y ese mancomunado esfuerzo llena hoy un vacío respecto de la información escasa que sobre la oscura tarea diaria del médico tiene la gente. Su misión, desde el punto de vista de la filosofía de las profesiones, consiste en personificarse en las fuerzas del Bien. Aunque no crea en el diablo, lucha contra el Mal, adversario de momento invisible, al que debe primero detectar en esfuerzo inteligente y paciente, en un gran desafío cuyo resultado es la salvación de una vida. Esa inquietud no es de hoy, la encontramos en papiros egipcios, como el de Smith, el de Ebers, que se remontan, el primero a la dinastía XIII y el segundo a la XVIII, pues desde esas épocas remotas ha habido médicos que paso a paso, a tientas, avanzaban.

Ultimamente los adelantos de la química, la física, la biología, todas ellas con cantidad de especializaciones, han aportado a la medicina multitud de datos, pues las ciencias puras terminan por enriquecer a las aplicadas. Pero la base fundamental está en la persona misma del médico, aunque el avance sea obra de la solidaridad de todos.

NECESIDAD DE DIVULGAR EL ESFUERZO DE NUESTROS MEDICOS

En nuestro país hay cantidad de médicos que lucharon y luchan por salvar vidas y por mejorar la salud de seres que les son desconocidos, pero por los cuales sienten el lazo de la fraternidad y entonces resultan un ejemplo para todos esos seres que, indiferentes al sufrimiento individual o social, pasan por la vida sin mirar sino su propio provecho. Esta colección de pequeñas biografías debería hacerse conocer al público, escucharse en las radios, verse en los reportajes televisivos, recordarse en homenajes, en notas periodísticas y no faltar en ninguna biblioteca pública de cualquier rincón del país. Es lo menos que puede hacer una colectividad para no ser tachada de injusta o desagradecida. Los uruguayos nos olvidamos fácilmente de nuestros artistas, filósofos y hombres de ciencia. Y este libro, obra monumental, concebida, dirigida y planeada por el ilustre Dr. Horacio Gutiérrez Blanco, completada por un segundo volumen recién aparecido, contiene centenares de biografías de médicos, algunos de los que el pueblo actual no conoció o únicamente sabe de ellos su nombre. No sólo los especialistas en medicina deben leer estos dos volúmenes y el tercero que se anuncia; todo el que desee contemplar arquetipos de alto sentido de humanidad, debería también leerlos, incluso tomando al azar cualquiera de las claras y bien documentadas biografías de esos apóstoles de la ciencia en el Uruguay, que han luchado o luchan con tantas desventajas, muchas veces por falta de instrumental al día. Sin duda debió o debe consolarles en parte el saber que tienen tras de sí la solidaridad de todo el pueblo. Pero a éste habría que invitársele a leer estas vidas ejemplares para compararlas con nuestra labor diaria y calcular si estamos actuando en nuestras distintas órbitas de actividad a la altura de quienes han dado tanto, y en caso de no serlo, tratar de que sea más elevado nuestro comportamiento social.

Ante el cuadro de un paciente, el médico no se detiene a saber si es un ser rico o pobre, ilustre por su cultura o semianalfabeto, si posee rectitud moral o lleva una vida reprobable. Ante ese cuadro, el sufrimiento los hace igualitarios, como la muerte, la suma niveladora, pues a ella van los más poderosos y los más humildes.

VALOR ETICO DE ESTE LIBRO

Así, los dos volúmenes que comentamos, si son ejemplos para los médicos continuadores de los que antes fueron sus maestros, más importante es que sean leídos por todos aquellos seres, cualquiera sea su actividad, para que se miren en el retrato de aquellos abnegados pioneros de la medicina en nuestro país; quizá la lectura los haga mejores, más fraternos, más solidarios. Diríase, casi, que estas vidas ejemplares y otras pertenecientes a distintas profesiones dentro de nuestro país o fuera de él, deberían ser libros de cabecera de todos.

Es lamentable que a veces sean difundidos con exceso los hechos que dan un concepto inferior de la humanidad, los hechos indignos de quienes creen que por poseer figura humana pueden parangonarse a aquellos de virtud, de valor moral. Debería hacerse recordar a la gente, que junto a los réprobos, asesinos, violadores y crápulas de diversa especie que cuando actúan lo hacen con el cobarde abuso de su superioridad numérica o de su mayor fuerza física, o de las armas o la sorpresa aleve y cuanto más repelentes son sus actos, más difusión a menudo tienen, que hay también sabios de quienes poco se habla pues son modestos por el mero hecho de poseer en alto grado la virtud de humanidad, el sentido social profundo que los lleva a ser apóstoles de la Religión del Hombre. Desde Diógenes Laercio, desde Plutarco, y pasando por otros autores, ha habido afán de dejar el recuerdo de vidas ejemplares. A veces, sin embargo en algunos casos son conquistadores de imperios. Más ejemplaridad tiene este libro: trata de conquistadores de vidas arrancadas a la muerte.

Hyalmar Blixen
Diario "Lea" - Montevideo

31 de octubre de 1989

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