La poesía lírica en el Egipto faraónico
por Hyalmar Blixen

En sus múltiples manifestaciones, en sus avatares casi insondables, la poesía nos acerca al alma de los pueblos, y, aunque interpretada por seres de sensibilidad más honda y de un sentido más trascendente de las cosas, nos da, en su conjunto, una visión de los hombres de todos los pueblos y de todas las razas. Hijo amado y generoso de la imaginación, del ensueño y del anhelo infinito, lo poético participa, así, de esa doble esencia que la constituyen irrealidad y verdad, levedad y concisión, claridad y misterio.

¡Cuánto del arcaico Egipto de las pirámides y de aquellos dioses de carne y sangre que fueron los faraones, hallamos en los papiros hieráticos, en las inscripciones de la lapidaria o en las columnas de los templos, donde los hombres del valle del Nilo enseñaban el triste juego de dialogar con la eternidad! Sin embargo, al referirnos a la poesía egipcia, deberemos hacer la salvedad de que aquel pueblo no usaba la versificación, ni tampoco poseía un maduro arte de la composición poética; esto era suplido por el paralelismo que, como señala Lefebure formaba una especie de dístico, en el que, si no había rima de sonidos, existía, en cambio, una rima de las ideas, cosa que puede apreciarse en este ejemplo:

En sus múltiples manifestaciones, en sus avatares casi insondables, la poesía nos acerca al alma de los pueblos, y, aunque interpretada por seres de sensibilidad más honda y de un sentido más trascendente de las cosas, nos da, en su conjunto, una visión de los hombres de todos los pueblos y de todas las razas. Hijo amado y generoso de la imaginación, del ensueño y del anhelo infinito, lo poético participa, así, de esa doble esencia que la constituyen irrealidad y verdad, levedad y concisión, claridad y misterio.

¡Cuánto del arcaico Egipto de las pirámides y de aquellos dioses de carne y sangre que fueron los faraones, hallamos en los papiros hieráticos, en las inscripciones de la lapidaria o en las columnas de los templos, donde los hombres del valle del Nilo enseñaban el triste juego de dialogar con la eternidad! Sin embargo, al referirnos a la poesía egipcia, deberemos hacer la salvedad de que aquel pueblo no usaba la versificación, ni tampoco poseía un maduro arte de la composición poética; esto era suplido por el paralelismo que, como señala Lefebure formaba una especie de dístico, en el que, si no había rima de sonidos, existía, en cambio, una rima de las ideas, cosa que puede apreciarse en este ejemplo:

"Tú, el grande dominador de la barca

el muy terrible en el arca, vuelve feliz al Osiris justificado en el Kher-neter

logra que él vaya al Amenti que venza al mal

que vigile a la iniquidad; colócale entre tus santos Celadores

reúnele con las almas que están en Kher-neter,

que recorra la pradera de Aaur, que en seguida viaje en triunfo".

Si leemos una cierta cantidad de himnos religiosos del Egipto primitivo nos sentimos, en primer término, desconcertados frente a la variedad de las concepciones teológicas o ante el entrecruzarse de mitos siempre con algo de iguales y siempre distintos. Es que cada "nomo" primitivo (constituído por una ciudad capital, algunas aldeas y tierras de labranza y pantanos, ricos en plantas de loto, papiros y aves acuáticas) tenía sus dioses locales y sus formas diferentes de culto. Al producirse primeramente la agrupación en dos Estados, el To-Muri (País Bajo) y el To-Resi (País Alto) y luego, alrededor del 3000 a. J.C., en un solo Estado, el Kamit o mejor aún K.M.T., porque las vocales de ese nombre no se conocen (Egipto deriva del nombre que los griegos dieron al Nilo), los cultos locales siguieron coexistiendo y provocando entre ellos una interacción, por préstamo de unos a los otros. Así, al tiempo que no desaparece la escuela religiosa de Menfis, que exalta a Ptah, llamado Ta-tenen (o "Elevador de la Tierra), la de Tebas adora a Amón (luego Amón-Ra) y la de Esna, en el Alto Egipto, entroniza a la pareja creadora constituída por Khnum (primitivo dios local, zoomórfico, de aspecto de morueco, reputado el alfarero del mundo) y Neith, la madre divinal, tomada del culto de Sais, mientras que la escuela de Heliópolis mantiene su cosmogonía propia, en la que se exalta a Ra-Atum-Khepri, deidad que hace nacer de sí, a Shu y a Tefnut.  De estos surgen Geb, la tierra y Nut, el cielo y de Shu (la atmósfera) nacen los misteriosos dioses llamados los Hehu o sea los espacios infinitos.

Todas estas cosmogonías y muchísimas más coexistieron en un equilibirio curiosísimo y se prestaron entre sí sus elementos constitutivos, pero cada ciudad siguió considerando a su dios patrono como demiurgo o arquitecto universal.

Tomemos, como ejemplo de este tipo de poesía, un fragmento de un himno a Ptah, que se halla en el papiro de Berlín Nº 3048, IV y que W. Wolf tradujo por primera vez en su obra "Das Berliner Ptah Hymnus". Se calcula que fue escrito originalmente en el imperio nuevo, alrededor del año 1400 a.C., aunque la copia conservada en dicho papiro es tres siglos posteriores, o sea de la época de Ramsés IX.

Dice:

"Salud a ti (Ptah) en presencia de tu colegio de dioses primordiales

que creaste después de revelarte como dios.

¡Oh, cuerpo que ha modelado su propio cuerpo

cuando el cielo no se había manifestado,

cuando la tierra no existía aún,

cuando todavía no subía el río (Nilo) en crecida!

..........................................................................................

"No tienes padre que te haya entregado al manifestarte

ni madre que te haya dado el ser,

tú, cuyo nombre es también Khnum (alfarero).

Te has erguido sobre la tierra

- en el tiempo de su somnolencia..."

El mito de Osiris también dio motivo a cantos innumerables, empezando por famosas plegarias que forman los papiros del Per-em-rhu, que puede tradurcirse algo así como "Libro de irse alejando en el día" o bien "Capítulos para salir en el alba", que Champollión llamó "Ritual funerario" y Lepsius "Todtenbuch" (Libro de los Muertos) nombre que se ha abierto camino. Esos rollos de papiros se colocaban junto al difunto, para que, por medio de las fórmulas mágicas allí escritas, su "ba" (o alma) eludiera los monstruos de ultratumba y llegara a justificarse ante Osiris, dios de la muerte y resurrección, en el recinto o sala de la Doble Maat (la Verdad y la Justicia). Colocando el "ab" (o corazón) en el platillo de una balanza, era contralorado por Anubis, la deidad de cabeza de chacal quien comunicaba el resultado a Thoth, el de cabeza de ibis y escriba de los dioses. Al pecador le devoraba Am-Mit, el comedor de almas, divinidad monstruosa y triforme que participaba a la vez de las apariencias del cocodrilo, del hipopótamo y del león.

Si era absuelta, o como dicen los textos hieráticos, "justificada", Horus llevaba al alma junto a Osiris, la revestía de un cuerpo espiritual, inmortal e incorruptible y la transformaba, pues, en un Osiris, o sea en un ser similar a la divinidad. A este dios alude primordialmente también el poema llamado "Lamentaciones de Isis y de Neftis", del cual no conozco traducción al español. Ambas divinidades eran hermanas de Osiris, e Isis era, asimismo, esposa del dios.

Asesinado éste por Set (según unas interpretaciones, el Desierto, según otras las Tinieblas), es Osiris dividido en catorce pedazos. Las lágrimas de Isis y de Neftis producen el crecimiento del Nilo; Osiris es resucitado con el auxilio de Horus, su hijo. El poema de las "Lamentaciones de Isis y Neftis" proviene de un papiro hierático encontrado por Passalaqua en Tebas, dentro de una estatua de Osiris y se halla también en el Museo de Berlín. Se pensaba, dado el valor que se suponía existente en las lágrimas y en las súplicas, que las almas que tenían junto a sí esos cantares lograban más fácilmente la resurrección. El papiro que citamos perteneció a una señora principal, llamada Tentrut, para beneficio de cuya alma se copiaron esas "lamentaciones", que son, por otra parte, un hermoso, aunque triste poema de amor conyugal, proyectado en el plano divino. Así canta y llora Isis:

"¡Oh, soberano excelente, ven a tu morada!

¡Mírame! Soy tu hermana, que te ama.

¡No te alejes de mí, oh, adolescente hermoso!

¡Ven rápido a tu morada! ¿No puedes contemplarme?

Amargo está mi corazón, por tu causa; mis ojos te buscan.

¿Tardaré en contemplarte, tardaré en contemplarte

oh, soberano excelente, tardaré en contemplarte?

Los dioses y los hombres (tornan) sus ojos hacia ti

para todos a su vez, llorarte,

cuando me ven lanzando lamentaciones

hasta lo alto de los cielos y tu no escuchas mi voz".

Aparte de los temas religiosos, la poesía egipcia manifiesta su exaltación ante las fuerzas de la naturaleza, como en el "Himno al Nilo". También podría citarse, por su belleza, el "Canto del arpista" hallado en la tumba del faraón Iniatef.

Entre la poesía de exaltación de las gestas de monarcas cabe citar los pequeños "himnos a Tutmés III "y el "Canto triunfal a Ramsés II" compuesto éste por el poeta Pentaur y conservado en el papiro III de la colección Sallier. Dicho canto fue inspirado en una campaña hecha por Ramsés II cuando tenía cincuenta años y provocada por una revuelta producida en Siria y Asia Menor. Según el texto, el faraón, mal informado por sus gobernadores de provincia creyó que el ejército enemigo, el de los Kheti, huía; sin embargo, éste se emboscó en la plaza fuerte de Kadaesch, que cerraba el paso a las llanuras de Siria Occidental. El sorpresivo ataque enemigo dividió a los cuerpos de ejército, y el faraón se halló rodeado de tropas hostíles y sólo amparado por los guardias de su casa.

El poema es predominantemente narrativo y canta las hazañas de Ramsés II, probablemente verídicas y los peligros que corrió combatiendo cuerpo a cuerpo y levantando con su ejemplo la moral de su pequeña hueste. Recién al anochecer fue rescatado por sus tropas y tras ésto se logró la victoria. Luego del triunfo y las reconvenciones hechas por Ramsés a sus jefes, se produce la sumisión del rey de los Khetis, quien envía un parlamento obsequioso. Ramsés otorga un perdón y vuelve a Egipto. En los últimos versos se alude al hecho de que el propio poeta, Pentaur, entrega al jefe de los bibliotecarios, que en aquel tiempo tal vez fuera Amenemán, el papiro que contiene dicho poema, era una forma de dejar constancia, al pie del mismo, el nombre de su autor (Aclaremos que dicha batalla no fue una victoria total de los egipcios, terminó en un acuerdo entre ambos reyes soberanos).

Pero también existía una poesía más popular, con mayor sentido de independencia y menor reconocimiento de las fórmulas tradicionales. Generalmente se piensa que el hombre egipcio vivió solamente pensando en la muerte, construyéndose mansiones para el más allá y dedicándose a austeras meditaciones sobre los misterios inaccesibles a los que vestía de símbolos abstrusos. Todo ello es verdad, pero también lo es el hecho de que amaba la vida y que, hijo de las cálidas arenas y de los oasis lujuriosos, latía su corazón para sentimientos más humanos, en los que lo reconocemos más cerca de nosotros: el amor, el odio, el sentimiento de gloria, la exaltación del coraje y en fin, la emoción ante la naturaleza.

Si bien una fuerte conciencia moral aparece como rectora de la literatura egipcia (que se hace patente especialmente en los tratados y en las máximas, las cuales tienen por autores principales a los escribas Ani, Khordi, Kakimini, Ptah-Hotep, o al propio faraón Amenemet I en las instrucciones legadas a su hijo Usirtasen) no es menos patente que los latidos del amor y de la vida irrumpieron en la poesía egipcia, dándole una fuerza incontestable y un sentido de la verdad, como un grito escapado de la carne ardiente o una música nacida del goce de los sentidos. Pueblo triste, pero lujurioso, cantó al amor sin ninguna clase de convencionalismos, expresando las sensaciones tales como nacían en el alma del poeta, sin concesiones al pudor, en un arrebato natural y verdadero.

Las muestras de la poesía erótica egipcia que a continuación vamos a citar son de a principios del Siglo XIII (a. J.C.). La idea de pecado no ensombrece a estos amantes, quienes gozan buenamente de la paz de la naturaleza. Dice la amada:

"¡Cuán dulce me es irme al estanque a bañarme ante ti mostrándote mi belleza, en mi camisa del más fino lienzo, mojada de agua!... Bajaré contigo al agua y volveré a subir con un pez rojo, tan lindo entre los dedos. Ven y mírame".

Pero el amante, al que en la poesía egipcia se le llama a veces hermano, está en la otra orilla del río; ambos sienten la separación y él decide atravesar las corrientes peligrosas para reunirse con ella. Todos los sentimientos están expresados con una inocencia que nace de la ausencia de la idea de pecado:

"El amor de mi hermana está del otro lado; el río nos separa y en el banco de arena acecha un cocodrilo. Pero cuando bajo al agua, floto sobre la corriente; mi corazón es valeroso entre las ondas. Su amor es el que me da fortaleza y él conjura a los cocodrilos..." "La abrazo y sus brazos están abiertos y es como si percibiese el aroma de un ungüento de Punt".

"Cuando la beso en sus labios abiertos, estoy gozoso, aunque no tenga cerveza. Le digo a mi criado: pon los más finos lienzos para sus miembros, no hagas el lecho con el llamado lienzo real, y guárdate de emplear lienzo blanco. Adorna su cama y perfúmala con óleo de Tischepe".

"¡Oh, quién fuera la negra que la acompaña para ver constantemente el color de todos sus miembros!

¡Oh, quien fuera el lavadero, para lavar los ungüentos perfumados de sus vestidos!"

"¡Oh, quien fuera la sortija de su dedo!"

Y ella, en fin, responde:

"Me retiraré contigo a los árboles del jardín. Colgaré en ellos mi mosquitero. Veré lo que haces cuando contemples mi rostro. Mis brazos están llenos de ramas de Percea y mi cabello, de ungüento perfumado. Cuando estoy en tus brazos soy como una princesa del señor de ambos países".

¿Qué aliento,  como del Cantar de los Cantares hechiza los lotos del Nilo y crea esta poesía fresca y ligera, alada y eterna? La vida reía para esos amantes, llenas sus almas de las caricias perecederas y por eso aún más deseables. Para ellos: dueños momentáneos del mundo y de la vida, ¿qué importaba que las pirámides, rocas sobre rocas, pero nada más que rocas desafiaran a la eternidad?

 

por Hyalmar Blixen
Suplemento Huecograbado "El Día" s/f

 

El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.

 

Ver, además:

 

                      Hyalmar Blixen en Letras Uruguay

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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