Dostoievski[1]: un genio entre la luz y la tormenta
por Hyalmar Blixen

Quizá tuviera yo unos veinticinco años cuando un día comencé, por azar, a leer una novela de Dostoievski. En la edición española tenía por título “El príncipe idiota”; en ruso simplemente “Idiot”. Inmediatamente la trama, los personajes de compleja y riquísima psicología, el mundo que se abría a las ideas y emociones sorprendentes me causaron una impresión tal, que no pude soltar el libro, no asistí a mi empleo, permanecí leyendo la novela todo el día y luego casi toda la noche.

Quedé en un estado de desasosiego, porque los personajes me resultaron de tal modo vividos que no me conformaba del desenlace. En mis años de funcionario municipal, fuera de las inasistencias por enfermedad, sólo falté una vez al trabajo, y la culpa la tuvo Dostoievski.

Otra vez, en el Vásquez Acevedo, en un alto que se hizo durante una reunión de profesores, el inspector Roberto Ibañez me habló de la enorme impresión que le había causado la lectura de “El Idiota”. En ese momento nada le respondí, pero la coincidencia con tan excelente poeta y profesor, me confirmó que ese singular choque emocional que yo había sufrido, no era sólo el fruto de una apreciación subjetiva. Hace pocos años, Rubén Loza Aguerrebere hizo un original reportaje periodístico: preguntó a varios escritores, acostumbrados a la buena lectura, cuáles eran los autores que detestaban (o que les resultaban insoportables). Y uno de ellos, nada menos que Borges, sin duda el más importante de los encuestados, declaró: “fui derrotado por los hermanos Karamazov, familia que nunca logró interesarme y comprobé finalmente que no tenía ganas de leer otros libros de Dostoievski”. Esta cita no va en desmedro ni de Borges ni de Dostoievski, tan grandes escritores ambos, pero no deja de ser curiosa. 

Los primeros intentos literarios 

El autor al que nos referíamos nació en Moscú en 1821, de familia originalmente lituana según lo explica una de las hijas del novelista, Liubov Dostoiévskaya, pero radicada en Ucrania. De allí, el padre del escritor, Mijail Andréievitch Dostoievski, que era médico, se afincó en Moscú, y Fiódor nació en el hospital donde el progenitor ejercía su cargo. La madre,  María Fiodórovna Nétchaiev, falleció tempranamente, cuando Dostoievski tenía unos dieciséis años. El padre pereció de muerte violenta; a manos de campesinos a los que maltrataba, pues era de carácter brutal cuando se embriagaba.

Comienza el futuro novelista su carrera militar en San Petersburgo, actualmente Leningrado, carrera impuesta más bien por su padre. De temperamento enfermizo, principia a sufrir ataques de epilepsia.

Son sus obras iniciales “María Estuardo”, influida por Schiller, y otra de tema ruso: “Boris Godunov”. Después de su renuncia al cargo militar se dedica de lleno a escribir. El recorrido que de cuando en cuando hace por la entonces capital de los zares, visitando incluso los bajos fondos donde vive gente marginada, le hace redactar una buena novela: “Las pobres gentes” con magistrales pinturas, especialmente de un viejo y una jovencita, que por cartas se comunican su soledad y desamparo. Vissarion Grigoróvitch Bielinski, uno de los críticos de arte importantes de aquel momento, consideraba que lo fundamental era ligar el arte con la vida del pueblo y que el escritor no debía ser un mero espectador de la realidad infernal que pasaba ante su vida, sino que su misión consistía en luchar por una vida mejor, es decir, por forjar arte y literatura de contenidos sociales.

Bielinski alentó este libro de Dostoievski (y eso sirvió mucho de momento al novelista) pero luego criticó sus obras siguientes, porque no las halló a la altura de la antes mencionada.

Dostoievski, entusiasmado por las ideas de libertad, participó en la conspiración dirigida especialmente por Petrachevsky, donde figuraban jóvenes demócratas de influencia francesa mezclados a grupos nihilistas y de otras ideas más o menos afines, aunque coincidentes contra el absolutismo zarista; fueron capturados, juzgados por los tribunales y condenados a muerte. Dostoievski subió al patíbulo junto con sus compañeros y las impresiones de un hombre que cree, mirando a la multitud, que va a morir dentro de unos instantes son narradas notablemente en “El Idiota”.

De pronto les llega el perdón de Nicolás I. Para todos los hombres, ese cambio tan brusco de situaciones tiene que producir un choque imborrable, pero para un escritor hipersensible, la huella y la riqueza de emociones resultaría luego profundamente fecunda. La pena de muerte es sustituida por la de cuatro años de presidio en Siberia; allí el escritor es a veces golpeado con látigo y además sufre el mal trato de sus compañeros de presidio, pero estas experiencias le sirven para escribir la novela que en español aparece titulada a veces “El sepulcro de los vivos o Recuerdo de la casa de los muertos”.

Al cumplir la condena era costumbre no dar de inmediato la plena libertad al reo, sino acostumbrarlo poco a poco a su inmersión en la sociedad, por eso Dostoievski pasa dos años en un batallón. Al salir del servicio contrae enlace con una joven viuda y tísica que luego padecerá una enajenación mental.

Se dedica al periodismo, pero esa actividad resulta insuficiente para su mantenimiento económico; se han acentuado su cristianismo y sus crisis morales, ya que se sabe pecador y no puede remediarlo y a todo ello se une el avance de la epilepsia. 

Surge el gran escritor 

El gran salto hacia la gloria lo da cuando en 1866 edita “Crimen y castigo”, novela donde consumado el asesinato de la vieja usurera por el joven Raskólnikov, comienza a producirse el drama de la conciencia del criminal, con su riquísima gama de efectos psicológicos y hasta ciertas situaciones detectivescas.

Entre todos estos sucesos Dostoievski escribe novelas menores, casi siempre dignas de atención, pues no hay ninguna desdeñable. Casado por segunda vez, ahora con su secretaria, Ana Grigórievna Snitkina, bastante menor que él, con la que tendrá cuatro hijos, decide viajar fuera de Rusia para ver si el cambio de clima resulta favorable para su salud. Pero no logra mejorarla y además de estar endeudado, se acentúa su pasión por el juego, pierde sumas para él grandes, y sus cartas de ese tiempo se refieren a menudo a solicitudes de dinero, incluso a personas con las que no tenía una cordial relación, como el escritor Iván Sergievitch Turgueniev, quien le presta cierta suma. (Este fue uno de los grandes escritores de Rusia, y Tolstoi, en una carta, llega a considerarlo superior a Dostoievski, juicio que parece algo aventurado y fruto de una opinión totalmente subjetiva). Las experiencias del juego aparecen reflejadas en su novela “El jugador”.

Ahora se halla en Ginebra y escribe “El príncipe idiota”. Se ha comprometido a enviarlo a una revista rusa que le publicará por entregas. Pero no siempre puede cumplir su compromiso; se enferma, se fatiga, juega y además tiene aventuras amorosas donde lo erótico se mezcla en algunos casos con una compasión casi angélica por esas mujeres desgraciadas que pasan de un amante a otro y que Dostoievski querría redimir. Así, en la novela influyen dos mujeres relacionadas sentimentalmente por ese tiempo con Dostoievski: Ana Korbin-Krukóvskaya, una hermosa muchacha bastante intelectual que en realidad sólo coqueteó con Dostoievski, y una mujer perdida, desprestigiada, Marfa Brown. A esa mujer, que se halla enferma en un hospital, Dostoievski, en el deseo de salvarla, le propone casamiento, o por lo menos, irse con él; ésta influye en la pintura magistral de Anastasia Filípoovna.

En fin: la novela apasionaba al público lector de la revista, y cuando Dostoievski no envía la entrega, porque todavía no la ha escrito, el director se pone furioso, ya que los suscriptores reclaman contra él, pues se sienten defraudados; entonces, Dostoievski escribe algo más y así va saliendo esa obra genial.

Es evidente que “Los hermanos Karamazov” es una novela de caracteres morbosos, dramáticos, que sin embargo contrastan. Y a veces la oposición no se hace entre protagonistas de una misma obra, sino de dos distintas, como en el caso de Mishkin y Raskólnikov. En general, los personajes de Dostoievski son muy difíciles de juzgar, porque están llenos de contradicciones, como los hombres de carne y hueso, y el propio autor. Pecaba y luego iba a confesar su falta  a una persona cualquiera, a veces a un adversario, para autocastigarse y cuando aquél replicaba que no le importaba eso o permanecía indiferente, como ocurrió cuando fue a visitar a Turgueniev, reaccionaba con gran vehemencia.

Ese mundo caótico, oscuro y de pronto luminoso, místico y sorpresivamente diabólico, plácido y a la vez electrizante, es el campo de batalla de tantos críticos, que no pueden dar una solución final. Así, Guardini, Fulop-Miller, Corbet, Ossip-Lourié, K. Waliszewski, Abraham Yarmolinsky, Jacques Maduale, L. A. Zander, Pablo Eudokimov, André Gide, Vladimiro Pozner, Dimitri Merejkowski, Ettore Lo Gatto, Visheslavtzev, Nicolai Berdiaef, Buytendijk y muchos otros, se han lanzado sobre la obra de Dostoievski, queriendo vanamente encasillar lo inatrapable.

Nota:

[1] 11 de noviembre de 1821, Moscú, Rusia / 9 de febrero de 1881, San Petersburgo, Rusia

 

Arturo Fontaine: Sobre Dostoievski

Video editado de la conferencia de Arturo Fontaine, realizada el 9 de noviembre de 2010 en el marco del ciclo de conferencias para estudiantes universitarios "Volver a leer...". Centro de Estudios Públicos, CEP.

por Hyalmar Blixen
Diario "Lea" - Montevideo

12 de setiembre de 1988

 

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                      Hyalmar Blixen en Letras Uruguay

 

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