Prologo de "Razones de amor"

 

"mas ell olor que d'i yxía
a omne muerto Ressucitarya"

Razón de amor, S. XII

La poesía de Matilde Bianchi ha echado sus raíces en la literatura uruguaya con una importante obra. En 1954 recibía el Premio del Ministerio de Instrucción Pública con "Cénit Bárbaro". Publicaría luego "Cantar del Che" (1967); "Los tangos de Troilo" (1968); "Adiós a la sopa de cebolla" (1971); "No habrá más pena ni olvido" (1979); "Violetera de playa" (1983); "Déjame caer como una sombra" (1985); "Aquendelmar" (1989).
A esta labor poética Bianchi ha sumado una valiosa creación narrativa, muestra de lo cual es su reciente novela "A la gran muñeca", varias veces premiada.
Asimismo, como corolario de su labor docente y de investigación, La Academia Nacional de Letras acaba de premiar su trabajo "Voces francesas en el habla uruguaya".

Esta nueva publicación de M. Bianchi propone una experiencia distinta con respecto a su creación poética anterior. En "Razones de amor" hay una visión reflexiva y dolida que poema a poema desglosa los grandes temas de la vida, del hombre. Una voz humana madura fluye conjugando lo terrenal y lo metafísico; la vida y la muerte; el tiempo que pasa y queda; que alisa y construye; el amor que edifica y se esfuma; la vida cotidiana que pervive y se desvanece. Es decir, un cuerpo de oposiciones, de contrarios que se miden y expresan con mesura. Hay una actitud pausada aunque vibrante —manifiesta en la estructura lingüística— para comunicar un contenido vital.

En estos poemas no encontramos, como en anteriores libros, el torrente de imágenes, la metáfora en ebullición, una dinámica red de sensaciones que desdoblan —para mostrar por dentro— la angustia o la alegría. No. Nos encontramos con una poesía sin turbaciones que reflexiona y se comunica.

"Razones de amor" son razones de la existencia misma. En un grupo de poemas (I, VI, XII, p. ej.) se alude al evangelio, a la mitología, a la Antigua Grecia. La poetisa acude a los personajes bíblicos para, a través de Lucas, Juan, Santiago, Pedro, Marcos (poema I) referir los principios, el sentido de la vida. Más aun, la evocación del pensamiento filosófico griego —el ser y el devenir—, incluso la alusión a la mitología ("el agua, el fuego, el vino") le permiten ir desentrañando las razones de la vida. Se entrelaza así, en estos poemas, (que no son religiosos ni bíblicos) lo religioso, lo mítico y lo filosófico para hallar en el amor (y con él la belleza, la bondad) el elemento que sustenta la existencia, que permanece en las variaciones y unifica la multiplicidad.

No estamos ante el poeta que manifiesta su admiración y dolor ante lo contemplado. Existe, como se anunciara, una actitud reflexiva de respuesta, su respuesta. Es la conciencia poética que se multiplica y desdobla.

Esa conciencia acaba siendo, en definitiva, un yo experimental. Emerge entonces una identidad que se asume y confiesa: "...Pido perdón/por no haber muerto a tiempo..." "No escribo para el olvido/escribo para el amor". La primera persona, el yo, en oposición a la tercera empleada en los poemas antes citados irrumpe en declaración de humildad y valentía; de vida ante la vida. Es la voz humana asumiendo el arte que eleva su razón ante el tiempo que como el viento "barre nombres y recuerdos".

En todo el libro persiste una visión dialéctica, universal, humana e integradora. El mundo no es uno con sus contradicciones. "Vamos a sonreír y también a llorar/vamos a descubrir la flor/escarbando la tierra." "La línea de la dicha/cruza la mano abierta. /Misteriosos signos de desgracia/aparecen/en el hoyo de la misma mano". "Hermosa es la bondad/que vive y muere". Es la vida con sus "tornasoles y espumas", su esperanza y muerte, su tiempo noble y fatal. "Hace siglos/que no consiguen/disfraces apropiados/para el último ensayo general".

Este mundo, esta vida se construye también a partir de lo cotidiano. Los objetos —"la cantina", "el jarro", "el médico", "el camino", "el salario", "el puño", etc.— no se evaden de un contexto de cotidianeidad. Tienen valor por sí. Mencionarlos es asirlos en su misma dimensión y significación.
Sin embargo, se les asigna la capacidad de transformarse en símbolos —mostrando nuevamente y por otra senda, esa visión universal de la poeta; "...internamente/entre los médanos y pinos/que amé tanto/camino de mi casa floreada/y mi camino", "...de amor/fue el lazo de la primera blusa/y el brillo/de la primera estrella".
Lo cotidiano, asimismo, no se concibe como encierro; un triángulo que atrape y ahogue. Existe la voluntad de vuelo. Una fuga limpia de ese mundo cotidiano al territorio de la imaginación, de la realidad maravillosa que también conforma la vida. Henchir el pecho y desterrarse:
..."y a ti viejo profesor de saco lustroso/entreverado/entre papeles y horarios;/el cuadrado de la hipotenusa/se resuelve/en persistente lluvia de topacios".

En fin, nos parece descubrir en este poemario —conceptual y simbólico— de Bianchi una voluntad de síntesis, una cosmovisión cuyo epicentro, el amor, ordena y da perspectiva.

"... Lo que llamamos poema es precisamente una técnica lingüística de producción de un tipo de conciencia que el espectáculo del mundo no produce ordinariamente", afirma Jean Cohen ("Estructura del lenguaje poético"). Bianchi, en los diferentes niveles en que un poema puede estudiarse, cumple precisamente con esta condición. Las exigencias lingüísticas a contemplar para expresar emociones y generar emociones semejantes, su poesía las alcanza. La consistencia temática del libro se asienta precisamente en un eficaz empleo del lenguaje.

M. Bianchi ha logrado en buena hora y en buena ley su lugar en las letras uruguayas. Entiéndase esto mas que como un elogio, como un reconocimiento necesario. Bianchi es un camino en la poesía uruguaya. Preciso es recorrerlo.

Jorge Nández Britos
Razones de amor
Ediciones de la Banda Oriental
Montevideo, 1999

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