Sábado de noche: verano
Hugo Bervejillo

Afuera, la ciudad se expande en miles de luces que van hasta la costa, y por toda la costa hasta el horizonte invisible.

Las parejas pasean del brazo por las calles del barrio y se demoran en las penumbras. En las puertas de los corredores oscuros de algunas casas de apartamentos los viejos toman el fresco, en camiseta, sentados en sillas de tijera con respaldo de loneta.

En los barrios que están sobre la costa hay heladerías donde los muchachos van a encontrarse con las muchachas para iniciar amoríos efímeros: conversan, o gritan para llamarse la atención o simplemente se dicen todo con los ojos, sin siquiera comer un helado.

En la rambla hay olor a sal marina y a pescado frito.

En los barrios más lejanos, la gente se sienta en las plazas o toma cerveza en los bares, de ventana abierta o conversa en la penumbra, de ventana a ventana o de balcón a balcón.

Las calles céntricas no permiten eso porque tienen tránsito intenso, y muchas luces que distraen, y mucha gente que no es de allí, que cruza, ajena, impersonal, y todo eso mata las confidencias.

El aire está caliente y seco y las vecinas se abanican con diarios viejos o con revistas de chismes, conversando de lado a lado del portón mientras cuidan la conversación de la nena con el novio del otro lado de los transparentes.

La fecha, en realidad, no importa. Es verano.

la luz se desploma sobre la lona;

vertical, a muerte.

un cuadrado de lona brillante rodeado de oscuridad.

a través de la luz pasa el humo perezoso de cientos de cigarrillos que están prendidos en ese momento.

también hay conversaciones, porque todo lo que está en el cuadrilátero en este momento, importa poco.

en este preciso momento hay una burbuja de silencio que se rompe con el filo dentado de la chicharra.

es un salón grande que huele a linimento, tabaco y perfumes baratos y tiene en las paredes carteles de bebidas que ya no existen, salivaderas en blanco esmaltado y agujeros en el revoque de las paredes.

De una esquina del cuadrilátero se desprende cansinamente El Sapo.

El público carraspea, conversa, algunos tosen, se ríen, comentan de otras cosas.

De la otra esquina avanza El Otro, bailoteando con agilidad, con alegría, casi.

cerca de la esquina por donde salió El Otro, hay una pareja que está excitada y discute por asuntos de celos: que te dije y que me dijiste y que qué querés que haga.

la gente, en realidad, espera el plato fuerte del final: la pelea de fondo( los preliminares importan poco: jóvenes en ascenso o veteranos que estiran su carrera unos golpes más).

esto tiene el techo alto y los ruidos parecen venir de todos lados.

el Sapo amaga y retrocede (la luz de arriba los hace parecer descarnados) y El Otro lo va a buscar, mueve los brazos, se golpea los guantes entre sí, se ríe, dice algo o mueve los labios. El Sapo, no. Fintea o trata de. Algo, no sé.

El Sordo le grita. Es el entrenador, lo conoce desde hace mucho. Lo entrenó cuando empezó y además entrenó a muchos otros. Hasta a una Olimpíada, fue, con dos pupilos, pero no pasó nada. Ahora le grita al Sapo sacale golpe, sacale golpe .

esto no es como en las películas: a éstos los pantalones les quedan grandes y parece que se prestan los zapatos. No sé. El Sapo cuida el aire y espera que El Otro se descuide. Cuando El Otro se acerca, el Sapo lo traba, lo agarra, lo pelea a experiencia, porque El Otro pega fuerte, ya se sabe. ahora está entrando un poco más de gente. Hay algún bacán con una veterana teñida de rubio y con la ropa justa caminando hacia las butacas de preferencia, pero fingen no escuchar los chiflidos anónimos que vienen de todos lados.

el Sapo camina, de guardia alta y no le saca la vista de encima al Otro, que lo avanza y dos por tres, lo alcanza y lo sacude

Fue como que te sacaran una foto, así, negroblanco, zás, como que te durmieras y qué lindo, Alondra, cuando nació Marcelo, qué chiquitito: lloraba y quién lo paraba, ¿eh? hasta que le metiste la teta en la boca y parecía que se la quería comer. Vos sabés que te cambió la cara y me pareciste otra, más linda, más mujer. Además estábamos solos en la pieza del sanatorio ¿te acordás?: no estaba tu madre, ni nadie en el medio, vos y yo solos. Qué lindo. Porque mirá que era bravo vivir todos juntos en esa casa, qué lo parió. Tu vieja que nos entraba al cuarto de golpe, las indirectas de tu viejo, los reproches de tu abuela. Vos, tan joven. Por eso cuando nos quedamos solos en la pieza del sanatorio, solos, solos, ¿te acordás?, Alondra, fue que me puse a llorar como un chiquilín y vos me decías Vamos, Sapito, vamos, vas a ver que vamos a salir adelante: tenemos toda la vida por delante: vamos a mejorar , dijiste. Y a mí se me dió que tenias razón y me olvidé por ese día de los chocolatines que te traía a escondidas a la pieza, como me olvidé después de la ropa tirada arriba de las sillas, de los cajones del armario abiertos, de los pañales meados en la palangana, de las broncas con tus viejos, de las ganas de tener una casa propia con ventanas, un jardín y un limonero.

hay gente que se para: no les interesa: fuman. Conversan. Los de la radio no transmiten, todavía: toman cerveza, y ni miran para arriba. Otra vez la chicharra, Vamos, Sapo. El Otro es un elástico, un nervio, se mueve bien. el Sordo sigue haciendo gestos, le explica al Fresco. Ahora el Fresco grita, también. Es un negro viejo, masajista. Sacale distancia, Sapo, sacale golpe , le grita.

ahora el Sapo anda mejor. El Otro tira la derecha, que es como un sable, y el Sapo se le escurre para afuera, siempre para afuera, pero camina, camina, y El Otro baila. Es más joven y aguanta un vagón. El Sapo, no. Se cansa. Ahora lo agarra otra vez, lo traba y respira. Lo aprieta, si no. Los separan, pero vuelve a agarrar.

(Cuando eras pibe, te movías lindo, le había dicho El Gomina, cuando el Sapo lo fue a ver. Y sí, en realidad no estás tan viejo. Movete un poco y de repente, no sé: un preliminar. Tenías una zurda, guacho. Pero porque sos vos, ¿viste?: movete , y de repente te hacés un par de gambas. ¿Tenés gurises? Ah. ¿Uno? Y, sí, está todo difícil. Movete y vemos. ¿Ficha? ¿Ficha médica? Para qué. Eso es lo de menos. Estás hecho un pibe.)

Zás. Y qué lindo cuando agarré aquella changa en la panadería, ¿te acordás? : yo quería dejar la Academia porque a tus viejos no les gustaba que yo peleara, y yo le achacaba unos bizcochos al gallego para llevártelos al tablado, de nochecita, y escuchábamos las murgas entre la gente, y estaba todo iluminado,¿te acordás?: las calles llenas de guirnaldas de luces de esquina a esquina, y el olor de los chorizos, los churros y los panchos, y como no te podía comprar uno porque no tenía plata, comíamos bizcochos y vos decías no importa , Sapo, a mí no me importa y yo pensaba qué lindo quererte, Alondra, y si tuviera laburo como para parar la olla.

el Sapo se le escurrió por debajo y le tiró un viaje que si lo agarra, lo desparrama, pero El Otro tuvo suerte y lo esquivó.

de a ratos parece que el Sapo quiere, pero El Otro es muy rápido. Está cansado, el Sapo. No sé. O se aguanta o. El Otro quiere un poco pero no se le anima mucho

ahora el Sapo le tiró un saque por entre las manos y le dio de lleno, pero antes de que lo abalanzara, sonó la chicharra, y a los dos se les disolvió el coraje.

el Sapo se sienta y el Sordo le habla al oído. Parece que lo reta, se impacienta, le discute, lo manda a. El Fresco le arrima una botella, le pasa una toalla. No sé, parece más gente. El Sapo está serio. Respira hondo. Vuelven al otro round pero el Sapo ya no levanta tanto las manos. Me parece que.

Zás. Y llegamos a tu casa, del Juzgado, recién casados y vos con aquella barriga de seis meses, ya, y tu viejo estaba medio pintón y se reía de cualquier cosa. Por ejemplo del Chueco, que afilaba a tu prima, la peinadora, y tu madre se aturdía con tanta gente apretada en la pieza y las corridas de los chiquilines y porque había tomado dos tragos de vermouth y comentaba qué me dice, doña, la nena ya casada y la casa llena de gente y doña Ema contaba de cuando eras chica y correteabas por el corredor de los apartamentos y te hacías pichí encima y regabas todo: yo me pellizcaba y no podía creer, después de tanta penuria poder casarnos. Mirá que luchamos, pero, claro, Marcelito estaba en viaje, así que apuramos todo, pero yo sin laburo, ¿te acordás?, y agarraba lo que viniera, y fui a hombrear bolsas, a cargar cajones, medias reses en el Frigorífico, pero todo se terminaba, yo siempre era eventual.

qué macana, el Sapo, cinco años sin pelear y ahora dos meses a este tren. No sé. Está muy blando. Lleva seis peleas y las perdió todas pero no lo tiraron: los aguantó a todos. A veces parece que se queda dormido, como ahora. Otras veces se mueve como que le duele la cabeza, pero igual sigue. Si se cuidara un poco. Ahora los descansos son más cortos, no hay tiempo para recuperarse. El Sapo mueve la cabeza. Tiene los ojos más hinchados y respira por la boca. Cada vez que vuelve, pierde distancia, erra golpes. Ahora El Otro pega más pero también se equivoca, se descuida y el Sapo suma algunos puntos. No se deja encerrar, el Sapo, y sale siempre, pero lento, cada vez más lento, y hay golpes que no los ve venir.

Zás me quedé sin laburo. Zás pero aunque sea una changa. No hay nada. Cerró la fábrica y no hay más laburo. Cerró la otra de la otra cuadra, y cerró la otra más grande, la de Camino Maldonado. Una obra: de peón de albañil, pero

solamente por dos meses. Aunque sea. Pero se terminó y chau. No hay nada, no hay nada. Nada, nada. Nadie edifica. El bagayo: me voy al Chuy : un día, dos días, tres días. Una semana. Zás me sacan todo. Todo. Tu viejo grita, Marcelito grita. Alondra, Alondra. Zás las cuentas, otra vez , negroblanco, me caigo, El Otro se separa, tengo flojas las rodillas, todos gritan, me resbalo, qué dolor de cabeza, me pesa todo, Zás , tu vieja me odia. Qué quiere: que salga a robar, vos también te quebrás, Alondra, soy una mierda, yo sé que soy una mierda, pero el Sordo me lleva al boliche y me ofrece el preliminar, de parte del Gomina, si le doy la cometa. Dos gambas para mí, media para él, qué querés. Es poder pagar lo nuestro, mirar a tus viejos de frente. Y vos sabés.

chicharra. Final. El Otro aprieta los labios. No es tan bueno como dicen. el Sapo bancó bien. Ahora baja los brazos, se va al rincón, se sienta: parece mentira.

la semana pasada quedó peor: aquel pardito del Villa Española casi le arranca la cabeza. Y hoy: va durando, no más. El Jurado se la da ganada por puntos al otro, claro. Levanta los brazos, lo aplauden. El Sapo se levanta, va, lo saluda.

bien, el Sapo. Vuelve al rincón, sigue aplaudiendo y ves, Alondra, que lindo si pudiéramos si qué pasa una casita afuera pero nuestra la lona, blanca, en la cara,y ruido Marcelito, vos y yo pero solos, solos, lejos, y un campanazo, pero adentro, Alondra y todo tranquilo sin viejos ni viejas ni cuentas ni gritos ni

qué pasa.

se cayó.

el Sapo cayó solo. Quién va a ayudarlo. Allí se mueve alguien, se dieron cuenta. Está solo, en la lona. Solo. Quién lo dejó pelear, no tiene ficha médica. Peleó la semana pasada y la otra y la otra. Y siempre lo machacan.

Y quién le avisa a la mujer, a Alondra, pobre mujer, cómo queda, ahora. Mirá vos.

Por dos gambas mugrientas, pobre Sapo.

Hugo Bervejillo
De "Un caballo en la ventana"

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