Marcar el tiempo

poema de Amanda Berenguer

No me siento longeva - ¡oh no! - ¡ni anciana

mucho menos! Y menos aún septuagenaria

ni octogenaria, ni nonagenaria, ni araucaria.
Flauta tan centenaria lo mismo da.
Siento que no habito ninguna aria de esa especie.
Estoy en presente - aquí - y miro el jardín de mi casa -

que espera paciente la primavera.
Sin embargo el tiempo ha sido y es

uno de los grandes misterios -

tan grande como el de la vida misma.
¿Pasa ligero? ¿Pasa lento?
¿Se detiene? ¿Cuándo?
¿Cuando niños? El año era casi interminable.
¿Cuando mayores? Muy corto.
Si somos felices pasa muy rápido -

si nos duele no pasa nunca.
Y sólo en una especie de éxtasis

se puede vivir la detención del tiempo.
Pero vivir es apasionante -

la sorpresa constante del presente.
Es transformación - es crecimiento interior -
es salto audaz. Mi experiencia
es tratar de marcar el tiempo —
de hacerle unas señales con la palabra -
y lo es para mí desde que era niña -
por eso escribo - mi propósito es ganar el futuro -
¡extraña apuesta! - a pura fe.
De esa manera - dando señales - así escribo -

he cambiado y he escrito - y sigo cambiando y creciendo -
y al mismo tiempo - ¡qué cosa! - pasa el tiempo -

¿los días, los años? ¿la vida?
Y como ese burrito del cuento

que camina atraído por una zanahoria

colgada por delante de su cabeza

ando hacia el futuro - atraída
por la posibilidad de una permanencia en la palabra -
ese don del hombre - que configura las culturas -
esas culturas que alguna vez también fueron futuro -
proyecciones. Y ya no sé
cuántos años tengo - aunque a veces
tomo conciencia - me miro en el espejo - me miro
y siento que ésa no soy yo.                            

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