"Papillón", un rebelde con causa.
Henri Charrière |
El
próximo mes de julio se cumplen 33 años de la desaparición del célebre
escritor, ex miembro del hampa parisina (condenado a cadena perpetua por
un asesinato que declaraba no haber cometido), presidiario fugado,
asaltante de bancos y aventurero francés, Henri Charrière, más conocido
por su sobrenombre de “Papillón”. Personaje fascinante que entrevisté
en Palma de Mallorca a finales del mes de abril de 1973, cuando me concedió
la que sería una de sus últimas entrevistas. Henri
Charrière, era entonces un célebre
autor de libros de aventura, autobiográficos todos ellos, que cosecharon
enorme éxito mundial de ventas a partir de los años 70. Incluso
Hollywood llegó a hacer dos películas basadas en su vida: “Papillón”
y “Banco”. La primera,
estrenada después de su muerte, con Steve Mc Queen y Dustin Hoffman como
protagonistas. Charrière
visitaba la isla para promocionar su segundo libro y me encargaron hacerle
una nota periodística. La charla se llevó a cabo en una librería
ubicada frente a la Plaza Obispo
Berenguer y Palou de la capital balear. Luego, como “Papillón”
sentía un enorme cariño por todo lo suramericano, comenzó a
interrogarme sobre los trágicos acontecimientos políticos que estaban
afectando a la región ese año y me invitó a cenar en un muy pintoresco celler
o bodegón mallorquín llamado Sa
Premsa. Charlamos, comimos arroz brut,
bebimos vino tinto y fumamos puros cubanos Montecristo,
que él consumía con placer y adicción. Vestía un rompevientos celeste,
chaqueta gruesa de pana y un gorro de piel tipo ruso, que sólo se quitó
al sentarse para cenar. Quizá por coquetería, para ocultar una
incipiente calvicie. Entrevistar
a Henri Charrière era fácil. Su simpatía y naturalidad para hablar de
la vida, salpicada por torrentes de apasionantes anécdotas que
encandilaban y atrapaban al oyente, hacen casi imposible resumir la charla
en un solo artículo. Este mago de la conversación y la “literatura
oral”, que tanta fama y dinero le reportaron, no podía sujetarse a un
solo tema específico o a una respuesta breve. Sus contestaciones a menudo
le llevaban a recordar algo completamente ajeno al tema en discusión y en
esto se sumergía, siempre con la misma intensidad y elocuencia. Su estilo
era inconfundible y su enfoque sobre la vida, pleno de vibrante vivacidad. Gracias
a su estilo fresco y campechano, comenzamos la entrevista como si fuese
una charla entre amigos.
--Bueno
“Papillón”, ahora cuénteme: ¿Qué motivo le llevó a escribir “Banco”,
su segunda novela autobiográfica? --Mira,
“Banco” fue escrita como
respuesta a 10 mil cartas recibidas de amigos lectores, que querían saber
más sobre mi vida. Durante tres años he recibido cartas que preguntaban:
¿Qué hiciste en los 26 años que transcurrieron desde tu última
liberación, hasta la publicación de “Papillón”?
¿Qué ha sido de tus amigos, los indios venezolanos? ¿Has sabido algo de
tus hijos?, etc. etc. A todos esos lectores y a mi editor les debía este
libro. Por eso lo escribí.
--¿Ese
fue el único motivo? --Bueno,
también por mi deseo de venganza. “Banco”
refleja mi vida en continuo riesgo, durante esos días que vivía en
permanente búsqueda de dinero. No para vivir como un burgués, porque ya
ves que no lo soy. Sino dinero para volver a Francia a matar a los hombres
responsables de esa farsa que fue mi juicio. ¡Además, para poner una
bombita en el edificio de la Jefatura de Policía de Paris! A mi me
juzgaron y condenaron por el asesinato de un soplón de Montmartre, que te
aseguro no cometí. Pero luego, en Maracaibo, conocí a una española que
ha cambiado mi vida. Ella es mi esposa y por ella dejé de buscar
venganza, aunque no he perdonado, te aclaro.
--¿Cuánto
tiempo le llevó escribirlo? --Creo
que dos meses y medio, o quizá tres. Pero te diré que no me gusta
trabajar, así que fue un gran esfuerzo concentrarme durante esos meses. Y
ahora salgo a promocionarlo.
--¿Aparte
de dinero, qué más le proporcionó “Papillón”,
su primer éxito? --Primeramente,
poder pagar las cuentas del teléfono y la luz. Luego me liberó de las
presiones y me ha permitido viajar y conocer gente. Gente que leyó mi
libro y lo disfrutó o lo criticó, pero en el intercambio de ideas uno
aprende, ¿No te parece? Sabes, a veces prefiero la crítica o el
comentario de una persona humilde y sencilla, al de un crítico literario
o un periodista. Porque no importa que esa persona sea barrendero o
paisano, su comentario va a ser sincero. En cambio los críticos muchas
veces están influenciados por lo que creen es la literatura de moda. Y te
diré más, como declaré en la Escuela de Letras de la Sorbonne, para mi la literatura actual es una masturbación
literaria. El modernismo ha matado al modo de vivir tradicional y bíblico
del hombre. La industrialización ha convertido al hombre en un engranaje
de una gran máquina que se comió a la familia.
--Para
usted que ha vivido una vida violenta, ¿cuál es su opinión con respecto
a la creciente ola de violencia en la literatura y el cine actual? --En un lugar como Palma de Mallorca o la Costa del Sol, donde tengo una casita, todavía se puede encontrar la paz, pero quedan pocos sitios así. Ahora lo que deben tener los libros o los films para vender bien es sexo y violencia. Sexo es religión. Si deseas escribir sobre la familia, entonces dicen que eres del siglo IXX. Que eso es sólo para campesinos, como si los campesinos fuesen sub normales. No se puede escribir sobre el hogar porque está pasado de moda. Incluso dicen que los niños hoy no tienen tanta ternura y respeto. ¡Pero si un niño cuando nace es como una esponja seca! Quien llena ese vacío son los padres, hermanos, tíos y abuelos. Si en ese hogar hay armonía, el resultado será bueno, si no…
--Insisto,
algo más le debe haber brindado el éxito de “Papillón”. --Me
dio la posibilidad de seguir siendo aventurero. De caminar libre, a mi
manera. Buscando el contacto humano. Mi libro ha sido traducido a 27
idiomas y eso significa que he sabido comunicar con mucha gente.
--Sin
embargo, su libro también ha sido criticado, especialmente en Europa. --Se critica porque ataca a las tres instituciones en las que descansan muchas naciones: Justicia, Policía y Sistema Penitenciario. Fíjate, después de tantos años, llego de vuelta a Francia y digo: La justicia está podrida, la policía es corrupta y las cárceles una vergüenza. ¡Y esto se lo digo al país que promovió la Libertad, la Igualdad, la Fraternidad y los Derechos del Hombre!
--¿Y
cómo reaccionaron sus compatriotas? --Te
diré que aceptaron el reto. Enseguida todos los medios de difusión
estuvieron a mi alcance y de la noche a la mañana, me convirtieron en vedette.
¡Qué difícil es eso! La alta sociedad de Paris me abrió sus puertas y
me dejé mimar. Pero no por mucho tiempo. Hay que tener cuidado porque esa
sociedad te absorbe. Lógicamente que es bonito ver a esas damas
elegantes, con sus hermosos pechos que se traslucen por esos trajes casi
transparentes que visten de noche, pero esa vida te anula tu personalidad.
Por eso me retiré a mi casa en la Costa del Sol.
--¿Cuál
es su situación legal actual en Francia? --Escapé
finalmente de la cárcel en 1941 y volví a Francia 26 años más tarde.
Por lo tanto, nada podían hacerme porque el delito había prescrito O sea
que no me hicieron ningún favor dejándome en paz. Sólo cumplieron la
ley. El único favor que debo reconocer es el permiso especial que me
otorgó el Presidente Pompidou para poder permanecer en Paris.
--¿La
denuncia que realizó al escribir su libro, ha provocado algún cambio? --Es
difícil decirlo. La putrefacción en la policía se renueva
constantemente. Sale uno podrido y entra otro peor. Pero creo que en la
justicia sí ha habido un cambio. He recibido cartas de magistrados que
dicen que desde la aparición de mi libro, tienen otro espíritu cuando
entran en la Sala de Justicia.
--¿Entre
sus recuerdos, hay alguno que vuelva siempre a su memoria? --Muchas
cosas se recuerdan con disgusto. Creo que el sadismo de los carceleros es
algo que no olvidaré jamás. Sabes, el hombre no es malo con premeditación.
La mayoría de los carceleros le tienen miedo a la vida. Cuando llegan a
los 20 años, ven la vida como una provocación difícil de responder. Son
incapaces de ganarse la vida y se refugian en un trabajo en el cual el
Estado les dará casa, ropa, comida y cierto poder. Buscan protección,
pero después de pasarse un tercio de sus vidas en una cárcel, se sienten
insatisfechos e infelices. Entonces abusan de los seres humanos que tienen
a su cargo.
--¿Recuerda
a algún carcelero con
especial rencor? --En
un montón de manzanas podridas es difícil encontrar una más podrida que
otra, aunque había un corso que me gustaría ver convertido en gusano.
--A
pesar de esos años terriblemente duros, con tantas penurias, ¿cree que
hoy puede considerarse afortunado? --Mira,
a menudo, luego de un día tranquilo en mi casa de Marbella junto a mi
esposa, comentamos lo felices que somos. ¡Pero yo siempre le recuerdo lo
cara que he pagado esta felicidad! Imagínate 50 meses encerrado en
“solitaria”. Sin oír un ruido. Sin hablar y sin que te hablen. Sin
escribir ni leer. La mayoría de las personas en esas condiciones se
suicidan o enloquecen, aunque creo que salí bastante bien. ¿Sabes por qué?
Porque tenían encerrado mi cuerpo pero mi mente flotaba con las
estrellas. Viajé a través del tiempo y el espacio, reviviendo hasta los
más ínfimos detalles de mi infancia. Recordé mis días felices junto a
mi madre y mi padre, corriendo libre por el campo.
--¿Era
el penal venezolano de El Dorado tan brutal como las prisiones francesas
en las Islas Royale, San José o la del Diablo? --Yo
diría que El Dorado era un poco menos duro que el silencioso calabozo
francés, porque allí había contacto humano. Es más humillante el
palazo que te propina un guardia pero también le puedes insultar. Además,
no te mataban a palos porque no querían dejar viudas a sus mujeres.
Nosotros andábamos en grupos de seis o siete y si a uno le pasaba algo,
los otros presos respondían por él. Era la ley de la selva. Yo allí tenía
mi jardín de hortalizas y se las vendía a los mismos guardias. Ellos no
eran todos malos. Recuerdo el caso de uno que le pegó una paliza a un
preso y luego se disculpó, alegando que había tenido que hacerlo porque
le estaba vigilando un cabo que era un “coño de su madre”.
--¿Siente
rencor hacia Venezuela por sus días en El Dorado, luego de su fuga de la
Isla del Diablo? --No,
porque ese maravilloso país finalmente me dio la libertad y allí hice
amigos entrañables.
--Hay
una pregunta que se hace mucha gente cuando leen lo que usted. escribe: ¿Cuánto
hay de verdad y cuánto es simplemente sensacionalismo imaginado? --Todo
es verdad. Lo que he escrito es cierto aunque he dejado fuera muchas
verdades, precisamente para no pecar de sensacionalista. Te podría contar
mil historias de la crueldad y la tragedia humana en las cárceles.
Hablarte de los pederastas, de la corrupción, del terror y del dolor de jóvenes
infelices que son forzados a ejercer la prostitución en sus celdas. Por
eso digo que no he contado toda la verdad…
--¿Le
molestó la policía venezolana luego de su liberación? --En realidad, no. Sólo cuando mataban algún francés. Entonces venían a interrogarme al salón de fiestas que tenía por aquel entonces. Te aclaro que no era un salón decente pero yo debía hacer dinero. Si no hubiera sido por mi respeto hacia las mujeres, habría instalado un prostíbulo pero nunca me gustó explotar a las damas, así que decidí explotar a los cabrones que las explotan a ellas. Por eso instalé una casa de juego.
--Hábleme
sobre la película que se está filmando, basada en su libro “Papillón”. --Están
en Jamaica ahora mismo. Las estrellas son Steve McQueen y Dustin Hoffman y
les dirige Schaffner, el de “Patton”.
Vendí el argumento en medio millón de dólares, que ya me
pagaron. Además recibiré diez por ciento del producto bruto de lo que
recaude. Y tengo el derecho a la supervisión, pero como sé que las
estrellas son gente muy especial, llegué a un acuerdo: Para evitar un
choque con McQueen y Hoffman, ellos filman durante ocho días y luego me
mandan lo que han hecho, yo lo veo, hago mis críticas y ellos trabajan
sobre eso.
--¿Hubo
algo de cierto en el rumor que Jean Gabin iba a hacer de “Papillón”? --Es
curioso que lo preguntes porque fue algo poco publicitado. En realidad no
iba a hacer de “Papillón”, sino que el plan era hacer un film con
Gabin y Charrière, frente a frente. Yo acepté y pedí una cantidad pero
a Gabin le ofrecieron la mitad y él dijo no. Más tarde nos encontramos y
me preguntó si estaba loco, creyendo que él iba a trabajar por menos que
yo. Gabin es muy apegado al dinero. Pero le dije: “juntemos lo que
ganemos los dos y lo dividimos a medias”. Gabin sonrió y contestó que
no, porque si yo hacía un buen papel, la prensa iba a decir que él
estaba acabado, que debía retirarse. En cambio, si hacía un papel mucho
mejor que yo, y eso era lo más seguro, la crítica iba a decir que había
abusado del pobre Charrière, para seguir en cartel. Así que nunca podía
aceptar el trato. Fue una pena, me gusta Gabin… Así
transcurrieron tres horas de charla distendida con este intrigante y
locuaz aventurero francés, que contó infinidad de fascinantes anécdotas,
habló de sus viajes por casi una treintena de países, de su amistad con
la actriz Claudia Cardinale, de la inocente escapada juntos para visitar a
sus amigos indios de Venezuela, abandonando en medio de la selva durante
cuatro días al equipo de filmación de “Popsi
Pop” y de la elevada multa que le aplicaron los productores al
regreso. Cuando nos despedimos, Charrière anunció que se iba a Madrid, porque debía operarse de un problema en la garganta, pero quedamos en volver a vernos pronto. Lamentablemente, su espíritu rebelde pudo más que el sentido común y nunca más le vi. Una imprudencia absurda durante su convalecencia, mientras permanecía internado en la clínica madrileña y un cáncer asesino, acabaron con su vida tres meses más tarde, un 30 de julio de 1973. |
Papillon (Henri Charrière)Publicado el 25 sept. 2016 |
Roberto Bennett
Letralia 7 de agosto 2006, en SIC en julio 2006 y Suplemento Dominical de El País el 20 de agosto 2006.
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