Llega desde Buenos Aires a Teatro El Galpón de Montevideo
dos únicas funciones: 31 de agosto y 1 de setiembre 21 HS.
Con Natacha Codromaz Y Gerardo Otero
Dirección: Gerardo Begérez
Teatro El Galpón - Sala Cero - Montevideo, Uruguay.
Entradas $150 y $100

La tercera parte del mar
De Alejandro Tantanián
Dirige: Gerardo Begérez

Rodrigo, tras un accidente automovilístico llega a la casa de Victoria para pedirle un teléfono. Victoria no tiene teléfono y lo invita a pasar la noche allí. En esa noche, que parece no terminar nunca, se establece una extraña relación entre los personajes que concluye de forma trágica.   Un misterio, varias muertes, un secreto no revelado y dos personas nadando en la oscuridad sin poder encontrar la salida.


Rodrigo llega a una casa aparentemente deshabitada, luego de haber tenido un accidente automovilístico. Busca ayuda, necesita un teléfono, pero en esa casa conoce a la extraña Victoria. De allí en más ambos crearán un mundo más cerca de lo onírico y el terror que de la realidad cotidiana. Relatos terroríficos, crímenes, luces extrañas, secretos no revelados, y el discurso psicótico de Victoria que quiere construir un puente sobre el mar mientras continúa hablando de los cuerpos y de su infancia. Desde este tipo de imágenes y con un lenguaje metafórico y al límite de la experiencia que quiere aprehender, la obra busca el impacto en el espectador más que su comprensión. Y lo logra. Pero para eso habría que hablar del excelente clímax que crean la escenografía y la música. La escenografía abusa a la perfección de la oscuridad para imponer y remarcar aún más los silencios que la obra tiene en ocasiones varias. El fondo del escenario con relámpagos cuando Rodrigo llega, y el interior con una iluminación tenue de velas anuncia el estilo de la escenografía desde un principio. La decoración del escenario junto con la iluminación recrea un típico ambiente de novela gótica. Asimismo, las luces bajas son excelentemente aprovechadas para que la oscuridad esté acompañada de sombras. De este modo, el clímax opresivo y siniestro que instaura la obra desde un principio se mantiene hasta el final. La historia es el exacto correlato del escenario. Hay tensiones, incomprensión de Rodrigo hacia Victoria, que se da cuenta que es presa de la locura, además de cosas extrañas que suceden mientras él se hospeda en la casa, y la locura, la locura en donde Rodrigo va cayendo lentamente al interactuar con Victoria. La música tiene el sonido del cine gore: maquinarias que se escuchan mientras un animal emite gemidos. También contribuye a aumentar el extrañamiento del espectador, a medida que la historia tiene mayor sentido para luego deshacerlo en los próximos pasos. Es una obra que no trabaja con los materiales con que trabajan la mayoría de las otras obras, una obra que le presta mucha atención al uso de la escenografía y la música, quizás la misma importancia que le otorga a las actuaciones, y en eso, La tercera parte del mar, asombra, como también nos sorprende el gran manejo que logra el director con los actores sobre el escenario para recrear memorables postales de terror, con desnudos incluidos dentro del ambiente gótico y terrorífico. No hay sangre, pero hay marcas de la sangre, hay palabras que se refieren a la sangre, y hay relatos que nombran actos relacionados con la sangre, crímenes, torturas, desmembramientos. Así, la obra no recae en el esperpento sangriento de lo gore, pero los protagonistas cuentan las historias típicas de lo gore y lo perverso sin que la sangre salpique al espectador en su cara. En una gran puesta en escena, esta obra de Alejandro Tantanian, aprovecha muy bien los clímax va creando y los fortalece con un escenario digno de las mejores películas de terror. Las luces, la música, junto a ciertos gritos de los actores, a veces hacen que algunos espectadores sientan un escalofrío en sus espaldas. Es difícil que exista el terror en un mundo como el nuestro. Es por eso que si el terror es sólo un efecto, un instante, esta obra tiene la cualidad de poder lograr eso en el auditorio. Bajo una gran dirección, La tercera parte del mar, asusta, nos pone nerviosos, y logra el efecto de extrañamiento, asombro y terror que busca generar en los espectadores. Apuesta arriesgada, experimental, la puesta de esta obra hace respirar a la escena teatral condimentándola con un poquito más de terror y violento non-sense, un sin sentido más cerca de la vacilación y el nerviosismo que del absurdo.  Por Nico Pose (Revista Siamesa)

“La Tercera Parte del Mar” de Alejandro Tantanian, llega de varias maneras al lector. Esta vez, Gerardo Begérez convoca al silencio y a la construcción de alguien desde la oscuridad. Es el encuentro de un misterio, de una repetición o tal vez de un crimen. En “La Tercera Parte del Mar”, la propuesta espacial y la de atmósfera están muy bien trabajadas. Cabe destacar el trabajo de Javier Casielles, que realmente es un oficio muy fino de ambientación. Los climas son siniestros, la presentación de la oscuridad-teatral como recurso narrativo es una buena estrategia para construir las mutaciones y transformaciones de los personajes; y, de ese algo que está y no se puede ver. Natacha Codromaz es una actriz que realmente ha trabajado en el espacio, y lo ha transitado de varias maneras, donde el manejo de los tiempos y del silencio son muy cabales, muy elocuentes. Y, Gerardo Otero, crea a un Rodrigo ambiguo, que esconde algo, que no es de confiar, pero a la vez atrae a esa confianza no deseada. (Publicado por Nepo)

La sala del Abasto Social Club es el marco perfecto para esta propuesta estética que se  desarrolla en penumbras, utilizando por momentos sólo la luz natural de la noche. Con una hermosa fotografía - que incluye juegos de espejos que muestran al espectador las caras o las nucas de los actores – el espacio lúdico es continuamente transgredido por los protagonistas, ambos personajes se desdoblaban constantemente y no tienen conciencia que fluctúan en mundo opuestos: de las victimas y de los victimarios. Mientras Victoria (Natacha Codromaz) parece estar enamorada de su cuerpo muerto y Rodrigo (Gerardo Otero), al final cree que el puente está terminado y podrá escapar, los espejos refuerzan estos ámbitos siniestros. Ámbitos que no interactúan entre si, sino que crean otros espacios: afuera y dentro de esos espejos (…) La tercera parte del mar muestra las múltiples posibilidades de ahondar en los bajos fondos de la psiquis y de la sexualidad humana. Maira Kosiorek y Azucena Ester Joffe (Críticas)


Rodrigo sufre un accidente con su automóvil y llega a la casa de Victoria sólo para pedirle usar su teléfono. Él tiene algunas heridas recientes; ella carga con tantas y tan antiguas que ya no sería ella si las curase. Noche inhóspita, terrible como pesadilla, de la que se huye para caer en algo peor y más tortuoso, en repeticiones de monstruosa deformidad que son consecuencia de aquello de lo que se quiere escapar. No cabe pensar que entre ellos existe deseo alguno. Sin embargo, se atraen, quizá por asco, como castigo autoimpuesto. Esta es la perturbadora propuesta a la que se entregó el director uruguayo Gerardo Begérez para presentarse en el teatro porteño, quien en esta puesta aprovecha al máximo las posibilidades de la Abasto Social Club pero con tal austeridad que en ningún momento dispersa el relato ni dilapida recursos.  REVISTA LLEGÁS A BUENOS AIRES. Lucho Bordegaray


Un texto atrapante y misterioso no exento de hermetismo –Alejandro Tantanián-, dos destacadas actuaciones –Natacha Codromaz y Gerardo Otero- en la piel de los desventurados personajes que esconden secretos inconfesables, estupenda ambientación sonora –Fernando Tabaylain- y protagónica iluminación –Javier Casielles- que deja entrever lo que no debería verse, con imágenes de hechizante belleza o de sangrienta repugnancia, generan la abrumadora atmósfera del inusual relato. Con inteligentes recursos dramatúrgicos, precisa dirección y marcación de tiempos y momentos, Gerardo Begérez ha logrado una cautivante puesta en escena, con sugestivo manejo de los hilos de la historia, transmitiendo el miedo y la fascinación morbosa de sus personajes. Es notable la estética lograda en el espacio de la sala, con el vidriado fondo que permite ver el exterior, la escalera, las velas reflejadas en los espejos y la ascética escenografía. Las imágenes llegan al espectador con creciente suspenso. Hay un crimen, hay historias que se mezclan, personajes trastornados, nada volverá a ser lo que era y siempre habrá un reiterado relato para contar, cuando cae la noche. Hay que estar atento y permeable durante la exacta hora de duración del drama que tiene el mar como fondo. Esa tercera parte que se presenta en diferentes etapas y estratos de la vida. Ese misterio insondable, que llega y conmociona. Martin Wullich

Gerardo Begérez

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