La pared
Damián Baz Echevarría

Volvía una noche caminando mecánicamente por las veredas de la ciudad. Mirando el piso, volvía pensando. Hay algunas veces que de tanto pensar me abstraigo del mundo terrenal y todo pasa a ser mi cabeza y mis pensamientos.

Pensaba en la vida, en tiempo pasado, irrecuperablemente ajeno al presente. 

Hacia un frío muy terrible, y las personas y las mujeres pasaban a mis costados sumamente arropadas, ocultas tras trastos de ropas nuevas y perfumes, mascaras de maquillajes invisibles, sonrisas estructuradas de muecas razonadas, pasos reflexionados entre piso y poso; y dios homosexual y todopoderoso, mirándonos en su completa y estúpida soledad, allá...

Cabizbajo caminaba, como si yo fuera responsable de los problemas, de los errores, de todo. Una jocosa hilaridad se contagio a mis ojos desalmados; la Némesis de mi posteridad, se agrupaba como arrugas, en los labios violetas y quemados. 

Reír: ¿consecuencia o causa? Entonces camino riéndome, mas por dentro que por fuera, hasta que un avión pasa por el cielo, cortando el aire y provocando un estruendoso ruido. Un avión arriba de mí, hacia mi derecha, pasa rápidamente y corta mis pensamientos en un instante, hasta que se pierde, casi que enseguida en el cielo semi-nublado. Entonces, surge: volar, huir, escapar; desatar las cadenas de esta ciudad para atarlas en otra distinta, más grande, más civilizada, más play boy. 

Entonces veo a Lucia. Y me acerco casi sin notarlo, y le digo como mecánico:

- Hola Lucia, ¿vos crees que la poesía surge de la nostalgia y no de la dicha?

Entonces nos sentamos con Lucia en el cordón de la vereda a mirar como los autos nos pasan re cerca de los pies y como podemos quedarnos sin piernas si alguno le yerra a esquivarnos. Y lucia tiene las muecas de todas, y usa los perfumes que usan todas, pero al menos se sienta a jugar a esquivar los autos.

Ella se divierte mucho, pero yo le pregunto de nuevo con más fuerza creyendo que no me ha escuchado:

- ¿Vos crees que la poesía surge de la nostalgia y no de la dicha?

Y Lucia se ríe, y mira los autos a toda velocidad, y estira un poco más las piernas para que alguna camioneta le pise las puntas de los dedos, y se estremece y festeja y aplaude cuando esto ocurre.

Entonces lentamente voy retirando las piernas de la calle, Lucia igual no lo nota, y me voy retirando sin decir una palabra, hasta que me alejo y la dejo sola, riéndose a carcajadas porque un auto viejo acaba de cortarle una pierna.

Comienzo a caminar nuevamente, y a abstraerme en mis pensamientos. Mirando a la vez las distintas expresiones de las caras distintas, y las expresiones iguales de las caras iguales. 

Hasta que me aburro y vuelvo a mirar el piso, las hermosas superficies terrenales, planicies de dos dimensiones o de una. 

El camino a casa es sencillo, cualquier sujeto idiota puede realizarlo sin problemas, consiste en caminar derecho durante 30 minutos, en no pelearse con nadie y en no ayudar a nadie, volver rápido y asustado, pensando en la comida, en los gatos que no comieron y en el libro que sigue arriba de la mesa de luz sin leer todavía.

Cualquier imbécil puede realizar ese camino, cualquier imbécil puede comer, darle de comer a los gatos y leer un rato un libro antes de dormir. Cualquiera puede llevar a cabo mi vida, pero como es mía... si pudiera vivir la vida de otra persona, aprendería a nadar y me iría nadando hasta Jerusalén a convertir judíos al cristianismo, pero como esta vida es mía...

Me encontré con el grupo de amigos unas cuadras mas adelante, me invitaron a tomar, a bailar, a mirar una película, a escuchar música, a jugar un partido, a escribir una novela, a romper los vidrios de una casa, a matar a un vecino. Pero cuando callaron mirándome, esperando mi respuesta, apresurados y nerviosos por saberla, les pregunte:

- Amigos míos, ¿creen ustedes que la poesía surge de la nostalgia y no de la dicha?

No te entendemos, me dijeron, explícate, me sugirieron, avala tu pregunta con un fundamento escrito, me incitaron. Pero yo les dije enérgicamente:

- No, no amigos míos, mi pregunta es esa y no la cambiare ni la reformulare por nada del mundo

Entonces rieron, vamos a buscar mujeres para alegrar esta fría noche, vamos a comprar alcohol para alegrarnos y alegrar a las mujeres, vamos a correr y reír para sentirnos libres, aunque no lo creamos realmente.

Y yo les dije que yo iba mas tarde, y ellos ni siquiera me escucharon y salieron corriendo hacia la parte poblada de la ciudad ya poblada.

Continué caminando nuevamente hacia mi casa, ensimismado en los pensamientos que eran producto de mis experiencias y de mi imaginación. 

El frío era cada vez peor, y ya me temblaban los dientes y las costillas, pero seguía caminando porque todavía faltaba para llegar a mi hogar. Seguía caminando, cabizbajo, pensando en las arbitrariedades de la vida, cuando me sorprendió una persona tocándome el hombro, la mire, y era una mujer de unos treinta y cinco años, bastante oculta por las ropas oscuras que llevaba puesta.

- Tengo algo para mostrarte – me dijo en voz casi baja y apurada, me tomo ambas manos y me llevo corriendo hacia una calle que estaba semi-oscura, y me puso frente a una pared iluminada por una bombita de luz amarillenta, y me mostró la pared. Yo mire y vi solo una pared apenas iluminada, vieja y fea, casi ruinosa, entonces la mire a ella y algo avergonzado le dije

- No veo nada, solo la pared

Ella se sonrió un largo rato en silencio, y me indico con los ojos que volviera a ver.

Entonces cuando mire, lo vi todo, en la pared pude vislumbrar todo lo que se había perdido en las demás calles de la ciudad, y se juntaban las historias y se mezclaban, y las personas se animaban a contarlas y a vivirlas, y había por toda la pared, pedazos de momentos, de suspiros, de respiros, de palabras, solo pedazos, no había momentos enteros, ni reflexiones completas, ni relaciones duraderas, había solo momentos, solo mitades, solo pedazos hermosos de cosas normales; la mujer me miro y sonrió de nuevo, volviendo a mirar, ambos la pared.

- O sea que... ¿la poesía? – llegue a murmurar

- Si – susurró.

Damián Baz Echevarría 

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