Jazz
Damián Baz Echevarría

El personaje se sitúa en una calle desierta o abandonada, bajo una noche oscura, de luna llena oculta por nubes pesadas. Hay un bar nocturno abierto, con luces rojas fluorescentes que invitan a entrar. La palabra BAR parpadea una y otra vez. 

Así repentinamente, y sin ningún acto intermedio, viene un auto acelerado, y del mismo comienzan a bajar personas, bajan una a una, y son como treinta cuando terminan de descender. Hay mujeres muy elegantes y hermosas y hombres muy perfumados y bien vestidos. El auto se va.

Las treinta personas se ponen a hablar entre ellas, y se mueven, gesticulan, y todo lo hacen como por encima de nuestro personaje. Se ríen, caminan hacia la puerta y vuelven, hacen excentricidades, como saltar, ladrar como perros, correr, treparse a un árbol.

Entonces sale del bar un grupo de 5 bailarinas, que escotadas y maquilladas se ponen a bailar al lado de nuestro personaje, a seducirlo indirectamente, y a reírse en su cara abiertamente.

Así los otros treinta parecen molestarse, se juntan en circulo con el personaje en el medio, y comienzan a gesticular, tramando sin dudas una manera de ganarle a las bailarinas. 

Comienzan a hacer una pirámide humana, pero a la pirámide le falta un ultimo integrante para que quede completa. Lo invitan al personaje a subir, lo hacen de forma cordial y a la vez violenta, los de abajo le sonríen y le invitan a subir, y las mujeres de arriba lo miran con los muslos al aire y una sonrisa.

El personaje se resiste, y se resiste, y los treinta comienzan a molestarse con el, cada vez le piden de peor manera que suba y cierre la pirámide. El se niega. Las bailarinas festejan, se rien en su cara, sacan la lengua a los treinta, y bailan felices porque ganaron. 

Entonces estas vuelven corriendo dentro del bar felices y los treinta desarman lentamente la pirámide humana, y ahora cabizbajos y tristes, se sientan en el cordón de la vereda y miran el charco de agua de la calle empedrada. 

Algunos antes de sentarse, empujan al personaje, recriminándole su actitud. 

Al final viene el auto, y los treinta cabizbajos y tristes entran lentamente en el auto, se nota que el chofer mira enojado al protagonista, este parece sentirse mal y mira el suelo.

Al fin, el auto arranca con los treinta dentro y se pierde despacio por la calle.

El personaje mira el auto irse, y cuando está algo lejos, baja a la calle y lo corre un poco, le hace señas con el brazo como para que lo vean, pero el auto sigue su camino.

Cabizbajo y triste, el personaje vuelve a la vereda, al mismo lugar en que estaba, y se sienta en el cordón, a mirar el charco de agua de la calle empedrada.

Damián Baz Echevarría 

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