Vino viejo en odres nuevos
Hermógenes Bastarrica

¿Puede hablarse de novedad con relación a las movidas New Age, o Nueva Era en nuestro orbe hispanohablante, que estuvieran tan en boga desde los años ochenta y noventa, y que hoy se han popularizado y vulgarizado hasta la saciedad? Para sus críticos se trata, apenas, del leve reciclaje de auténticas perspectivas que mucho antes se habían desarrollado bajo otros ropajes.

En las primeras etapas del Siglo XX, a un costado del Positivismo oficial (y ambiental), como al sesgo en cuanto al arcaico espiritualismo europeo, prosperó el encare Teosófico, que hasta los años treinta tuvo amplio predicamento tanto en América como en el Viejo Continente. La Sociedad Teosófica implicaba por cierto un abordaje al pensamiento alternativo mucho más profundo y abarcador que las vertientes new age, pero si prestamos atención a algunas de sus ideas y aspiraciones encontraremos las coincidencias.

Los teósofos predicaban –al igual que tantos de sus seguidores postmodernos- el advenimiento de una Edad de Oro venturosa, de una Nueva Era. Por otra parte impulsaban, de igual modo que sus émulos de finales del pasado siglo, el Naturismo en medicina, alimentación y costumbres.

Krishnamurti, educado y lanzado al liderazgo espiritual por la Sociedad Teosófica, al llegar a su mayoría de edad y liberarse de los dogmas de la ya entonces venerable institución (amalgama de arquetipos orientalistas y filosofía hegeliana, como bien se ha aseverado), comenzó a transitar un camino propio hacia la Maestría. Su prédica hacía énfasis en la libertad espiritual y en la búsqueda en sí mismo, en el no condicionamiento a gurús o supuestas autoridades. La misma se puede considerar auténtica precursora de las movidas acuarianas del fin de siglo.

Lanza del Vasto fue también, en la Francia de los años cuarenta, un genuino adelantado de las búsquedas vitales que veinte años más tarde realizaron los hippies. Y en los primeros sesenta, ejemplos de sabiduría como el monje trapense Thomas Merton y aquel budista atípico que fuera Alan Watts (ambos, paladines de una perspectiva espiritual libertaria y no culposa), y aquel sicoanalista heterodoxo -iniciado en auténticas hermandades esotéricas, precursor en Occidente de técnicas de curación energética como el Reiki- que fue el doctor Israel Regardie, los tres bosquejaron en profundidad muchas líneas y corrientes hoy banalizadas y desvirtuadas hasta el hartazgo.

Y en otro orden: ¿El Surrealismo, desde el costado estrictamente artístico y filosófico, no prefiguró muchos gestos vitales y hasta formas de vivir que hoy se atribuyen a la dichosa movida new age? Más bien podríamos asegurar que los módicos maestrillos de tales novedades postmodernas resultan pudorosos y pacatos en su búsqueda más allá de los límites, comparados con los verdaderos avances de aquellos precursores.

Por otra parte, experimentos de vida en común bajo presupuestos no convencionales –como fueron la audaz Comunidad Oneida en el Siglo XIX, y el proyecto del Valle Feliz de Ojai que proyectaron los teósofos en los años veinte- se adelantaron muchísimas décadas a las experiencias de hippies y ecologistas  en busca de la fuente castalia.

Entonces, sin desmerecer la extensión mundial y la popularización desde los ochenta o noventa de los paradigmas que englobamos bajo ese término común y simplificador que es la New Age, relativicemos un poco las cosas. Así comprenderemos que hubo antes muchas inquietudes y realizaciones que posibilitaron lo bueno, mediano y malo en estas temáticas. 

Hermógenes Bastarrica

Ir a índice de Ensayo

Ir a índice de Bastarrica, Hermógenes

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio