Orfila Bardesio (Montevideo, 1922 / idem, 14 de octubre 2009) |
Fundamentalmente poeta, su obra sostenida en el decurso de más de cuatro décadas, con títulos relevantes (Poema, la serie Uno, El ciervo radiante),su fina persona-creadora se expresa también en el texto de prosa, cuando éste adquiere condiciones de declaración (diálogo con su poesía), al encontrar en la búsqueda-descubrimiento "el mundo interior de los hombres, y lentamente el propio y...a Dios".
Elogiada por Jules Supervielle, como "Grande Poéte" (cartas de 1947), en "Diálogo con mi poesía"; expone sus ideas:
"No hay poeta que no se desvele por dar su obra con riesgo. El poeta sabe del Océano, lo que el Océano no sabe de sí mismo. Sabe del Aire lo que el Aire no sabe de sí mismo. Sabe de la Tierra, lo que la Tierra no sabe de sí misma. Es tan grande la vida que posee, que ella no puede disminuir sin que él muera, Gloria de tener tanta vida! ¡Gloria!... Pero a la vez...¡terrible responsabilidad! no hay una sola acción, ni el movimiento de un músculo, que no deba ser digno del Fuego que lleva. Y este fuego se apaga, si el hombre del poeta, traiciona al poeta. Por eso, su vida, entra en la Gran Vía de la Vida, cuyas reglas se confunden con las del santo. Vida de poeta es vida de santo. Los poetas saben terriblemente como lo santos, los infinitos tormentos de la aridez del rapto de su don, cuando se ha faltado a él. Saben de la penitencia en el desierto, de las grandes sequías del alma, de las silenciosas lágrimas, y del velatorio de criaturas muertas por su culpa, cadáveres amados, que la crítica fría desmenuza". (En: Alfar, 89, Montevideo, 1951).
Domingo L. Bordoli en la crítica a su obra Poema prueba su singularidad.
"Analizando el procedimiento más habitual de este autor, se observa que trabaja con sensaciones solitarias, como si en cada uno de los versos empezara el poema. Algunas de estas composiciones están heridas por esa discontinuidad o intermitencia, aunque el autor sabe exponer perfectamente una cosa volviéndola grado por grado en progresiva intensidad, tal como lo atestiguan los finales magníficos de "El Cisne" y "La Magnolia". "Destruyo las preguntas /Que trabajan gastando la inocencia". ("El Leopardo").
Estos versos definen el libro. Singularmente ha revelado en nuestra literatura ese misterio dela claridad y de la transparencia, más intacto que el de las tinieblas. Si este último nos parece más complejo es porque podemos sentirnos mejor en lo que nos disuelve que en lo que nos afirma con su secreto indiviso y exacto; en lo que nos vive con la intención más impenetrable, como si fuéramos plantas. Este poeta ha expresado en sus mejores momentos esos instintos inocentes capaces de ser voluptuosos sin ser culpables, cuando los vive el pasto, el follaje, el húmedo hocico de los animales; o el tacto que recorre su piel, su plumaje, y hasta casi podría decirse, su silencio.
Estos instintos fronterizos al espíritu, desterrados de su lenguaje, de sus gestos, de su precisión, y de sus búsquedas, aparecen quizás en el origen de las excitaciones nerviosas, antes que éstas signifiquen algo o se orienten hacia algo". (En : Escritura 1, Montevideo, 1947, p. 110-111)
Obras: Voy (poesía, 1939), La muerte de la luna (poesía, 1942), Poema (1946), Uno/Libro 1º (1955), Uno/Libro 2 (1959), Canción (1970), Uno /Libro 3º (1971), Juego (poesía, 1972), La flor del llanto (poesía, 1973), El ciervo radiante (poesía, 1984). |
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