El mito chino y China en marcha.

Pangu inició el cielo y la tierra.

Camilo Sun

Primera parte

En esta primavera regreso a mi pequeño pueblo. Ahora en la mañana, cuando vengo llegando por el camino, todos los conocidos que no he visto por largo tiempo no me lo reprochan porque soy para ellos un hijo marcado por otras tierras. Al contrario; me abrazan con cariño y calor, el sol rojo brillante en la cumbre de las montañas, las flores blancas de los manzanos, los perales, los ciruelos, y las flores rojas de los durazneros. Las flores silvestres de variados colores, y la alfombra de hierbas verdes de las montañas también me dan la bienvenida con sus tonalidades de verdes, y olores dulces como la leche materna. Siento el recibimiento afectuoso de la voz del viento que canta suavemente sobre los árboles, el canto de unos gorriones en vuelo por el cielo azul, y el “tintín”, “tintín” de un arroyo que corre camino abajo al costado de la senda.

¡Qué familiar! Todo eso me lleva al sueño de mi infancia, y al inhalar, me emborracho.

De repente, unas voces me llaman desde el hermoso sueño; un niño y una niña van llegando delante de mí, y mientras conversan, noto que me examinan con una mirada sorprendida.

Recuerdo entonces una poesía de Hezhizhang, famoso poeta de la dinastía Tang de China: 

“Salí joven y regreso viejo.

                                                         La voz igual todavía,

                                                         y el cabello más cambiado.

                                                         El niño lo encuentra y no lo conoce.

                                                         Le pregunta riéndose; ¿de dónde vienes?”. 

Atrás va quedando ese niño, tomado de la mano de la niña. Caminan y siguen su discusión:

-¡En este mundo primero hubo un huevo! -dice el niño.

-¡Primero fue la gallina! -contradice la niña.

-Si no hubiera habido un huevo, ¿de dónde vendría la gallina?

-Si no hubiera habido una gallina, ¿de dónde provendría el huevo?

-¡El huevo fue primero, la gallina después!

-¡No! ¡No!

Ellos están ya más lejos. Sus discusiones suenan como la voz del arroyo: “tintín”.

¡Se parecen a mí! La cuestión común del huevo y la gallina también la piensan nuestros niños. Es el tema eterno de la humanidad. Como otras cosas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Y a dónde huyo? Y cuando las cuestiones no pueden contestarse, entonces van a preguntarle a Dios o al mito. El mito chino, “Pangu inició el cielo y la Tierra”, es una forma de contestar. Dice así: 

“En los tiempos antiquísimos, el cielo y la tierra aún no estaban separados. El universo era un huevo grandísimo. Estaba oscuro y desordenado. No se sabe cuándo comenzó a engendrarse el Pangu, que es un gran Espíritu en sí mismo, ni cuando nació. Fue engendrado en el huevo hace mucho tiempo, durmió silenciosamente por dieciocho mil años. Cuando se abrieron sus ojos, estaba oscuro y caótico, por lo que se sintió muy indispuesto en su corazón. Entonces se levantó de golpe, estiró su mano derecha y apareció un hacha brillante la que empuñó con dos manos; agitándose la fuerza de Espíritu a la vez que emitía un sonido muy grande: “Ca”, “La”, “La”, la levantó girando su cuerpo, hachando todo, y el huevo comenzó a abrirse. Al mirarlo observó que algunas partes todavía estaban unidas; estiró su mano izquierda y llegó un cincel brillante. Empuñando el cincel de oro, levantó el hacha y siguió trabajando en las partes unidas. En un determinado momento emitió otro sonido grandísimo: “Dandan”, y el huevo por fin se partió totalmente.

Acabaron por separarse aquellas cosas mezcladas; las más ligeras y puras fueron el Cielo (Yang), y aquellas más pesadas fueron la Tierra (Yin). Pangu vio alegremente los cambios aparecidos, mas, le preocupó el hecho de que el cielo fuera a caerse, se uniera otra vez con la tierra, y el mundo regresara a ser oscuro y entreverado de nuevo. Sostuvo entonces al cielo con propia cabeza, y puso un pie sobre la tierra. Así todo su cuerpo soportaba cielo y tierra como un pilar.

El cielo se elevaba un “zhang” (medida china de longitud equivalente a 3.33 metros) cada día; la tierra aumentaba también un “zhang” cada día, y el cuerpo de Pangu también se alzaba un “zhang” cada día. La distancia entre el cielo y la tierra ya había crecido noventa mil “li” (otra medida china de longitud, equivalente a 0.5  kilómetros), y la longitud del cuerpo de Pangu creció igualmente. Así pasaron dieciochos mil años más.

¡Qué magnífico aquel paisaje! Pangu tan alto, de noventa mil “li”, permanecía erguido majestuoso entre el cielo y la tierra con cabeza de serpiente y cuerpo de dragón. Mirando a los dos iniciados, Pangu se sonreía orgullosamente y sus ojos brillaban con entusiasmo y alegría. Permaneció erguido observándolos un tiempo muy largo, hasta que un día se derrumbó por causa del mucho cansancio. Y así se murió.

La muerte de Pangu es un hecho grandísimo, sacratísimo y el más espléndido del universo, porque de pronto, su cuerpo se dividió acompañado de un enorme estruendo que conmovió al cielo y a la tierra. Su mirada, que todavía estaba llena de añoranza sobre este mundo, se convirtió en el relámpago; su hálito de muerte se transformó en los vientos y las nubes; y su rugido, en el trueno. Sus ojos volaron hacia el cielo; el ojo izquierdo se convirtió en el sol, el derecho en la luna; su mano, su pie y su cuerpo, en los cuatros lados de la tierra y en las cincos montañas: Taishan, Huashan, Huoshan, Hengshan y Chonggaoshan.

Su sangre brotaba, y saltaron corrientes hacia la tierra tornándose en ríos, lagos, y mares; sus tendones, arterias y venas formaron los caminos plateados por las capas de la tierra; sus músculos que volaron por todos lados, hicieron que innumerables tierras fueran fértiles; los vellos de su rostro volaron al cielo pasando a ser las brillantes estrellas y la Vía Láctea; su piel y sus cabellos, una vez que llenaron el cielo, se derrumbaron sobre la tierra produciendo flores, hiervas, árboles; su médula fueron los diamantes sagrados; piedras, perlas, joyas, y sus huesos fueron los metales. Hasta sus sudores más inútiles se convirtieron en lluvias y rocíos”

Este es el cuento de cómo Pangu inició el cielo y la Tierra. Es un Génesis chino. Ahora también el alma de Pangu igualmente inquiere desde lo alto con sus ojos impregnados de amores tan profundos como cuando murió, fijando su mirada en la tierra china y el cielo que él mismo inició: “¿El cielo todavía está tan azul como el de antes?”, “¿Y la tierra está verde como al empezar?”, “¿Las montañas y los ríos están aún puros y limpios?”, “¿Cómo viven sus hijos e hijas?”.

Casi todos los chinos ya hemos escuchado las preguntas provenientes de Pangu, y estamos respondiéndole con nuestras buenas prácticas.

Pangu es un gran Espíritu, un antepasado común de la nación china; lo respetamos y le ofrecemos sacrificios desde hace largo tiempo. Todavía hay muchos vestigios de Pangu en todo el país chino que se extendieron por toda la tierra de China. Cinco montañas llevan el nombre común de Pangu: la montaña Pangu de Qinyang de la Provincia de Henan, la de Leiyang de Hunan, la de Yudu de Jiangxi, la de Yichang de Hubei y la de Laibin de Guangxi. Y el Templo de Qinyang de Henan construido en época de Tang hace ya 1.300 años; el templo de Cangjiu de Hebei construido en los años 1.278; el de Leiyang, el de Laibin, el de Yichang, y el de Xinzhu de Taiwan. Además, en Qinyang, en Leiyang, Laibin y en otras, se han ofrecido sacrificios; y particularmente en Qinyang, se ha construido la red cultural de Pangu: http://www.pangushan.com

Actualmente, en nuestro país, Pangu ha llegado a ser el símbolo del desarrollo armonioso entre humanidad y naturaleza.

Respetar a Pangu significa no solamente buscar al espíritu del pueblo natal, sino también construir y proteger lo común de la humanidad.

El Templo Pangu de Cangjiu

Fuera del Templo Pangu

En el Templo Pangu

El Templo Pangu de Leiyang

La ruina del Templo Pangu de Yichang

La Montaña Wuzhisan y el Templo Pangu de Yaiwan

La Montaña Pangu de Qinyang

Imagen Pangu

Camilo Sun

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