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Pasé, por fin, la muerte
Jorge Arias

Pasé, por  fin,  la muerte. En algún  punto

se oyó ruido de  puertas  que se cierran.

Me demoré pensando: “¿Ese sonido?”

Pero no había  sonidos,  ni  se había

cerrado alguna  puerta. Y la Presencia

fue. Y  yo  estaba ante Él. Era una  escena

ni pequeña  ni grande, era nosotros,
la dimensión  final de nuestro mundo,

de nuestras almas. Él,  en una mesa,

barajaba unas  cartas. Si cuarenta

o bien  cincuenta y  dos, no me fue  claro.

“¡Pero  esto  transcurre!”  le grité,

aunque ningún sonido se  produjo.

Mientras,  Él me ignoraba con sus  cartas.

“¿Cómo  sé que la muerte no  es un  sueño?”

Las cartas no  corrieron ya tan rápidas,

y,  poco  a poco,  todo se  detuvo.

Hubo una  carta que no logró  pasar;

pero  yo mismo no  era  sino un sueño.

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