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“Nuestra señora de las nubes" de Arístides Vargas, en El Galpón
Conversaciones en la estratosfera
por Jorge Arias

Un  hombre y una mujer, ambos  valija en mano, con el aire casual y  distante de los viajeros solitarios,  se encuentran. El lugar del encuentro no  importa;  el lugar evocado, el pueblo  de Nuestra  Señora  de las Nubes,  es todo. No se conocen, pero de allí  vienen; los dos son expatriados; los dos  son memoriosos. Recuerdan a algunos habitantes del poblado: un tal Memé, unos  hermanos Aguilera, reyes  del piropo,  un poeta cantor. El tono de actuación, deliberadamente  artificial, es  un recitado pautado por largas cadencias, como  si los  personajes fueran sonámbulos que hablaran en sueños. El hombre, Oscar (Arturo Díaz  de  Sandy), es  recluido en un manicomio, ella, Bruna  (Norma Angélica) lo asiste. Varias veces la acción regresa al comienzo, al punto de encuentro y  a las  valijas;  algo  semejante  sucedía en “Bicicleta Leroux,  apuntes sobre la  intimidad de los  héroes” del mismo Vargas, donde  también se aludía, nada menos, a los viajes  de  Odiseo.

Nada,  o casi nada, sucede en la escena. El  escenario y los actores pudo ser  sustituído por un lector, y con  ventaja, porque nada  esperaríamos que sucediera, y nos ahorraríamos el penoso ajetreo de los actores, con diversas  vestimentas y las mismas  valijas. Toda la  obra es  narración; pero  el  pueblo  de  Nuestra  Señora de las Nubes  no se  hizo  presente. Todo es narración, pero  sucede algo peor: todo es literatura, y muy mala  literatura, y  no  teatro. Cuando oímos  frases como “…cortaba el queso con la  espada  del tiempo”, quedamos perplejos; pero cuando se nos cuenta la historia del  músico y  poeta   del pueblo que  componía de noche canciones de amor, sonidos que  inducen a un vecino a disparar sobre el  cantautor  que sólo es herido en un  hombro,  pero cuya  sombra es alcanzada  por las balas, y nos  dicen que las  sombras muertas no pueden componer canciones de amor, ya tenemos más  que  suficiente. Es la misma idea de “La  edad  de la ciruela” y  de “Bicicleta  Leroux”: la extraña creencia de que la literatura es  temas  importantes y que, por  lo  tanto,  siempre será  hermoso hablar de poetas y  de canciones de amor,  y que es un lenguaje poético abundar en sentidos sobre contrasentidos, en  paradojas,  caprichos y  divagaciones  sin  control.  Y no hay una  organización de los sueños,  ni una lógica de las veleidades,  ni una dialéctica  que unifique  en un solo  sentido,  en  un solo mensaje, tanto artificio disperso, tanta cohetería  gratuita..

Hemos leído,  y  aún escuchado, que la  obra  trata del exilio,  pero no lo  creemos; salvo que los exiliados vivan en una  continua pero distante evocación  del  terruño. Los personajes podrían ser reyes en el destierro. No  piensan nunca en  dónde  están,  no  sufren  el  conflicto de si  se adaptan al nuevo lugar; ni buscan ni  consiguen  trabajo. Como en todas las obras que conocemos de Arístides Vargas, si la  irrealidad  es roma y  sin interés,  la realidad  falta  por  completo. 

NUESTRA SEÑORA DE LAS NUBES, de: Arístides Vargas, por el Taller Laboratorio de Actuación de la Universidad Autónoma de Sinaloa,  México, con  Norma Angélica y Arturo Díaz De Sandy, dirección  de Arturo Díaz De Sandy. Estreno del  9  de  febrero, teatro El Galpón.

Jorge Arias
Jorge Arias es crítico de teatro en exclusividad para el diario "La República", que ha autorizado esta publicación.

ariasjalf@yahoo.com 

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